20 junio 2011

LOS JUEGOS DE MI INFANCIA

Los juegos en mi infancia, en esos finales años de los cincuenta, eran muy rústicos e imaginativos. El Hombre no había entrado en el fascinante y esclavista a su vez “ Modo de ser, estar, producir…tecnológico”. Andábamos entre el “ Modo de producir, estar, ser…entre esclavista y feudal “ con “caudillo” y todo.

A los niños, que de esos modos de hacer de los mayores, ni idea teniamos, sólo sabiamos que “ ese caudillo” era un “ señor” que salía mucho en un torro que se llamaba Nodo, pero del que nos alegrábamos ver si íbamos pegados de tiempo a ver una película y creyéndola empezada, comprobábamos que el torro aún continuaba.¡ Cuándo recuerdo que no se podía ni decir rojo al mentar los colores y que teniamos que decir “encarnao”, me veo sin entender nada entonces¡ ¡ Cuando recuerdo la caida del Muro de Berlín y lo que descubrimos me veo sin enteder tampoco¡. Más lo peor estaba por llegar, que es ahora cuando no entiendo casi nada, de nuestras “ Izquierdas ni Derechas”.

En el cine, comiamos pipas, chucherías : regaliz, natural y la semi- plástica, caramelos, unos con formas de bote de leche, coca-cola, que ya anunciaba lo que de ultramar vendría, chicles llamados Bazocas, que hacían unos globos con nuestras expertas bocas en sonora competencia… Eso en el cine cubierto, que en el de verano era más que ir al cine, ir de cena al aire libre, con variada fruta y todo, llevadas en nuestras neveras con hielo, almohadones para las duras sillas y hablando a grito “pelao”…con lo que al final de la película poco poso nos quedaba, pero lo pasábamos tan bién, que era de lleno total, y muy añorado todo el invierno.

Sin embargo, una película en ese cine me impresionó : El Doctor Zhivago. Me impresionó, no sólo la historia, sino la música, y esos paisajes nevados, tan extraños a nuestra latitud…

Con el correr del tiempo, de ese paisaje, de esas historias…más sabría y una que me impresionó y aún me impresiona, fue la de quien lo dejó todo y mucho era, de hecho era tenerlo todo, todo : ser aristócrata en la Rusia zarista, para, no teorizar pertrechado en seguro despacho, hogar… sino, para ir a pelear, a morir por sus ideas, que eran nada más y nada menos : que los derechos de los que sin Derecho ninguno vivían.

Su nombre : Mijaíl Alexándrovich Bakunin. Su hacer, su lucha, su vida olvidada, o quizás tan sólo adormecida…

Más entonces, a nosotros lo que nos importaba era pasarlo bién e inventar…Así los chicos inventaron una especie de, entre carretillas-patinetes, que construían con madera, unas extrañas ruedas de hierro y la inestimable ayuda de los mayores, de esos que no renuncian nunca a la niñez.Con esos cachivaches, con esos trebejos, “ nos arreábamos” cuestas abajo a base de bién, sin importarnos, lo suficiente como para abandonarlo, sin en esa diversión nos dejábamos jirones de piel. Claro, luego venían las curas con el “ pica-pica “ del alcohol, polvos de azol…Y en el peor de los casos una pasada por el barbero de la Plaza Manila para que nos “cosiera “ si la cosa era de poca “costura”, que si era seria entonces nos llevaban al “ MARQ”, que entonces no lo era, sino su contrario : lugar siniestro, donde nos hacían más “pupa” y nos recibían unas monjas con “ unas palomitas “ en la cabeza -pues eso nos parecían- espeluznantes, nada que ver con las tan ricas de ferias, cine…

Monjas del Hospital Provincial (AMA)

A mi el barbero me cosió en varias ocasiones , las “palomitas “me escayolaron un buén número de veces.

Otro de nuestros inventos, era jugar a “ fenicios”, sin haberlos ni oido mentar, pero debe estar en nuestros genes esos saberes…pues hacíamos unos tenderetes con cajas, trapos y reclamos de los más vistosos, y “publicitarios” para atraer a nuestros puestos todo lo que vendiamos : tebeos, juguetes…

Entonces, los tebeos, libros se cambiaban, en tiendas que se dedicaban a ese trueque: entre otros la tienda de ese “ fenicio” de Agüelete. Otra estaba en la calle Jaime Segarra, muy cerca de la casa de una de mis más queridas amigas, Alicia, con lo que era mi tienda de trueque preferida, pues así me dejaba caer por su casa…

Nosotros no los cambiabamos, preferiamos el dinero contante y sonante, para después de las ventas, endulzarnos.

¡Ah, ese “viejo zorro del Agüelete” que tuno era, como nos atraía…¡

Y entre todos los fenicios, cómo no, destacaba el mercader del Tete mio, que ingenioso era como pocos y marrullero…pues más si cabe.Para mi, claro, era fascinante tanta sabiduría y tomaba buena cuenta de su hacer, y a tendera, a despachar me ponía…

Cuando nos cansábamos de “enriquecernos” o empacharnos, a trotar por el campo y a construir cabañas, que no es por farolear, pero nos salían muy chulas, y hasta de otros barrios venían. Unas veces a jugar con nosotros y a meterse dentro y otras a practicar la rapiña, la destrucción con tala y quema incluida, con lo que daban pie a las innumerables “ púnicas “ que tuvimos.

