10 marzo 2008

LAS HARINERAS DE BENALÚA

Artículo publicado en el Blog de Benalúa

Las máquinas eliminarían la parte más penosa del trabajo humano, permitirían aumentar la riqueza de los pueblos, favorecerían las comunicaciones contribuyendo a fomentar la paz..." Juan Antonio Ramírez, 1986

La visión maquinista de la arquitectura

El final de la Guerra Civil supuso un giro radical en lo concerniente a la reestructuración de las instituciones públicas y a las relaciones entre los distintos elementos y estamentos de la sociedad. Este cambio, que afectó en gran parte a las manifestaciones culturales, no alcanzó de inmediato al campo de la arquitectura. Las razones que defendían una doctrina y rechazaban otra, no eran suficientes como para borrar y anular por completo unas tendencias formalistas que navegaban inmersas en un universo maquinista. Si todo lo que supiera a geometría pura y dura, con su ascendente internacional, fue absurdamente criticado, no toda la arquitectura que contuviera signos externos de modernidad fue condenada a la hoguera. De hecho, en este primer lustro de posguerra tuvo lugar, en la esfera edilicia, un fenómeno por el que se erigieron muchos inmuebles inspirados en los suaves contornos de los veloces ingenios mecánicos.
En Alicante, el protagonista que con mayor fidelidad y mimetismo transmitió esta estética a sus proyectos y construcciones fue Gabriel Penalva.
Las harineras, al atardecer, en una estampa que tiene los días contados.

Estamos hablando de la época de la arquitectura aerodinámica (que bebía de las formas de los aviones, los transatlánticos o los automóviles que tanto fascinaban), que ya había surgido antes de la Guerra. El poder seductor de la "contaminación estilística" de la industria sobre la arquitectura, y sus perfiles volumétricos, convencían a un determinado estrato social, el de los empresarios industriales. Las máquinas (un producto acabado tras una o varias cadenas de montaje) se justificaron con ingenuas explicaciones que permitieron aplicar una iconografía a las más distintas tipologías arquitectónicas.
Grandes bandadas de palomas y gaviotas revolotean entre los tejados de los almacenes de las harineras.

Estas manifestaciones, englobadas en el Movimiento Moderno y el Art Dèco, conocieron su esplendor a finales de los años veinte, y se prodigaron durante toda la República. Tuvieron el mérito de sobrevivir a la asociación ideológica cuando se produjo el cambio de régimen tras la Guerra, y siguieron siendo motivo de inspiración durante los primeros años del franquismo. Sin embargo, costó mucho aceptar la pureza de los volúmenes por su radicalidad, y al contrario que en otros lugares del mundo donde la modernidad alcanzó su esplendor, aquí cobró protagonismo la combinación con otras formas más sinuosas, que ayudó a "digerir" los nuevos edificios y a aceptarlos socialmente.

Las Harineras de Benalúa
Harinas Bufort, desde la Carretera de Elche.
Harinas Cloquell, en su acceso por García Andreu.

Una de las tipologías funcionales en la que con menores problemas -teóricos e ideológicos- fue la de las fábricas de pan, donde se manifestaron estos estigmas ingenieriles. Fue la arquitectura de las fábricas una de las más receptivas, en donde proliferó con mayor facilidad la iconografía maquinista. Después de todo, este nuevo repertorio estilístico bebía de las fuentes del diseño industrial.

Dos de las fábricas más impresionantes del sur de Alicante fueron las de Harinas Bufort y Harinas Cloquell, instaladas con sus correspondientes silos en el sector industrial de Benalúa Sur, y las únicas que siguen en pie y con una frenética actividad diaria.
Se ubican en la confluencia de la Calle García Andreu con la Avenida de Elche. Ambos edificios son obra del genial arquitecto alicantino Miguel López, y su lenguaje moderno y racionalista emana por los cuatro costados de estas emblemáticas construcciones.

