10 julio 2007

NUESTRA PROVINCIA EN EL RECUERDO: ALTEA

La historia de Altea se remonta siglos atrás. Está marcada por las diferentes civilizaciones que por ella pasaron, sobre todo por la de los antiguos griegos y árabes. Al parecer, el nombre de Altea proviene del griego Altahia, que significa «yo curo», y como se encuentra junto a la desembocadura del río Algar, cabe pensar que se trataba de un lugar estratégico, medicinal, y de salud para todo tipo de curaciones. Pero de esto hace mucho tiempo y, hoy en día, este río llega prácticamente seco al Mediterráneo, lo que hace suponer que la salud que existe en esta ciudad habrá que buscarla en su belleza interior.
También cabe destacar, que el escudo de la localidad, cuenta en su parte superior, con una corona, la cual fue otorgada por el Archiduque Carlos de Austria, en la Guerra de Sucesión española. Como muestra de su gratitud al pueblo alteano. Ya que éstos, no dudaron en darle todo su apoyo, en la obtención de la corona del trono español, en un desembarque del archiduque en la bahía de Altea.
Durante la dominación musulmana, perteneció a la Taifa de Denia, conquistada por Jaime I en 1244. Los alteanos abandonaron su primitivo asentamiento ubicado en lo que hoy se conoce por Altea la Vieja y se trasladaron a su actual emplazamiento buscando refugio y protección en la torre-castillo que se levantaba en lo alto de la colina. El pueblo estuvo amurallado, y parte de estas defensas aun se conservan en dos puertas de entrada que dan acceso al núcleo urbano que fueron creciendo y extendiéndose fuera de la muralla, creándose el barrio marinero de "Rabal de la Mar", hoy uno de los más típicos y visitados junto al cual nació el puerto pesquero.
Altea continua conservando aun hoy su casco antiguo, que ofrece al visitante un sugerente espacio para pasear por las calles empedradas y escalonadas que, en continuo ascenso, nos llevarán hasta la amplia plaza que se extiende junto a la iglesia parroquial, desde la que podemos contemplar bellos paisajes costeros y del interior de la comarca.
Antiguo refugio de artistas que buscaban la tranquilidad y el desasosiego de esta hermosa villa, Altea se ha visto rodeada siempre de ese halo cultural que le imprimieron en su momento la presencia de grandes artistas, circunstancia que llevó a la creación de muchos bares que al mismo tiempo eran galerías de arte y pequeños talleres artesanos de cerámica, bisutería y talla de madera que en el "BOOM" turístico se convirtieron en "pubs" ingleses, restaurantes franceses, pizzerías italianas y toda una mezcla de la internacionalidad que aun envuelve el ambiente de esta ciudad.
Ejerciendo una constante presencia, la iglesia de Altea, construida a principios de siglo, está dedicada a la Madre de Dios del Consuelo. La cúpula, de estilo levantino en cerámica vidriada de colores azul y blanco, es la más emblemática de la costa.
Altea se amontona sobre sí misma y sobre un promontorio desde el cual domina el mar. Sus empinadas cuestas son ya ascensiones de leyenda, y el paseante se ve impelido a continuar su escalada porque sabe que el esfuerzo se verá recompensado cuando llegue a la plaza , expuesta a los cuatro vientos y convertida en una atalaya hacia el Mediterráneo.
Del embrujo cautivador de Altea saben más que nadie los pintores... que un día descubrieron los recursos plásticos sin fin que ofrece esta población, mil veces pintada. Porque los motivos que ofrece para plasmarlos en lienzos surgen de improviso, e incluso parece que se renueven, y si uno da mil paseos por la vieja ciudad encontrará nuevos reclamos para su inspiración.
Altea sorprende y enamora, y de su pasado pescador y agrícola queda muy poco, sobre todo de lo segundo. Nuestro sueño histórico ha sido sustituído por el nuevo becerro de oro del turismo, que un día encontró en estas costas la meta soñada del mejor veraneo, pero también un lugar de extraordinaria amabilidad climática para dejar pasar los inviernos.
FOTO 1: Frente al trabajo, el descanso placentero y un pitillo a estribor, bajo el sol de verano.
FOTO 2: El adolescente parece practicar bajo la vigilante mirada del anciano, que no dudará en corregir maneras para optimizar sus esfuerzos.
FOTO 3: Las barcas varadas, los faroles para atraer a los peces en la oscuridad y las cajas para guardarlos.
FOTO 4: Una idílica perspectiva de la playa, sólo ocupada por algunos privilegiados.
FOTO 5: La playa de Altea se siembre de piedras con formas lisas y redondeadas, guijarros domesticados por el transcurso del tiempo.
FOTO 6: En la Altea más antigua las casas se levantan junto a los utiles de la faena (las barcas) y el lugar de trabajo (el mar)
FOTO 7: Desde el agua, Altea crece en altura, culminada por la cúpula y el campanario de Nuestra Señora del Consuelo.

 
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