Nosotros “ razias” de esas a sus barrios no hacíamos, pues el campo-campo estaba más en este Bon Repós, por lo que las contiendas las dirimiamos en nuestro “ campo de juego” y en eso no había desacuerdos: las piedras las poníamos nosotros de nuestra pequeña terreta.

Con frecuencia, nos visitaban los “ trashumantes “ : grupos de gitanos que acampaban muy cerca de mi casa y que fue siempre fuente de preocupación de preocupaciones para mi madre, por la fijación que yo sentía por esa clase de vida: tan libre, tan alegre, tan gritona, tan pendenciera y tan entrañable y hogareña, pues sus hogares se cubrían con el techo de cielo rebosante de estrellas, campamentos de telas, y grandes fogatas en las que en confortables abrazos a modo de corro compartían esa otra forma de ver, sentir…De hacer la vida…

De nada me servía prometerle, cruzando los dedos para no pecar, a mi madre que no había estado con los gitanos. Se acercaba a mi, me olía las trenzas, que muy traidoras se chillaban con olor a fogata, y tirón de flequillo y trenzas al canto…

Cuando tocaba juegos en la acera, estos eran con tizas, en las que dibujábamos desde trancos, hasta habitáculos : con sus habitaciones y todo, pues cera teniamos, aunque menos que imaginación…

También le dábamos a la comba, que no sé porque extraña razón, los chicos lo consideraron cosas de chicas y casi no entraban, y eso que cuando alguno lo probaba, lo pasaba fetén, pero enseguida los otros se burlaban y esos prejuicios, de la diversión les privaba.


En el tema de la comba, que era siempre cantando, estaba el entrar suavecito, o con duples, que era con música cañera y más cañera la marcha y los latigazos como no siguiéramos bién el compás.Ni que decir tiene que de esos zurriagazos me llevé un buén puñao, y como ya por entonces tenía un pesimo “tráfico circulatorio”, pues “cardenales”-que así llamábamos a los hematomas-, me salían, que me delataban nuevamente…sembrando más incertidumbre, en mi sufrida madre, sobre mi porvenir…

Otro entretenimiento era la búsqueda de “piedras preciosas”. Para nuestra doble fortuna, en el patio del colegio, se encontraban y en cantidad: cuarzos, siendo más raros, y por ello los más buscados, los casi transparentes. Como recordamos, recientemente mi amiga Rosángeles y yo, los guardábamos en frasquitos, que junto a otros llenos de conchas, unas coloreadas por nosotras, otras con su natural color, hacía de nuestra habitación una mini- botica, que boticas se llamaban a las farmacias y boticarios a sus “alquimistas”.

También estableciamos trueque de cromos, de chapas, cuyo juego era más de niños, como el de lanzar la peonza. Las niñas a lanzar el trombo y a movernos dentro del aro, esa otra forma de danza del vientre.

Y tanto en la calle, como en el hogar, haciamos recortables, es decir vestiamos a muñecas de papel con el mismo material. Mis hermanos preferian jugar a los indios, con fuertes, figuras…o las guerras con diminutos ejércitos de plástico que vendían en bolsas de papel muy baratas nuestro querido mercader.

También vendía- ¡cómo no¡- petardos y cuando las Hogueras se anunciaban, dejábamos las piedras y nos “ apedreábamos” a petardazos.

Ese olor a pólvora se ha incrustado tanto en todos nosotros, que creo que ya ha formado urdimbre con nuestros genes.Y en mi es siempre muy deseado volverlo a oler.

Después de tanto trote, el hogar nos reclamaba, y entraba el hacer las tareas del cole y los dibujos con acuarelas, pinturas Alpino y Goya. A mi estas últimas me fascinaban, pues había que dar con un algodoncito para difuminar el color…También a leer, o escuchar cuentos, a ver tebeos. Siendo mis preferidos los de Rompetechos y Carpanta, que me hacían sufrir con sus desgracias más que reir, aunque también, con esa casa del Percebe, que era una risa, con esos Zipi y Zape…y con unos que me encantaban que se llamaban La pequeña Lulú, que con mi crecer un poco fue desbancada por la genial, rebelde, Mafalda.Me gustaban especialmente unos tebeos y cuentos que eran sobre vidas de santos, y me encomendaba a ellos, para que me ayudaran a ser buena, porque la fama es algo terrible y fama de mala, malísima fue leyenda que como guirnalda se me iría colgando, esos sambenitos…Y que, paradójicamente, fue estimulada por quien debió ser ejemplo de equidad y no su contrario: una “ maestra” pero es esa otra historia.Sí, llevé mal el colegio y el colegio me llevó mal a mi, después de ese cielo de mi Mamen de párvulos.


Los tebeos de mis hermanos : Capitán Trueno, Hazañas Bélicas…me aburrían, pero no porque fueran de peleas, sino porque eran machistas. Apenas saliamos nosotras y si lo haciamos era siempre en ese papel secundario y servil. Y se pongan como se pongan los machistas, la mano que mueve la cuna…¡ terminará moviendo el Mundo, es nuestro turno¡

…Y extenuada me iba a la cama, a ese incierto viaje al descanso…

MARAVILLAS BAEZA MÍNGUEZ

 
La Asociación Cultural Alicante Vivo se reserva el derecho de moderación, eliminación de comentarios malintencionados, con lenguaje ofensivo o spam. Las opiniones aquí vertidas por terceras personas no representan a la Asociación Cultural Alicante Vivo.