Artículo conjunto en AlicanteVivo y BarriodeBenalúa
La familia Prytz es una de las familias más poderosas, ilustres e influyentes en la historia de Alicante, y como en toda vigorosa dinastía a lo largo de la historia, han surgido y circulado múltiples leyendas y rumores alrededor de ella. Los descendientes de Hugo Prytz Carter y Luisa Antoine Larrea (familiares que hemos tenido el privilegio de conocer desde AlicanteVivo, donde se han reencontrado en la distancia) han debido lidiar con múltiples comentarios que se han ido construyendo alrededor de la historia familiar, pero la literatura tradicional alicantina ha esbozado una leyenda popular que ha corrido de boca en boca, acerca del chalet que frecuentaban los Prytz en el nº 6 de la calle Foglietti.
La familia Prytz es una de las familias más poderosas, ilustres e influyentes en la historia de Alicante, y como en toda vigorosa dinastía a lo largo de la historia, han surgido y circulado múltiples leyendas y rumores alrededor de ella. Los descendientes de Hugo Prytz Carter y Luisa Antoine Larrea (familiares que hemos tenido el privilegio de conocer desde AlicanteVivo, donde se han reencontrado en la distancia) han debido lidiar con múltiples comentarios que se han ido construyendo alrededor de la historia familiar, pero la literatura tradicional alicantina ha esbozado una leyenda popular que ha corrido de boca en boca, acerca del chalet que frecuentaban los Prytz en el nº 6 de la calle Foglietti.
(Detalle de un plano del barrio de Benalúa en 1931 que nos ha facilitado Alfredo Campello. Como puede verse, el tercer solar que hay en Foglietti, el nº6, es el chalé de los Prytz)
Desde su fundación, en 1884, el barrio de Benalúa cuenta con muchos chalés, y al principio de la calle Foglietti existían tres majestuosas parcelas de acaudalados propietarios que ocupaban los números 2, 4 y 6. A medida que pasó el tiempo, los números 2 y 4 fueron ocupados por el colegio de las Teresianas y el número 6 era propiedad del famoso millonario Manuel Prytz, un personaje muy especial y extravagante, con sus luces y sus sombras, muy afortunado tanto en sus negocios como en el aspecto social. Manejaba y hacía circular el dinero a manos llenas, y aunque todo aquel que trabajaba a sus órdenes vivía holgadamente, sobre su vida amorosa y amatoria hay todo un compendio de vicisitudes y habladurías con grandes incógnitas. Recordemos que en su primer testamento pide a su sobrino Hugo que huya de las mujeres en general.
Tras el fallecimiento de Carlos Prytz en 1932, el único morador del número 6 de Foglietti fue don Manuel, hombre muy extrovertido y del que se decía que, en los últimos tiempos, llevaba una vida truculenta en su mansión, a menudo frecuentada por mujeres de vida alegre. Así pues, tras la marcha de los Prytz, empezó a circular por la ciudad la voz de que en el chalé del millonario Prytz había fantasmas que salían por las noches (leyenda que fue creída enteramente por los alicantinos de la época). Se preguntarán los curiosos lectores cómo se podía creer en fantasmas en plena posguerra española; y sin embargo, no era nada de extrañar que eso ocurriera en una casa que había sido habitada por una persona tan enigmática como Manuel Prytz Antoine: se cuchicheaba por las calles de Benalúa que el señor Prytz ponía una vela al Señor y otra al Diablo, y que se realizaban fiestas de dudosa honorabilidad en esa mansión. Su talante singular le hacía encargarse tanto de la dotación económica para la restauración del retablo de la Santa Faz, incendiado y saqueado durante la guerra civil, como de la donación de una de sus mejores mansiones ("Buena Vista") para que lo utilizara como residencia veraniega el Presidente de la República, comportamiento altruista que se convirtió en un correveidile de los barrios, y que posteriormente acrecentó la leyenda.
