31 mayo 2009

EL ALICANTE DE 1691 BOMBARDEADO (1ª PARTE)

Carlos II era una "joya": raquítico, enfermizo (con frecuencia era atacado por violentas fiebres que lo postraban en cama; apenas subía en su carruaje, los vómitos lo obligaban a desistir del viaje, y cuando estaba al aire libre, le supuraban los ojos) y de corta inteligencia. Además, era estéril, lo que acarreó un grave conflicto sucesorio
  


Una ciudad expuesta. 
En julio de 1691, se cumplieron los peores pronósticos. Alicante fue brutalmente bombardeada por la armada del Rey Sol, en guerra contra la atribulada Monarquía de Carlos II. Desde 1640, a raíz de la insurrección catalana, nuestro litoral mediterráneo estaba bajo la amenaza francesa. En abril de 1641 Alicante temió su ataque, fortificándose, convocando a los socorros de las poblaciones vecinas y desterrando a los residentes franceses cuatro leguas tierra adentro. En mayo de 1642 las naves francesas alcanzaron la costa alicantina, avistándose desde el castillo 31 buques, que fondearon en la bahía sin mayores consecuencias. Vanas resultaron las advertencias del gobernador de la plaza en 1684, previniendo sobre los riesgos de una ciudad deficientemente amurallada y municionada, emplazada a orillas de una bahía excesivamente abierta y accesible por el régimen de vientos, con una nutrida colonia mercantil extranjera (con fuerte presencia francesa) al tanto de tal estado de cosas. Un movimiento francés desde Cataluña, a pocas jornadas de singladura, entrañaba un severo riesgo.

Entre 1689 y 1697 Francia se enfrentó por la hegemonía continental contra las fuerzas combinadas de la Liga de Augsburgo (España, Inglaterra, Holanda, Austria, Baviera, Branderburgo y Saboya). Alicante disponía de unos 6.400 habitantes y se había transformado en un activo puerto internacional en el siglo XVII. Las operaciones militares de las grandes potencias nos redujeron a un asolado campo de batalla.

Crónica escueta de los hechos.
 Tras bombardear Barcelona entre el 11 y el 12 de julio, la armada francesa acordonó nuestro puerto el 21 del mismo mes, intensificando al día siguiente el cerco con el despliegue de tres pontones, aproximados por sus galeras. Su almirante, D´Estrées, intimó a la plaza al pago de tributo, extremo rechazado por el gobernador Jaime Antonio Borràs, que según ciertas versiones principió el fuego contra el enemigo. Entre las 16.00 horas del 22 y las 12.30 del 23 Alicante encajó un primer bombardeo, proseguido una hora más tarde hasta alcanzar las 18.30 del 24. En el curso de la mañana del 23 se repelió con bravura un desembarco francés contra las defensas portuarias, intentando tomar un navío genovés anclado y el propio muelle.

El estado de la mar y el ritmo de la guerra de nervios aconsejaron a los atacantes  una pequeña tregua, rota con un nuevo cañoneo incendiario entre las 21.00 del 28 y las dos del 29. Cada vez con menos bombas, los franceses se aproximaron cada vez más a nuestros baluartes, pero sus barcas guardacostas alertaron de la arribada de una flota española. Pese a no cazar al francés, lo alejó a las aguas de Mallorca y Barcelona sin deplorar más incidencias trágicas.

El temor a nuevos zarpazos.
Entre octubre de 1691 y diciembre de 1692 se tomaron ciertas medidas defensivas de urgencia, pues la derrota naval de la Hougue (1692) no detuvo la iniciativa francesa en los mares. Las naves que invernaban en Tolón partieron por primavera hacia el Atlántico, presentándose a su retorno ante nuestras costas el 4 de agosto del 92. El nuevo gobernador de Alicante, José de Borja, accedió a las condiciones del mariscal de Tourville para evitar mayores daños. Entre 1693 y 1694 una dispendiosa flota combinada de naves inglesas, holandesas y (en menor medida) españolas casi bloqueó al enemigo en Tolón.
  
Grabado inédito de la ciudad vista desde la entrada a la bocana del puerto. Destaca la Cúpula de San Nicolás, la farola del puerto, y a la izquierda en la sombra se ve la silueta del molino de la Muntanyeta.

Los historiadores del bombardeo.
Desde el siglo XVIII los hechos han atraído la atención de los historiadores alicantinos, interés al que se ha sumado la historiografía valenciana y española a lo largo del XX.
  
La Illice ilustrada de los jesuítas Maltés y López (1752) nos regala unas magníficas páginas. La angustiosa descripción del drama se despliega a través de una pormenorizada cronología, que nunca olvida sus interminables horas. Se recabaron los testimonios de personas que mantenían vivo el recuerdo de lo acaecido, evitando consignar la polémica entre el gobernador Borràs y ciertos nobles locales para no despertar suspicacias ni sospechas de crítica a la autoridad en el tiempo del absolutismo borbónico. Su relato encaja con el ofrecido por un coetáneo del bombardeo, el del labrador de Sant Feliu de Guíxols Fèlix Domènech (autor de un Dietari con los hechos más destacados del obispado de Gerona entre 1674 y 1704). Las naves catalanas ancladas en nuestra rada informarían cumplidamente a uno de sus informadores, mossèn Avellà.

