08 mayo 2008

LA ARQUEÓLOGA QUE SALVÓ LA HISTORIA DE ALICANTE


Carta publicada hoy, en el Diario Información de Alicante, de la Asociación Cultural Alicante Vivo.
De nuevo, nuestro más sincero agradecimiento a los responsables del periódico por su rapidez y buen trato que siempre muestran con nosotros.

Solveig Nordstrom, “Sol” para los amigos, nos dijo hace unos meses en una entrevista que ella sólo quiso ser arqueóloga para poder tocar la tierra con sus manos.

"Sol" es la segunda por la derecha

Esta sueca de noventa y cinco años, alegre, espiritual, culta y políglota (habla catorce idiomas, entre ellos el sanscrito) decidió aterrizar un buen día en nuestra tierra “porque sabía que la historia arqueológica del Mediterráneo estaba incompleta, a pesar de que España era un país poco interesante “, en clara alusión a la dictadura franquista.
Discípula de Lafuente Vidal, a quien aún considera un sabio y humilde arqueólogo, conoció al Padre Belda y a Figueras Pacheco, en una época en la que la arqueología sólo estaba destinada a “la gente adinerada”.
Nos contó entusiasmada lo mucho que ella había podido sacar a la luz del Tossal de Manises, del que tan sólo se había excavado una octava parte de su perímetro en 1960. Pero se entristeció al recordar lo mucho que se había destruído de nuestro valioso patrimonio cultural al comenzar la construcción masiva y despiadada en la Albufereta. Allí “los terrenos estaban vendiéndose por parcelas y sobre los mismos iban construyéndose chalets, sin que mano alguna pudiera detener esa anulación de valores que se hallaban todavía sin descubrir." Y nos añadió Solveig, en clave algo misteriosa, “Claro, es cuestión de dinero y los arqueólogos somos pobres... ¡si yo pudiera hacer algo!”
Y vaya si lo hizo.
En un día sin determinar (los periódicos nacionales de la fecha estaban atenazados por la Ley de Prensa dictada por Manuel Fraga Iribarne), cuando las excavadoras de las empresas constructoras pretendían aplanar el Tossal de Manises al grito de “destruyamos toda esta mierda”, arramblando con los importantísimos restos arqueológicos depositados allí durante miles de años para construir un simple hotel, Solveig tuvo la valentía de enfrentarse a las autoridades franquistas de la época para impedirlo. Ni corta ni perezosa, se tumbó delante de las máquinas excavadoras y ante los medios de comunicación extranjeros que su amigo Jaime Pomares i Bernat había avisado, impidió con su actitud que los intereses especulativos arruinaran el santuario de las civilizaciones que por Alicante se habían establecido.
Es seguro que, de no haber sido Solveig una ciudadana sueca, su actitud habría sido reprimida de forma inmediata por las autoridades. Sin embargo, todos ellos prefirieron evitar un escándalo internacional aún mayor del que ya se estaba produciendo en la Albufera.
Después de esta paralización, Solveig consiguió que el Ministerio de Educación español comprara los terrenos sobre los que se asentaban los restos, impidiendo de este modo la desaparición de la ciudad íbero-cartaginesa-romana.
Hoy sabemos que diversos grupos y asociaciones, entre ellos la Comisión Cívica de Alicante, están peleando sin descanso para que el Ayuntamiento otorgue, al menos, el nombre de una calle a Solveig. Es lo mínimo que se merece la mujer que salvó nuestra historia con aplomo y valentía.
¡Bravo por todos ellos!
Esta mujer, que vive olvidada y casi en la pobreza en un pequeño apartamento de Benidorm, es historia viva. Es un empujón de vitalidad que nos alecciona en coraje e ilusión. Podríamos haber estado cientos de tardes preguntándole y hablando con ella sobre sus recuerdos, sobre sus pensamientos, sobre lo que ha aprendido de la vida... y nunca dejaríamos de aprender.
La ilusión con la que te recibe y se desenvuelve, te desarma y te lleva a su terreno para hacerte soñar con tiempos pasados, donde ella desenterraba e identificaba vasijas con sus propias manos.Solveig está hecha del mismo material con el que se tejen los sueños y las ilusiones, aderezado todo con una gruesa capa de cariño y fraternidad.
Sus palabras llevan implícitas grandes dosis de humanidad y filosofía de vida, que ciertamente, le han ayudado a alcanzar casi la centuria con una sonrisa en la cara y una agilidad asombrosa.“Sol” es, simplemente, alguien a quien siempre se debería recordar, no ya sólo por aprender de su espíritu y sus acciones, sino sobretodo, porque se merece ser eterna en nuestros recuerdos.

JUAN JOSÉ AMORES y RUBÉN BODEWIG
MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL ALICANTE VIVO

 
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