A la izquierda, el complejo de Harinas Bufort. A la derecha, el de Harinas Cloquell.
Son el final de la perspectiva de la calle Doctor Just, en el centro del barrio.

Hoy en día siguen en pie, en funcionamiento, y aguantando estoicas, ante la presión urbanizadora de un barrio de lujo, pendientes de su futuro. Son un hito del paisaje de la ciudad, por su tamaño, su volumen y su composición de fachada. Entre los dos silos, se forma una auténtica puerta a la ciudad, que se podría reconvertir en un importante icono del litoral de Alicante, en su nueva entrada sur, frente al futuro parque urbano de la Estación de Benalúa.

El diálogo entre los dos silos frente a frente, antiguamente junto al mar y hoy espectadores privilegiados del trasiego de los trenes en el puerto. Una vez retiradas todas las naves de almacenes exteriores, el efecto de "torres gemelas" será aún más llamativo.

Recordemos que fue el grano que permite elaborar el pan el que ayudó a combatir el hambre y las carencias que se vivieron en este país en los años de la posguerra, y que estas construcciones permitieron mejorar los procesos de fabricación del pan y las harinas, y ayudar a su mejor distribución y almacenaje.
Con los ataques que estamos haciendo a nuestro ya agonizante patrimonio, conservar esta arqueología industrial, símbolo de nuestra historia reciente, así como el silo de Harinas Magro en San Blas (propiedad de Salvador Magro, que tenía un chalet en el barrio de Benalúa), debería ser una prioridad para la ciudad. No podemos destruir toda la historia del Siglo XX por no tener un peso específico en la historia, ya que ahora mismo rondan el medio siglo de antigüedad, y si los demolemos, nunca alcanzarán los doscientos años, para que se puedan mirar con otra perspectiva.

Estos almacenes, reflejan en sus volumetrías el programa funcional del proceso de manufacturación del producto.
Para comprender cómo funcionan estos complejos, diremos que se trata de unas plantas que se organizan en secuencia siguiendo el mismo proceso industrial: la zona de recepción de materias primas, donde se reciben en camiones, y de la que el material pasa a ser manipulado y tratado. Posteriormente se eleva por un conducto, hasta la parte superior del silo, donde se encuentran los filtros, y donde se machaca para convertir el grano de trigo en harina, mediante el tamizado y el trillado, y donde el suelo del edificio vibra de un modo espectacular por la potencia de las máquinas.
De ahí, cae a los depósitos del silo, que poseen una apertura en su parte inferior, a modo de "grifo". Aquí ya se puede verter directamente sobre el camión o vagón que lo recibe para llevarlo a su comercialización, o ensacarse, para almacenarse y venderse posteriormente.

El patio de Harinas Cloquell, con una pequeña oficina, que recuerda a una fábrica familiar de décadas atrás.

Antigua puerta de acceso desde la Carretera de Elche al patio de la fábrica de Bufort. Es llamativa su baja altura para los vehículos de carga antiguos, así como la pérgola realizada con bovedillas.

Camiones accediendo al silo de Bufort.


HARINAS CLOQUELL (1936)

Es la primera que se implantó en el la zona industrial de Benalúa, junto a la carretera de Elche y las vías del tren. Se trata de un complejo levantado en 1936, destinado a la elaboración y venta de harinas de trigo y productos exclusivos del campo.
Su volumetría y ornamentación del potente volumen del silo denotan una primera voluntad de pureza formal del arquitecto, pero que no acabó de cuajar, apareciendo en ella unos relieves sencillos que trataron de disimular la contundencia de un volumen puro. Seguramente, esta coacción se debió a una primera etapa formal, a modo de experimentación, y posiblemente estuvo bajo la influencia de la crítica popular, que no comprendía bien lo que se separara de una arquitectura más próxima y convencional.

La fábrica, propiedad de José Cloquell Carratalá, se pintó recientemente, resaltando la ornamentación en un precioso tono rojo oscuro, que ayuda a imaginar lo bien que estaría este volumen restaurado, insertado en la ciudad y recuperado con un uso público.
Detalle de los remates y los resaltes de la estructura del muro de carga, pintados ornamentalmente de rojo sobre las superficies planas del silo.