En 1854 José Pastor de la Roca brindaría una versión menos precisa y más romántica, transmutando el bombardeo en un duelo artillero de poder a poder. El empeño patriótico de los comerciantes locales sostuvo la acción de la armada española, frustrando la tentativa de bloqueo continental ensayada por D´Estrées y Noailles por mar y tierra respectivamente. La sombra de la Guerra de la Independencia se proyectaba sobre 1691. En 1863 Jover realzaría esta visión encomiando el valor de los alicantinos y su amor a la libertad. Todo el vecindario (incluso mujeres, niños y ancianos) se batieron con bravura, compensando con creces la proverbial inepcia del gobierno. Tal sacrificio había sido silenciado injustamente por los historiadores nacionales, reclamando el bueno de Jover un lugar de honor para sus paisanos en el panteón de las glorias españolas, junto a Sagunto, Numancia, Zaragoza o Gerona. La épica de 1691 quizá “compensara” en los anales de la crónica patriótica la modesta acometida de Montbrun del 16 de enero de 1812, resuelta en retirada francesa tras cruzar fuego artillero con las baterias alicantinas durante unas horas.
  
El siglo XX aportaría visiones menos ideologizadas y más atentas a la metodología dentro de estudios más genéricos, como los de Fernández Duro sobre la marina española y los de Espino sobre la aportación militar valenciana y aragonesa a las guerras de Carlos II.
  
La disposición militar de Alicante.
Los apuros políticos de la España de los Austrias sobrecargaron de compromisos financieros y militares a los municipios españoles, en especial los de zonas amenazadas, abusando de la tradición de la autodefensa medieval.

Alicante experimentó el impacto de las guerras mundiales a caballo entre los siglos XVII y XVIII con una preparación militar poco apta. La caballería de su milicia local adolecía de buenas monturas y de efectividad. Su infantería estaba provista más de arcabuces y mosquetes que de fusiles de piedra de invención alemana, cuyo uso intensificó el ejército francés a partir de 1670. Dado el interés militar de la plaza, sus efectivos (tropas reales y compañías milicianas) eran reforzados por los de otras localidades más o menos vecinas (los socorros), entre las que se encontraban las valencianas Orihuela, Elche, Jijona, Elda, Castalla y Biar, y las castellanas Villena y Yecla, suscitándose agrias desavenencias sobre su despliegue y mantenimiento. Ni el rey ni el virrey de Valencia podían destacar auxilios poderosos.
    
Las defensas estáticas padecían la obsolescencia del circuito amurallado. Las torres cúbicas no encajaban en los tiempos de Carlos II, sino del Primero. La muralla del mar no alcanzaba los cinco metros de altura, saltándola a diario los pescadores de la Vila Vella. Ni el muelle ni otros puntos sensibles gozaban de terraplenes. Los expertos observaban horrorizados la indefensión del muelle del Baver, incitando al desembarco de tropas que controlarían con comodidad las alturas de las colinas de Poniente, pudiendo montar baterías letales para nuestras murallas. Además, los ya populosos arrabales, como el de San Francisco, yacían casi desprotegidos. La fuerza artillera (a costa del patrimonio municipal) andaba también escasa, limitándose a 11 piezas de hierro y 23 de bronce: sólo 11 eran de gran alcance. La ausencia de una buena Santa Bárbara o almacen de pólvora en el interior de la ciudad lo empeoraba todo.
  
Tantas carencias nacían de la falta de fondos y de cierto pragmatismo mercantil, máxime en una ciudad donde florecía el contrabando (no siempre debidamente perseguido ni penalizado). La correcta fortificación de los arrabales alcanzaba un precio exorbitante, pero la atroz propuesta de su destrucción por mor de la seguridad fue completamente descartada.

PINCHAR AQUÍ PARA IR A LA 
SEGUNDA PARTE DEL ARTÍCULO

Fuentes y bibliografía.
-ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE. Cartas de 1665-1704. Privilegios y provisiones reales (Armario II, Libro II).
-DOMÈNECH, F., Treballs y desditxas que àn succeit en lo present Principat de Chatalunya y en particular a nostre bisbat de Girona (1674-1700). Edición de P. Guifre y X. Torres, Gerona, 2001.
-ESPINO, A., Guerra, fisco y fueros. La defensa de la Corona de Aragón en tiempos de Carlos II, 1665-1700, Valencia, 2007.
-GOUBERT, P., Louis XIV et vingt millions de Français, París, 2002.
-JOVER, N. C., Reseña histórica de la ciudad de Alicante. Edición de A. Soler, Alicante, 1972.
-KAMEN, H., La España de Carlos II, Barcelona, 1981.
-MALTÉS, J. B.-LÓPEZ, L., Illice ilustrada. Historia de la muy noble, leal y fidelísima ciudad de Alicante. Edición de Mª. L. Cabanes y S. Llorens, Alicante, 1991.
-PARKER, G., La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de Occidente, 1500-1800, Barcelona, 1990.
-PASTOR DE LA ROCA, J. Historia General de la ciudad y castillo de Alicante, Alicante, 1854.
-VELASCO, F., El otro Rocroi. La guerra naval contra Felipe IV en el Mediterráneo Suroccidental (o Mancha mediterránea), Cartagena, 2005.
-VIRAVENS, R., Crónica de la Ilustre y Siempre fiel Ciudad de Alicante. Edición de 1976

Víctor Manuel GALÁN TENDERO

 
La Asociación Cultural Alicante Vivo se reserva el derecho de moderación, eliminación de comentarios malintencionados, con lenguaje ofensivo o spam. Las opiniones aquí vertidas por terceras personas no representan a la Asociación Cultural Alicante Vivo.