31 enero 2008

EL HUNDIMIENTO Y LA RESTAURACIÓN DE LA EXPLANADA

Impactante imagen del Pavimento de la Explanada hecha añicos.

Recuerdo que, siendo muy pequeño, a principios de los 90, cuando bajaba a la Explanada a pasear, el suelo era ondulante (pero no por su dibujo precisamente...) y estaba comenzando a hundirse peligrosamente. Fue ahí cuando supe que bajo el suelo podía haber agua, y que la Explanada estaba ganada al mar, por lo que la tierra estaba mojándose por debajo.
Todo parece muy sencillo ahora, pero cuando uno es un niño, sólo puede comprender esto al imaginarse haciendo hoyos en la arena de la playa y tirando cubos de agua al lado. Al final, las paredes ceden y se va cayendo todo por la filtración del agua.

Aquello era escandaloso, y el paseo emblemático de Alicante requería de una urgente reparación.
En este artículo ya contamos la historia de la Explanada, y hoy, contaremos cómo se recuperó para asegurar su estabilidad, en una obra sin precedentes en la ciudad, que destruyó necesariamente el pavimento original para poder reconstruirlo posteriormente.




El proyecto inicial, entregado al uso público en 1959, fue sufriendo un deterioro considerable con el paso del tiempo: hundimientos y roturas del firme convertían el paseo en un riesgo seguro de tropiezo. Esto llevó al Ayuntamiento, en 1988, a ordenar una investigación del subsuelo (algo impensable en los tiempos en que se proyectó el paseo).
Se hicieron 13 sondeos de extracción de muestras del terreno bajo la Explanada, y las conclusiones tras analizarlos fueron muy claras: el suelo inferior estaba formado por una capa de rellenos (principalmente arenas con algas) de espesor variable entre 17 metros en la Plaza del Mar y 6 metros en el Monumento a Canalejas, que se apoyaba sobre un estrato duro, calizo o margoso. Estos rellenos provenían de los escombros del derribo de las murallas litorales a finales del Siglo XIX, con los que se amplió la ciudad hacia el mar.


La explicación al hundimiento es sencilla: la filtración de de las aguas del mar, de las lluvias y del riego hacía que las partículas más finas de arenas se arrastraran haciéndolas deslizar como un lubricante entre el resto, llevándoselas al mar. Esto se combinaba con la descomposición de las algas, y acababa convirtiéndose en un terreno repleto de poros y huecos, por lo que la compresión de la capa superior del pavimento iba haciendo que éste descendiera, como quien aprieta un bizcocho.

La solución era difícil. O se acometía una gran obra, o ninguna obra podría reparar el desaguisado. En 1990 arrancó el proyecto para salvar y perpetuar al futuro este símbolo de la ciudad. Se aprobó definitivamente en 1991 siendo alcalde de Alicante Ángel Luna González, y se finalizó en mayo de 1993. La solución técnica que se escogió fue la más eficaz y segura: una operación de micropilotaje. El suelo se levantaría, y se apoyaría sobre una losa de hormigón; esta losa, se apoyaría mediante numerosos pilotes de hormigón en el estrato profundo ubicado a gran profundidad.

Volvamos con ese "bizcocho blandito" que era el terreno, y supongamos que está apoyado sobre un plato (la roca ubicada a gran profundidad). Si queremos colocarle algo sólido y pesado encima (el pavimento de la explanada) apoyándolo, se hundirá y se chafará, dando al traste con nuestro paseo. Lo que haremos será clavar un montón de "palillos" que atraviesen el bizocho y transmitan el peso directamente hasta el plato, por lo que el terreno permanecerá estable, y el paseo, apoyado de un modo seguro sobre un soporte resistente.


Proceso de hincado de los pilotes en el terreno. En la foto de la izquierda, el alcalde Ángel Luna observa el avance de la obra.

El proceso de renovación requirió la rotura de todo el pavimento de teselas de mármol, pero se respetó escrupulosamente la situación inmediata anterior al reconstruirlo, de manera que con la obra terminada, se reprodujo con exactitud.
Las únicas diferencias fueron a la hora de construir el pavimento, que se preparó en taller con unos moldes, llevándolo luego a la obra por ondas, en lugar de montar tesela a tesela todo el paseo in situ.
Las ondas se crearon pegando en la cara oculta del mosaico una malla textil que recogía todas las piezas. Después, al colocarla, se recibía sobre una capa de gravín y mortero en el forjado, para después unirlas con un mortero coloreado.

Para evitar fisuraciones por dilataciones térmicas (es un pavimento expuesto al sol), se dejaron juntas de dilatación en la losa del forjado cada 40 metros, con la singularidad de reproducir la forma de las ondas superpuestas y coincidir con la línea de cambio de color. Las juntas en la misma superficie se hicieron entre onda y onda, del mismo modo que hicieron los constructores de los años 50, pues era preferible una microfisuración en las uniones a tener grandes y gruesas juntas repartidas por el paseo.

Se mantuvo hasta el bordillo preexistente de piedra, previo relabrado, así como el pavimento de las zonas de acceso de los extremos: placas de mármol crema marfil.
En la operación se aprovechó para renovar el alumbrado, y se dejó paso para una futura red de riego por goteo en los jardines.
Como curiosidad, diremos que los pilotes tienen una resistencia superior a las 100 Toneladas de compresión (cuando lo máximo que podrían recibir son 32 T.)

A pesar de garantizar la estabilidad y horizontalidad del paseo alicantino, el propio material del que está hecho el pavimento impide que esté siempre perfecto, ya que el mármol tiene una resistencia limitada a los agentes atmosféricos, y por tanto, un desgaste progresivo y desigual (más acusado en el mármol negro). Sin embargo, esto no justifica que el paseo presente hoy partes levantadas con pérdida de teselas, agujeros, parches... debidos a un mal mantenimiento.
Las características del mármol requieren que se programe un pulido cada 10 años, y se estima la vida de este pavimento en un intervalo superior a los 50 años, transcurrido el cual, deberán volver a ser sustituidas los más de seis millones de teselas multicolores.

 
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