Interior del patio de Harinas Cloquell, en el momento de la descarga de un camión.
Fachada del edificio de oficinas y acceso por calle García Andreu.

HARINAS BUFORT (1940)

Es una buena muestra de las muchas que se ejecutaron entre 1934 y 1942.
Este proyecto nació como una obra de ampliación entre los años 1940 y 1941 de una fábrica ya preexistente de 1934, definiendo un nuevo edificio que se organiza atendiendo a la secuencia del programa industrial: almacén, naves de manufactura, oficinas y vivienda. Posteriormente, en el año 1959, volvió a ampliarse.
El conjunto presenta una unidad funcional y formal poco habitual en las construcciones fabriles.
Harinas Bufort, a principios de los 90, con la señal de la gasolinera que hubo siempre en su puerta.

Así, el arquitecto despliega sobre los nítidos volúmenes el repertorio de la iconografía moderna, con símbolos maquinistas que salpican a la totalidad de la fábrica (chimeneas de barco, bandas, ojos de buey, lamas...) que contrasta con las superficies blancas de los muros portantes, que resisten el empuje lateral de las grandes cantidades de grano almacenado.
Miguel López insistió en aplicar criterios de desornamentación y transparencia de la sección al exterior de la composición, de aquí que las ventanas sean corridas, y las lamas y las rejillas protagonistas del discurso formal.

Esta compañía se dedica a elaborar harinas y salvados a partir de la molturación del trigo, y posee otras factorías en Albacete y Alcoy.

Actualmente son propiedad de Francisco Bufort Alemany, y el haber pasado muchísimos años en un entorno sin urbanizar ni asfaltar, a pie de la carretera de Elche, sumado a la dejadez, han llevado a que lo que podría ser un edificio icónico y representativo para una empresa, sea un lugar sucio y desvencijado, con aspecto de abandono desde el exterior. De hecho, mucha gente cree que no tienen actividad.
Los pocos que hemos paseado a su lado de día, hemos oído el ruido mecánico que emiten sus ventanas abiertas, que junto a las persianas que van chocando por las corrientes de aire, le dan un aspecto fantasmagórico.
De noche, las luces en las ventanas superiores aumentan esta sensación, pero el paseo por su alrededor es mucho menos recomendado por seguridad.
Fachada de Harinas Bufort, con su acceso por la calle Doctor Just.


La situación actual y el futuro de las harineras.
Un icono del paisaje urbano a punto de desaparecer.


Con la licitación del desarrollo del planeamiento de Benalúa Sur, la prensa se hizo eco de una serie de asuntos turbios relativos al futuro de estas dos industrias dentro del sector.
El Ayuntamiento propuso una permuta de terrenos, a las harineras, para que se trasladaran, y se liberara su sector. A cambio, obtendrían pingües beneficios al levantar viviendas en el terreno que se les asignara, y la posibilidad de implantar una nueva industria, más moderna y alejada de la ciudad.
El convenio para el desbloqueo de Benalúa Sur y el inicio de las obras se gestó en el 2003. Esta recalificación del suelo para el desmantelamiento de las industrias se llevó con los tradicionales oscuros y sospechosos procedimientos del alcalde Luis Díaz Alperi y su corporación municipal, con un plan que se basaba en el pago en terrenos municipales valorados en 15 millones de euros a las empresas, para que pudieran edificar y obtener beneficios. Así, el agente urbanizador podía iniciar de inmediato las obras, y compensaba al Ayuntamiento con una pequeña parcela valorada en 900.000 euros para un centro social.

