Hoy al leer este artículo he recibido un par de puñetazos en toda la cara. El primero lo he recibido al leer cómo se trata de justificar lo injustificable que es el derribo del edificio de Rambla 19 con pseudo-teorías sobre la soledad del edificio en el medio en que le rodea y el segundo por ser un arquitecto el que defienda semejante atrocidad. Entiendo que deba defender el proyecto para la empresa que le paga pero ignorar que un edificio a parte de su valor artístico tiene un valor histórico (de ahí la expresión Patrimonio Histórico-Artístico) es un claro ejemplo de hacia dónde va esta ciudad y la pérdida de valores de aquellas personas que deberían defender lo poco que nos queda.
Sirva este pequeño párrafo como respuesta al artículo del arquitecto D. Tomás Amat que en pocas palabras viene a ridiculizar el artículo publicado por Elkiko en Alicante Vivo y del que se hizo eco Información. En dicho artículo nuestro compañero narraba la historia del edificio Rambla 19, aportaba fotos que jsutificaban su valor histórico y aportaba fotografías y la ficha del catálogo que demostraban su valor artístico.
Y señor Amat, por mucho que adorne el artículo con citas célebres, no tenemos miedo a lo nuevo, tenemos miedo a no saber reconocer el valor de lo antiguo
Atentamente
Alfredo Campello Quereda
Asociación Cultural Alicante Vivo
Sirva este pequeño párrafo como respuesta al artículo del arquitecto D. Tomás Amat que en pocas palabras viene a ridiculizar el artículo publicado por Elkiko en Alicante Vivo y del que se hizo eco Información. En dicho artículo nuestro compañero narraba la historia del edificio Rambla 19, aportaba fotos que jsutificaban su valor histórico y aportaba fotografías y la ficha del catálogo que demostraban su valor artístico.
Y señor Amat, por mucho que adorne el artículo con citas célebres, no tenemos miedo a lo nuevo, tenemos miedo a no saber reconocer el valor de lo antiguo
Atentamente
Alfredo Campello Quereda
Asociación Cultural Alicante Vivo
Artículo de D. TOMÁS AMAT GUARINOS
publicado hoy en el diario Información
publicado hoy en el diario Información
"Velad con vigilancia sobre un viejo edificio. Su última hora sonará finalmente; pero que suene abierta y francamente y que ninguna intervención deshonrosa y falsa venga a privarla de los honores fúnebres del recuerdo"
John Ruskin
John Ruskin
La Rambla de Alicante debe ser objeto de una revisión profunda, pues quien se afana en conservar un miembro amputado de su verdadero cuerpo se resigna a una muerte digna de su histórico pasado y se queda impávida ante la posible transformación cultural, social y ambiental de nuestra ciudad. Se cuenta que el brazo incorrupto de Santa Teresa, ante los problemas que suscitó en aduanas para viajar a un congreso en Nueva York, la administración -sospecho que algún funcionario eficiente- solucionó aquel problema inscribiendo semejante miembro amputado en el apartado de "conservas y salazones".
El edificio situado en el número 19 de la Rambla Méndez Núñez se ha convertido en un miembro en conserva y salazón, en una parte desmembrada de un cuerpo que es el todo que ya no existe. La Rambla, que supuso la mayor expansión urbana de Alicante, que además en su condición fronteriza entre el casco antiguo y el centro histórico tradicional dibujó un perfecto escenario para la arquitectura de la modernidad con más errores que aciertos, y que conserva aún un repaso de la arquitectura de los arquitectos; pero la presencia de un edificio del principio del s. XX con el aislado interés y sin el resto del valor que a principios del s. XX conservaba la Rambla en su conjunto, es una conserva en salazón.
Entendería el afán de proteger edificios aislados como el Teatro Principal, la Casa de Socorro y otros tantos, salvaguardar barrios que comporten un carácter homogéneo, manzanas consolidadas, calles del mismo grado y condición que sus edificios colindantes, pero conservar, proteger ambientalmente el brazo incorrupto de Santa Teresa en la habitación, aislado de su cuerpo, que además está disperso en trozos por el resto de la geografía, me parece perverso.
¿Que valor tienen las cosas?, ¿es que alguien medianamente sensato puede defender edificios que surgen como acciones puramente mercantilistas, dominados además por los intereses de la promoción y sobreseídos por una administración sin criterio; que edificios de hoy tengan que ser conservados dentro de cien años por la única razón de que allí se ubicó aquel negocio del tío Paco, que olía a bar y bodega y vivió amargamente María con Juan hace cien años?
Según el nuevo Plan General, conservando la fachada se puede añadir cuatro plantas más para que, desde luego el brazo, como el rabo de una lagartija, pudiera crecer formando así un cadáver exquisito con un hedor insoportable.
Cuando una especie se extingue, la restauración, la protección ambiental a condiciones del pasado, puede llegar a ser imposible si no es con esperpénticos simulacros, cercanos más bien al universo de las emociones, que producen la adulteración estética más irresponsable.
Pues bien, esta administración de hoy y de ayer, ante la dificultad para demostrar el valor de la conservación de nuestro patrimonio al margen de relaciones subjetivas que tienen que ver con el universo del mundo emocional, sufre el miedo a proyectar un futuro de ciudad, cuando ha sabido rentabilizar económicamente el actual que está en crisis; expresa la sorpresa que le produce un puñado grande de vecinos que podrían desaparecer de las listas que alimentan sus réditos políticos, y es que una vez más la oferta debe de formar a la demanda; las administraciones tienen la obligación moral de educar a sus ciudadanos ante la aversión frente a la idea de lo nuevo, de modernidad, de entender que edificios que pertenecen a nuestra actualidad patrimonial como elementos contemporáneos, de gran valor en algunos casos, no han de ser construidos como oportunidades de proyecto porque huelen a oportunidad de negocio y en otros han de ser demolidos y transformados en isletas de rancio valor tradicional. Como decía, muestran la ira por no entender nuestras relaciones frente a la ciudad ni prever nuestro futuro más allá de sus próximas elecciones, de la alegría que produce al que manda y manda incluir en un catalogo protegido algo que antes no lo estaba, porque no desestabilizaba su armónico recuento de votos, porque las discotecas les importan un bledo, como también les importaba otro la conservación y grado de protección ambiental, y tristeza por la incapacidad de responder ante los problemas con una cultivada y razonada dosis de generosidad pensando que las ciudades sobreviven a sus mandatos.
Pasará lo que tenga que pasar, pues en manos de la justicia social se manosea, de la justicia moral se ignora, de la justicia cultural se pasa; pasará lo que tenga que pasar porque en manos de la justicia justa está.
Si preguntáramos a nuestro ilustre Méndez Núñez, nos respondería con una de sus históricas frases que sentencian la historia: "Más vale honra sin barcos que barcos sin honra".
D. Tomás Amat es arquitecto redactor del proyecto de Rambla 19