31 julio 2007

EL 18 DE JULIO

Para algunas personas, el 18 de julio de 1936 es la fecha en que se perpetró la mayor traición contra la soberanía de un pueblo que había decidido romper las cadenas de siglos de tiranía y reconducir su destino por el sendero de la igualdad y la justicia social. Aquel fatídico día se consumó una violación contra la legalidad y se llevó a cabo un brutal atentado contra la libertad. El 18 de julio de hace setenta y un años supuso el comienzo del desmantelamiento del Estado de derecho, de la pérdida de las libertades conquistadas durante la II República y el inicio del mayor acto de genocidio perpetrado por unos españoles contra otros.
Para otras, el 18 de julio de 1936 es la fecha del Glorioso Alzamiento Nacional, representa el punto de partida de la depuración de elementos indeseables que hacían peligrar la integridad de la patria. La gran Cruzada contra el “terror rojo” que amenazaba los privilegios de las oligarquías financieras, aristocráticas, eclesiásticas y militares.
Asi fue (y quizás es) la imágen de las dos Españas.
Uno de los argumentos más recurrentes utilizados por quienes justifican el alzamiento del 18 de julio, consiste en imputar a todos igual responsabilidad en el inicio del conflicto y apuntar que ambos cometieron las mismas atrocidades, equiparando a quienes se levantaron en armas contra el Gobierno surgido de las urnas con quienes defendieron la legalidad y los valores democráticos.
¡Terrible y falso error!
En la zona republicana, las detenciones y actos violentos que se sucedieron en los momentos iniciales de la sublevación fueron perpetrados por grupos aislados y descontrolados, que en ningún caso actuaron con el apoyo o la connivencia del gobierno de la República. Una vez superado el desconcierto inicial, cuando el ejército republicano comenzó a organizarse y las autoridades gubernamentales fueron recuperaron el control de la situación, cesaron de inmediato los asesinatos e incluso en algunos casos, los autores de las brutalidades cometidas fueron juzgados y condenados por tribunales militares.
Por el contrario, los mayores actos de represión, ejecuciones, torturas y violaciones se llevaran a cabo en los lugares donde inicialmente triunfó la sublevación de los rebeldes. En pueblos y ciudades donde no fue necesario un solo tiro para someter a la población bajo el yugo fascista, se emprendió una feroz cacería contra los simpatizantes de la República, cargos públicos del Frente Popular, militantes de izquierdas y todo sospechoso de no comulgar con los postulados de la España Nacional. Las matanzas, los paseos y las vejaciones y humillaciones públicas contra los rojos y sus familias, llevados a cabo por los propios militares, pistoleros falangistas y personas de bien de la localidad, pronto se tornaron en dramas cotidianos que sembraron el terror y tiñeron de sangre cada rincón ocupado por los salvadores de la patria.
En aquellos dramáticos momentos, ni los más pesimistas podían siquiera imaginar que tanto sufrimiento y tanta muerte inútil, no era más que un siniestro anticipo lo que estaba por llegar.
Mención aparte merecen los representantes del clero, que en lugar de posicionarse al lado de los perseguidos y sus familias (tal como cabría esperar de una institución cuya doctrina se asienta en la caridad cristiana y la empatía con el sufrimiento ajeno), tomaron partida por los verdugos convirtiéndose en cómplices de la sañuda crueldad de los sicarios fascistas. Clérigos y sacerdotes, abrazaron entusiastas la causa de la Santa Cruzada, y a lo largo de los años encubrieron, ampararon y silenciaron las atrocidades de un régimen que se afianzaba bajo el palio protector de las autoridades eclesiásticas.Resulta difícil encontrar archivos o documentos donde se recojan declaraciones de oficiales del Ejército Republicano alentando al asesinato indiscriminado o al ensañamiento con el enemigo.
No ocurre lo mismo en el bando franquista, donde son numerosos los testimonios escritos animando a sus tropas e incluso a la población civil a asesinar, violar y torturar.
Para muestra, un botón:
“Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”.
Declaraciones del general Emilio Mola al comienzo de la sublevación.
“Tenemos que matar; matar y matar. Son como animales. Al fin y al cabo, ratas y piojos son los portadores de la peste. Nuestro programa para regenerar España consiste en exterminar un tercio de la población masculina. Con eso se limpiaría el país y nos desharíamos del proletariado. Además también es conveniente desde el punto de vista económico. No volverá a haber desempleo en España”.
Entrevista del capitán franquista Gonzalo Aguilera, concedida al periodista John Whitaker.
"Naturalmente que los hemos fusilado ¿Pensaban que me llevaría conmigo a 4.000 rojos mientras mi columna avanzaba luchando contrarreloj? ¿Debía dejarlos en libertad a mis espaldas permitiéndoles que hicieran nuevamente de Badajoz una ciudad roja?"
Declaraciones del general Yagüe a un corresponsal estadounidense tras la matanza de la plaza de toros de Badajoz
“Nuestros valientes legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”
Queipo de Llano
"¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré".
Queipo de Llano
"Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar".
Queipo de Llano.
"Estoy dispuesto a exterminar, si fuera necesario, a toda esa media España que no me es afecta."
Declaraciones de Franco al corresponsal Jay Allen.

