03 noviembre 2007

BENIFALLIM Y SU CASTILLO

Aún hoy, a pesar de los esfuerzos que hacemos en "Alicante Vivo" por desmentirlo, mucha gente es reacia a creer que nuestra provincia es (mucho) más que playas y bikinis.
Quizá ese falso estereotipo de diversión, turismo playero y sol a go-go, es el culpable de los daños irreparables que hemos ocasionado a nuestra Naturaleza durante las últimas décadas: tala de árboles, incendios, carreteras y construcciones masivas (ladrillazos, vamos).
Por cantidad, la provincia de Alicante está catalogada oficialmente por el Ministerio de Medio Ambiente como la segunda más montañosa del país.
Y, por calidad, no la superamos por esos estereotipos que hemos citado anteriormente.
Benifallim es un claro ejemplo de nuestro enorme parecido, por ejemplo, a los Pirineos.
Estas fotografías demuestran que no exagero tanto.

Nada más abandonar la N-340 a la altura del Barranco de la Batalla (del que hablaremos proximamente), nos encontramos con estos parajes. En apenas 5 kilómetros hemos dejado atrás las espaciosas y amplias llanuras de la Hoya de Castalla, para dar paso a la agreste y virgen montaña.

El aire se ha transformado rápidamente. Ya no es cargado y plomizo; ahora respiramos oxígeno puro, una curiosa mezcla entre plantas aromáticas y humedad montañosa.

Ya no es extraño ver animales que sólo encontramos en libros y documentales: ardillas y águilas.
Ya no es extraño ver productos de montaña que sólo vemos en supermercados: setas, castañas, y bellotas.

Benifallim es un pequeño pueblo acogedor donde los haya.
Es de los más pequeños de la comarca, si tomamos como referencia su número de habitantes. Pero lo que pudiese ser un inconveniente, le confiere a la población un aire encantador.
Además, las gentes de esta población, tan acostumbradas a vivir en la umbría fría y oscura de la Sierra del Rentonar, le brindan al viajero o excursionista una cálida acogida; a poco que preguntemos cualquier cosa sobre el pueblo, nos facilitaran cualquier información que solicitemos. Don Antonio José Cavanilles (prestigioso geógrafo valenciano del siglo XVIII, mil veces citado en nuestra web) dijo de este pueblo y sus buenas gentes lo siguiente: “yace Benifallim en la falda del Rentonar, a bastante altura junto a un barranco, no lejos de una hermosa fuente, aunque de pocas aguas. Sus vecinos que ya pasan de 120, cultivan porción del término que esta enclavado en el de Pénaguila y cogen como la tercera parte de los frutos que en esta villa. Las fábricas de Alcoy prestan recursos poderosos a los de Benifallim, cuyas mujeres y niñas se ocupan ventajosamente de hilar lanas" .

Benifallim aparece a lo lejos, tras un recodo en la carretera. Es una aparición repentina, en un momento en que no te lo esperas.
La senda que parte del pueblo a mano derecha, nos lleva directamente al Castillo. Y he aquí una extraña curiosidad: si bien desde abajo el castillo está totalmente camuflado a los ojos, desde arriba se vislumbra un paisaje sobrecogedor de todos los pueblos de la zona. ¡Qué listos eran los árabes!

El campanario, siempre altivo y omnipresente

Panorámica impresionante del pueblo desde lo alto de la atalaya.