Porque la leyenda creció tras el fallecimiento del señor Manuel Prytz en 1942. Desde entonces el rumor fue tomando más cuerpo y ya nadie dudaba de que el chalet de la calle Folietti estaba habitado por fantasmas e incluso se llegó a decir que el fantasma del señor Prytz paseaba por los pasillos de una mansión que se cubrió de todo un imaginario de susurros, crepitar de vetustas maderas, goznes chirriantes y puertas crujientes en las nebulosas y húmedas noches alicantinas. Antes de continuar, rompamos nuestras primera lanza por el señor Prytz y recordemos que en su testamento dejó escrito, entre otras muchas cosas, las siguientes voluntades:
-Al reverendo señor cura párroco de Benalúa, don Pedro Mora Puchol, quinientas mil pesetas, para que reconstruya la parroquia.
-A la Cruz Roja Española sección de Alicante quinientas mil pesetas para construir un edificio hospital en el terreno que existe contiguo a mi domicilio en la calle Foglietti nº6. Y que el citado hospital llevara mi nombre.
-También lego el edificio en el que habito en la calle Foglietti nº6, junto con el terreno que lo circunda a la Cruz Roja, sección de Alicante.
Y a pesar de todo, seguía corriendo la voz de que los fantasmas de la calle Foglietti seguían apareciéndose cada noche. Quienes más miedo pasaban eran las jovencitas alumnas de Teresianas, que, entre risas y bromas, se adentraban en la mansión. Un grupo de las mayorcitas intentó varias veces saltar la tapia para penetrar en el chalet contiguo hurtando la vigilancia de las religiosas. Posteriormente fabulaban sobre la existencia de los fantasmas, e incluso aseguraban que un reloj daba las horas, pese al tiempo que la mansión llevaba vacía, sin muebles ni pertenencias, porque como deseó el propio Manuel en su testamento, "en el momento de mi fallecimiento, Don Eladio Bañón Solera, y D. José Gómez Taza, mancomunadamente, se harán cargo de cuantos muebles y efectos de todas clases hallan en mi casa de la calle Foglietti nº6 de Alicante, tomando las medidas que crean oportunas para la salvaguardia de mis intereses."
Alumnas del centro religioso relataban el miedo que pasaban cuando recorrían la zona del colegio más cercana al misterioso chalet. Tras la oración del ángelus, un grupo de niñas se dirigía al refectorio haciendo sonar una campanilla para avisar a las compañeras de que era la hora del almuerzo. Y recorrían a toda velocidad el pasillo de las Teresianas que daba al chalet de Prytz, (pese a la tapia que separaba ambas mansiones) por miedo a los fantasmas.
Lo cierto es que don Manuel fue un buen hombre, con lances y devaneos, y un muy rico anecdotario; falleció en Madrid a principios de 1942, a la edad de 65 años y poco después su cadáver fue trasladado a Alicante y enterrado en el magnífico panteón del Cementerio Nuestra Señora del Remedio, posteriormente donado al Ayuntamiento.
Antes de su fallecimiento, donó sus propiedades a diferentes instituciones. Al Ayuntamiento de Alicante cedió su finca "Bella Vista", del término de San Juan, con la condición de que se convirtiera en residencia veraniega del Presiente de la República. Al igual que hizo con otra mansión de la carretera de Valencia, "La Piedad". Y una tercera situada en la zona de Santa Faz fue donada a la Diputación y en ella se construyera el Manicomio Provincial, hasta entonces instalado en Elda. El chalet de los fantasmas fue donado a Cruz Roja para instalar su hospital, pero luego fue enajenado para construirlo finalmente en la Avenida de Novelda. Otros bienes fueron donados al Asilo de las Hermanitas de los Pobres y a las Clarisas de la Sana Faz, se dice que «para expiar sus culpas y pecados», mientras que la donación de La Piedad al Gobierno fue para librarse de una sanción del Instituto de Moneda Extranjera para lavar unos negocios en el extranjero, donde tenía el grueso de su capital.
Por sus altruistas donaciones, el Ayuntamiento republicano que presidía Lorenzo Carbonell le otorgó la Medalla de Oro de la Ciudad, pero ni se ha respondido a su generosidad ni a su alicantinismo, ni se ha respetado su última voluntad.
Artículos relacionados
Cerdán Tato, E., "Psquiátrico en Santa Faz", en La Gatera (1993)
Cerdán Tato, E., "Manuel Prytz, qué personaje", en La Gatera (1993)
Cerdán Tato, E., "Los rotarios y Prytz", en La Gatera (1993)
Cerdán Tato, E., "El cuartel de Policía", en La Gatera (1995)
El testamento de los Prytz