08 septiembre 2007

NUESTRA PROVINCIA EN EL RECUERDO: ¿ESTUVO SAN PABLO EN SANTA POLA?

Una de las tradiciones más curiosas en nuestra provincia es la de poner en contacto al apóstol San Pablo con Santa Pola (foto 1).
Muchos historiadores han sido partidarios de aceptar la predicación del santo en tierras hispanias, basándose en un fragmento de su “Carta a los Romanos”, capítulo 15, versículos 22 y siguientes: “las más de las veces ha sido eso precisamente lo que me ha impedido ir a visitaros; ahora, en cambio, no tengo ya campo de acción en estas regiones, y como hace muchos años que siento muchas ganas de haceros una visita, de paso para España (...), porque espero veros al pasar y que me facilitéis el viaje; aunque primero tengo que disfrutar un poco de vuestra compañía”
Supuesto que San Pablo emprendiera el viaje (lo que es más que posible), hubo de hacerlo por mar, que era más cómodo y rápido amén de más seguro pues en los dos primeros siglos de nuestra era el Mediterráneo occidental era un lago romano, sin problemas de piratería.
De ahí el que pudiera haber tocado tierras Santapoleras, sobre todo si pensamos que en sus viajes de misión siempre se dirigía a los judios, de la presencia de los cuales hay noticias de época romana imperial. Incluso cuando se creía que la basílica de “Ilici” había sido una sinagoga, reaprovechada para el culto cristiano, había aún más argumento, ya que Santa Pola tenía el apelativo de “Portus Ilicitanos”, el Puerto de Elche.
El viaje de San Pablo habría sido en el año 63 de nuestra era... y hay textos muy antiguos que afirman su presencia: así, Clemente de Roma, que fue pontífice, el segundo después de San Pedro, afirmó “Pablo murió decapitado en Roma después de haber pisado el confín de Occidente”. Lo que equivale a decir que estuvo más allá de las columnas de Hércules.
Siempre nos quedaremos con la duda de si el apóstol Pablo predicó por estas costas o no. Pero lo que sí resulta bastante evidente es que los primeros indicios tangibles de comunidades cristianas en Santa Pola son muy posteriores, del siglo IV después de Cristo. Tenemos dos explicaciones posibles aún aceptando la predicación paulina: que diera poco fruto y el apóstol regresara a Roma, o que creara comunidades cristianas que pasaran desapercibidas en la historia.
Como siempre ha sido famoso el fervor con que los cristianos se entregaban al martirio, nos inclinamos, por tanto, por la primera posibilidad.
Aunque, con el cabeza encima de los hombros, las dudas sobre la venida real de San Pablo a Hispania nunca dejará de ser una de tantas leyendas.

 
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