Mientras que el Ejercito Popular republicano concentró sus esfuerzos bélicos en intentar ganar una guerra que ni habían promovido ni originado, con el objetivo de derrotar al fascismo y restablecer la legalidad constitucional de la República, los rebeldes sublevados se entregaron con notable ardor guerrero a la noble tarea de aniquilar cualquier vestigio que pudiera suponer un foco de disidencia contra el futuro régimen.
Un verdadero holocausto iniciado en aquel verano de 1936 que no terminó con la victoria de Franco. El plan de exterminio emprendido por los nacionales durante la guerra desembocó en una cruenta venganza que se prolongó durante cuarenta años de terror franquista, bajo el auspicio de un régimen que nació y murió matando y que fomentó hasta el final la división de los españoles entre vencedores y vencidos.
En memoria de todos los españoles que se mantuvieron al lado de la legalidad republicana, y aún cuando el 18 de julio sea una fecha que provoque nuestra más categórica repulsa, es un compromiso moral y una cuestión de justicia histórica recordar aquella fatídica jornada.
Debemos hacerlo para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan juzgar libremente quienes fueron las victimas y quienes los verdugos; que bando defendía la legalidad y cual luchó por derrocarla; quienes defendían la democracia y quienes la combatían.
Es necesario evocar nuestra historia porque no es de justicia olvidar quienes fueron los españoles que entregaron sus vidas por defender la causa de la libertad y quienes les persiguieron, encarcelaron y asesinaron por ello.
Las generaciones que ignoramos lo que significa sobrevivir bajo la opresión de un régimen totalitario, que han tenido la fortuna de nacer y vivir en democracia, deberían tener presente que los principios y valores que hoy compartimos y asumimos con naturalidad como incuestionables, son la herencia de aquellos vencidos, que en un ejemplo de entrega, dignidad y espíritu de lucha, sembraron la semilla ideológica que hoy sustenta nuestro sistema de libertades.
Aunque las secuelas de la historia sigan causando dolor, el pasado no puede ser enterrado por los intereses de unos y el miedo de otros.
Hay que recordar por aquellos que ya no pueden hacerlo: por las esperanzas truncadas, por las almas desterradas, por los secretos obligados, por los silencios impuestos, por las familias rotas, por las vidas desgarradas, por los sueños desbaratados, por las libertades perdidas...
Hay que recordar porque se lo debemos a nuestros vencidos.
Hay que recordar porque un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia, sin identidad y sin futuro.
El 18 de julio fue declarado Fiesta Nacional y siguió siendo durante toda la dictadura y hasta el año 1977.
Se celebraba con numerosos actos conmemorativos y festivos en todo el país y los trabajadores recibían ese dia una de las pagas extra a que tenían derecho y que era conocida como la "paga del 18 de julio".
Las actividades eran numerosas y variadas e incluían recepciones oficiales en los Gobiernos Civiles de cada provincia. Eran frecuentes las misas a las que acudían las autoridades, dianas, desfiles militares, bandas de música, programación especial en radio y televisión.
El día 20 de febrero de 1943 se ordenó que el 18 de Julio de cada año se celebrase en toda España el "Día del Valor", alegando: "porque es, en la Historia de España, cuando más claramente se manifiesta, colectiva y entusiásticamente, la virtud noble que impulsa a acometer grandes empresas: el valor.”
En casi todas las ciudades y pueblos importantes existió una calle, avenida o barrio con el nombre de '18 de julio'.
Muchas otras calles llevaban nombres de los protagonistas del golpe.
También hubo hospitales y colegios con nombres relacionados.
La fecha del 18 de julio y lo que significó ha perdido toda su relevancia política y social en la España de hoy. Encuestas recientes publicadas por El País y El Mundo revelan que:
1) El 74,4% dice saber lo que pasó el 18 de julio de 1936, pero un 23,1% dice no tener ni idea.
2) Los nombres de los principales líderes del pronunciamiento son desconocidos para el 31,9% de los encuestados.
3) El 43,1% cree que deben "preservarse monumentos, estatuas o calles dedicadas a recordar el 18 de julio de 1936 o a sus protagonistas". El porcentaje sube hasta el 66,1% entre los votantes del PP
4) Apenas a un 4,4% de los encuestados el 18 de julio le inspira un sentimiento positivo, mientras para el 61% es algo negativo.
5) El 30% cree que la sublevación militar del 18 de julio de 1936 'estuvo justificada', mientras que la mitad opina no hubo ninguna justificación.
Unos pocos nostálgicos del régimen franquista siguen realizando conmemoraciones públicas o privadas, pero su repercusión popular y mediática es prácticamente nula.
En cualquier caso, no seré yo el que valore los resultados de las encuestas.
Mejor vosotros en los comentarios del artículo.

 
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