Tras acudir a los juzgados, la última decisión del TSJ fue la de aprobar esta polémica operación financiada con dinero público para que los empresarios y el urbanizador obtuvieran grandes beneficios, pero no así los ciudadanos, que verían cómo una ocasión de disponer de dos

Podéis seguir esta crónica de sucesos en un extracto de las noticias de prensa:
- El País (Enero 2003): El conflicto entre dueños de solares que Alperi utilizó para compensar a un empresario no existió.
- El País (Enero 2003): Alperi se contradice en la explicación del convenio que favorece a dos industriales y a una empresa.
- La Verdad (Octubre 2006): La nueva Ley Urbanística Valenciana deja casi sin valor el polémico convenio de las harineras.
- El País (Noviembre 2007): El TSJ valida el convenio de las harineras en Alicante.

Las obras se iniciaron, y se levantó una primera parte de Benalúa Sur, volcada a Óscar Esplá, pero se detuvo el ritmo hasta hace unos meses, cuando se iniciaron las demoliciones de los almacenes para arrancar la urbanización.

Hoy en día, cuatro años después, todavía no está claro el destino de los trabajadores de las harineras, y a veces, ni siquiera el de los propios edificios.
De hecho, la incertidumbre es patente cuando vemos noticias publicadas como la del traslado de toda la plantilla de Harinas Bufort en Alcoy (donde se demolerá la fábrica) a la planta de Alicante en mayo del 2007 (noticia en Las Provincias y noticia en Información). Este traslado fue debido a la imposibilidad de afrontar los costes de modernización de la fábrica que exige el PGOU de Alcoy.

En la actualidad todavía podemos ver por los alrededores los coquetos camiones de las harineras.

Sirva como muestra, que mientras hacíamos las fotografías, un trabajador nos preguntó si sabíamos si iban a tirar la fábrica abajo o no.
Acceso de la fábrica de Bufort, desde la Calle Doctor Just.

Mientras tanto, la dejadez se apodera de los silos. Sus fachadas están deterioradas (especialmente la de Harinas Bufort) y sin pintar, sus persianas rotas, sus ventanas destrozadas... y sus accesos en un estado deplorable.
Todo apunta a que estos dos hitos de la ciudad no serán reaprovechados para crear una gran instalación cultural o social de la que toda la ciudad se sienta orgullosa.
Se demolerán, y su silueta pasará al cajón de los recuerdos, perteneciendo ya a esa larga saga de ocasiones maravillosas perdidas, y de estampas que se irán olvidando con el paso del tiempo.
Las harineras pasan desapercibidas en el trasiego diario por la avenida y el barrio.
Su estado hace que su grandeza se disuelva en la ciudad gris.

Nadie recordará dentro de cien años que las industrias más grandes y hermosas de la ciudad se levantaron en Benalúa, porque un día, en el año 2003, el Alcalde Luis Díaz Alperi decidió que deberían pasar a la historia, desaparecer, y entregar la ciudad al ladrillo y a la especulación de la vivienda, perdiendo sus señas de identidad, y decidiendo por todos los alicantinos y las futuras generaciones, lo que debería ser historia y lo que no.
Nadie podrá recordar cómo fueron aquellas industrias que dieron trabajo y alimento a los alicantinos, y al contrario que en las grandes ciudades de Europa, donde en los procesos de desmantelación de naves industriales, se emplean después sus edificios para dotaciones culturales y museos, aquí directamente, los aniquilaremos.

Alicante puede pasar en tres años de tener tres estructura espléndidas como estos silos, en vías de extinción en las ciudades, a no tener ninguna, y a cambio, que sólo aparezcan más y más viviendas.
Si acabamos con el patrimonio del Siglo XX, en el futuro se preguntarán porqué decidimos cambiar lo que se había hecho durante los milenios anteriores, y borramos de un plumazo las páginas de la historia de estas generaciones que vivieron entre 1900 y 2000, dejando en blanco un capítulo esencial en la historia.

Artículo relacionado:
El Silo de San Blas de Harinas Magro

Fuentes:
Guía de Arquitectura de la Provincia de Alicante. Varios autores.

Arquitectura de la Ciudad de Alicante 1923-1943. La aventura de la Modernidad.
Andrés Martínez Medina.

 
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