De nuevo, un pueblo que combina a la perfección la vida humana con la vida natural. Una combinación perfecta: tu me dejas crecer, yo te doy beneficios. Siempre ha sido así. Y los habitantes de nuestras montañas lo saben. La naturaleza se abre camino

Como ya hemos dicho, Benifallim está situado a solo 10 km del industrioso Alcoy. Para acceder a él, tomamos el desvío de la carretera N-340 a la altura de la Venta Sant Jordi, justo tras pasar el Barranco de la Batalla.
No tiene pérdida, ni siquiera para un servidor.
En sus alrededores se levantan Benilloba y Pénaguila como más cercanas, aunque a menos de 12 km se encuentra también Torremanzanas.
Limita por el norte con la Sierra de Els Plans, del Rentonar y de la Carrasqueta (ahí es poco), siendo su guardian por el sur el Plá de Mitja.
En el centro de este pequeño pueblo podemos contemplar su Iglesia de origen mozárabe, llamada de San Miguel Arcángel, y el antiguo palacio de los Montortal, hoy convertido en Ayuntamiento. Si antaño los moradores de Benifallim se reunian en torno a la Iglesia, es cierto que en la actualidad el edificio del Ayuntamiento es lugar de reunión, local social de todo el pueblo además de ser un precioso albergue, donde se puede pasar uno o varios días con un trato exquisito.

Del pueblo sale una pista asfaltada que nos lleva directamente al Castillo. Ya no hace falta largas caminatas o rutas para disfrutar de él, aunque nosotros recomendamos dejar el vehículo en la plaza del pueblo y disfrutar pausadamente de un paraje único en nuestras tierras. Nuestra salud (y ojos) nos lo agradecerán



La torre defensiva, única pieza que se mantiene en pie, nos da la bienvenida. Poco a poco, pino a pino, nos hemos abierto paso hasta ella.

En la fotografía no se aprecia, pero en los restos de muros aún contemplamos los escalones tallados en la piedra y que servían a los defensores para subir a lo alto de la construcción y vigilar una buena zona de las montañas.

De la cultura morisca nos queda el castillo, impresionante, del que todavía podemos ver y visitar su Torre defensiva del homenaje.De planta cuadrada, se alza sobre un promontorio rocoso situado a las afueras de la localidad, y ha pesar del paso del tiempo intenta mantenerse alzada y orgullosa, aún a costa de su avanzado deterioro que, si las autoridades pertinentes no lo impiden, se agravara día tras día.
Benifallim era una población de origen musulmán que fue conquistada a mediados del siglo XIII por Jaime I.
En 1316, Bernat de Cruïlles se erigió como señor de todasestas tierras, perteneciendo posteriormente a los Castelló y al conde de Rótova. En 1535 se segregó de Benilloba, y tras la expulsión de los moriscos del siglo XVII, quedó completamente despoblada.Como hemos dicho, de aquel pasado de conquistas y luchas, queda el castillo que, a pesar de encontrarse en ruinas, aún conserva su porte majestuoso.Hoy en día se encuentra bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Sus fortificaciones más próximas son el Palacio de Malferit (Alcoleja), el Castillo de Travadell (Millena) y el Castillo de Costurera (Balones)



Por fin alguien ha tenido una gran idea: montar una empinada y vertiginosa escalera para llegar a lo alto de la atalaya. Mucha gente aún recuerda cuando había que subir, como un juego de niños, escalando por las piedras. Ya no hay excusa para hacerlo. Con un poco de aplomo, dejamos abajo el vértigo e iniciamos la ascensión

Una abertura en el desvencijado muro nos da la oportunidad de ver nuestro entorno. Pero no es nada comparado con lo que nos encontramos arriba.

De nuevo, la inteligencia de los árabes aplicada a la defensa de nuestras tierras. Las ventanas son amplias en el interior del recinto (para disparar las flechas con facilidad) , pero estrechas en el exterior (para no recibirlas).

Nos queda un metro de barandilla. Apuremos un poco más para acercarnos al precipicio.


Única y maravillosa. La vista que se observa desde lo alto compensa la subida hasta la Torre. Con un golpe de vista, decenas de kilómetros ante nuestros ojos. Ninguna fotografía puede describirlo. Hay que estar ahí y descubrir cuan poco valemos los seres humanos y cuan grande es la Naturaleza. Sólo falta alguien que te pase el brazo por los hombros y te de una lección magristral de geografía provincial: ¡¡¡¡GRACIAS, MAESTRO!!!!

 
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