Mientras Antoñete Gálvez volvía a Cartagena con la negativa de Alicante a entregarle dinero, llegaba a nuestra ciudad la “Gaceta de Madrid” que incluía un decreto declarando piratas a los buques insurrectos.
Fue un documento histórico, que aquí resumimos:
“El gobierno, pues, no puede hacerse solidario de esta conducta, sin ejemplo en las marinas militares, ni permitir que tal vez a la sombra de un color político determinado ejerzan esos buques actos de verdadera piratería, que comprometan la dignidad de España. En tal concepto el ministro que suscribe tiene el honor de proponer la expedición del siguiente decreto:
1- Las fragatas de la Armada nacional “Almansa”, “Victoria” y “Méndez Núñez”, la del vapor “Fernando el Católico” y la de cualquier otro buque de guerra de los sublevados en el departamento de Cartagena, serán consideradas como piratas al encontrárselas en los mares jurisdiccionales de España o fuera de ellos, por fuerzas navales españolas o extranjeras.
2- Las potencias amigas de España, quedan autorizados para detener a los buques mencionados y juzgar a los individuos que los tripulen."
Mientras la ciudad recobraba su pulso normal y se valoraba la participación de los llamados "voluntarios de la República" (cuyos jefes eran adeptos al Gobierno Republicano y amigos, del ministro de la Gobernación, Maisonave) se argumentaba, también, que aunque Alicante fue cantón por espacio de tres días, ni un solo momento dejó de reconocer la soberanía de las Cortes y la autoridad del poder ejecutivo.
La respuesta no se hizo esperar. Madrid telegrafió el 23 de julio al Ministro de la Gobernación: felicitando a los hijos de ese noble pueblo, pues en la funesta crisis por que atraviesa el país, crisis en que corren peligro la libertad y la República, Alicante ha demostrado una vez más que sabe conservar pura su tradición.
Para contemplar el calmado ambiente, fue producida la destitución de Morliu (tras su huida cobarde), reemplazado por Lorenzo Abazando en calidad de delegado de Gobierno.
Pero los cantonales no paraban. En días sucesivos asaltaron Torrevieja, bombardearon Almería, e invadieron Orihuela, donde causaron la pérdida de 14 guardias civiles, llevándose 16.000 duros.
Tras el ataque a Orihuela, el gobernador civil tomó importantes decisiones que entraron en vigor el 30 de julio. A una de ellas (toda persona hornada que necesite armamento para contribuir en caso necesario, a la defensa de la ciudad, y al sostenimiento del orden, puede pedirlo al Ayuntamiento) respondió el pueblo alicantino, pues se presentaron comisiones del comercio, funcionarios del estado, empleados de la Diputación, y un gran número de personas de todas condiciones, a ofrecer su colaboración moral, material y pecuniaria.
Alicante se preparaba para una posible contingencia.
En menos de dos horas se repartió un considerable número de fusiles; los voluntarios de la República ocuparon los puntos estratégicos; las autoridades militares y civiles adoptaron las medidas necesaria par la seguridad de la población, y en medido de un orden admirable, el pueblo tomo una actitud belicosa del mejor afecto.
Transcurrido todo el mes de agosto sin que la capital registrara nueva visita de los separatistas, llegó el día 18 con una noticia en forma de rumor. El rumor señalaba que los buques piratas pretendían volver a Alicante. Esto “produjo cierta agitación y no faltaron familias que se dispusieron para huir” pero en ésta ocasión, las autoridades “se hallaban apercibidas, y se empezaron a tomar precauciones para evitar lo que tuvo lugar el 20 de julo”.
En un intento de calmar a la población, el Gobernador Civil publicó: “Alicantinos, una noticia vaga de la venida a nuestro puerto de uno de los buques insurrectos, ha difundido alguna alarma en esta población. Para calmar los ánimos debo manifestaros que nada absolutamente se sabe de cierto, ni creo posible que estos rumores se realicen; pero dado el caso de que los sublevados lleven a cabo el propósito que se les atribuye, tengo tomadas todas las medidas necesarias para evitar que esta población sea víctima de sus criminales intentos, para lo cual cuento con el apoyo de las fuerzas del Ejército y voluntarios de la República. Me consta que hay muchas armas repartidas en este vecindario, aparte de las que existen en poder de la milicia. A los que las poseen, ordeno la presentación inmediata de las mismas en la alcaldía, exceptuando a aquellos que están dispuestos a defender la población, en cuyo caso la manifestaría así a las autoridad popular, para que sean destinados a puntos convenientes”.
El rumor dejó de serlo y efectivamente, volvieron los piratas cantonales.
Pero en esta ocasión, no hallarían una ciudad desprotegida.
Todo lo contrario, admirablemente preparada.
---continuará---
info: Alicante de la A a la Z. Fernando Gil Sánchez