Una estrambótica serie de dibujos animados, llamada Oveja en la ciudad, cuenta las vicisitudes y dificultades por las que pasa una oveja que vive en una urbe. Más allá de la fantasía de los dibujos animados, el fin de semana tuvimos la suerte de vivir un momento especial en plena ciudad, con un contraste muy parecido al mencionado, que desconocemos si repetiremos alguna vez, pero que seguro no olvidaremos.
Tras asimilar la chocante situación, corrimos riendo a verlas. Por suerte, cámara en mano, y con ese espíritu propio de Alicante Vivo: el de querer aprender para contarlo y que sea disfrutado por otros muchos.
Este es el primer año que han bajado a Alicante, "hospedando" a estos alicantinos que han venido a pasar el invierno en un cortijo cerrado de la familia Borja en Rabassa.
Aunque parezca que entre Castalla y Alicante hay muy poca diferencia, el motivo de que hayan bajado a Alicante es similar al que movió a tantos pastores de la Mesta durante siglos.
Aquí tienen pastos y matorrales suficientes (sobre todo gracias a las lluvias del otoño y el invierno) para pasar estos meses, mientras en Castalla ahora están los campos sembrados y los caminos tienen unas franjas de protección insuficientes como para abastecer de alimento al ganado.
Tienen su base en Rabasa, donde a diario, salen a hacer unos cuantos kilómetros por los alrededores de las vías del tren. Cada día visitan un entorno: desde la Universidad y San Vicente hasta el propio núcleo urbano, pasando por los campos de Rabasa, los entornos del cementerio...
Los animales salen a llenarse de alimento, y tras kilómetros de caminata bajo el sol, acaban sedientos, pero no beben nada hasta llegar al cortijo, porque si no se llenarían de agua y no comerían, lo que acabaría perjudicando a la leche para las crías.
El pastor nos indicó que conviven con ellas, porque limpian a las ovejas de parásitos e insectos, y a cambio, se aseguran el alimento.
De hecho, su nombre, garcillas bueyeras, viene por estos motivos: porque se mueven cerca de los animales de labor.
La figura del pastor nos hechizó: un hombre relativamente joven, de carácter afable, con su mochila, su gorra y un bastón para caminar. Su trabajo consiste en vivir el camino, recorrerlo, acompañar y cuidar al ganado... y sus dos ayudantes son los protagonistas de esta labor: Whysky, un espléndido perro pastor que sin ordenarle nada, siempre controlaba que el rebaño no se dividiera o dispersara; y Pulgoso, un listo y divertido perrito que le acompañaba para aprender el oficio.
Para alguien que ha vivido siempre en la ciudad, estas cosas tan "comunes" en el campo, son realmente sorprendentes. Ver cómo un perro pastor domina él solo y con total autonomía un rebaño, es algo apasionante.
Cuando llegue el calor asfixiante a Alicante, ya no habrá más matorral, y subirán de nuevo a Castalla, donde el rebaño podrá pastar sobre los campos ya segados, donde brotarán las matas hasta que vuelvan a roturarse los bancales para el sembrado.
Los ejemplares marcados con una mancha de tinte rojo sobre su lomo esquilado, quiere decir que esa cabra/oveja pare de uno en uno, y cuando llega al cortijo, la ponen en el corral donde están los cabritillos y ovejas que han nacido de uno en uno, para que haya un "equilibrio" al repartir la leche.
Las que están marcadas con dos manchas, paren "de a dos" y estas se ponen en el recinto donde las crías han nacido de dos en dos, porque están preparadas para dar más leche.
Os invitamos a asistir a este espectáculo que se produce a diario en nuestras inmediaciones. Mantened los ojos abiertos, porque igual que antaño encontrábamos grandes rebaños en el cauce del Río Seco en Campello, hoy podremos volver a verlos en los entornos de Rabasa, los PAUs de San Blas, el Puente Rojo, la Universidad... y es una estampa que quizá no se repita en el futuro.
Estas imágenes nos evocan a los antiguos pastores que llegaban hasta Alicante al Barranco de las Ovejas por las cañadas, buscando los mejores pastos, y nos recuerdan esos oficios que se van perdiendo, y las tradiciones y leyendas que nunca serán contadas si no lo evitamos.
Aquellas noches bajo el raso en que el pastor, sus perros y una pequeña fogata, en la lejanía de su hogar, velaban por la seguridad del rebaño, por evitar que atacaran los lobos, y por lograr llegar a los mejores pastos, están al borde de la desaparición, o quizá ya han desaparecido.
Fue un pasado duro, pero del que podríamos aprender muchísimo sobre el conocimiento de la tierra y la naturaleza. Nos fuimos a casa mirando el lugar donde estaban las ovejas, pisando el asfalto junto al puente rojo... imaginando cómo tuvo que haber sido la vida del pastor siglos atrás.