21 octubre 2016

CAMPOS VASALLO ANTE LA TUMBA DE QUIJANO

Dibujo del Mausoleo de Quijano en
Reseña histórica de la ciudad de Alicante (1863) de Nicasio Camilo Jover.

El 16 de septiembre de 1857 se trasladan los restos mortales de Trinitario (Trino) González de Quijano al recién terminado mausoleo que dirigió el arquitecto Francisco Morell y Gómez en la plaza de Santa Teresa y cuyos gastos fueron pagados por suscripción popular. Solo habían pasado tres años de la muerte del "ángel de la salvación" y en el Panteón de Quijano se rinde un sentido y sencillo homenaje al hombre que dio su vida por salvar las nuestras del cólera morbo.

El 15 de septiembre de 1874, en una función cívico religiosa celebrada con motivo del vigésimo aniversario de la muerte del héroe de la caridad, el poeta romántico alicantino Rafael Campos Vasallo lee los siguientes versos elegíacos, la obra Ante la tumba de Quijano, compuesta por trece quintillas octosilábicas con estructura abaab/cdccd... y que reproducimos íntegra a continuación, con una puntuación, acentuación y ortografía más acorde, a nuestro parecer, que la dispuesta en la imprenta de la Viuda de Juan J. Carratalá

En el continuo oscilar 
de los siglos que derrumba
la humanidad sin cesar,
viene el hombre a respirar
el ambiente de su tumba.

Y el soplo vital, que agita
su corazón, es el mismo
que suavemente le incita,
le arrastra y le precipita
del NO SER en el abismo.

Nada escapa a los rigores
de la triste humana suerte,
goces, desdichas, honores,
luz, armonía, colores,
¿Qué son, ¡ay!, ante la muerte? (1)

Solo el límite cercano
de esta vida transitoria
puede salvar soberano
quien se lanza sobrehumano
en la senda de la gloria.

Quien, tendiendo a rebelarse
contra lo humano, va en pos
del bien supremo, a inspirarse
en sus luces, y a elevarse
hasta la altura de Dios.

¡Y este es Quijano!¡Su vida
se desliza entre desvelos, 
que les inspira la encendida
caridad, luz de los cielos,
virtud dulce y bendecida!

Con ella ve los dolores
que á un pueblo causa el destino,
y a sus tristes sinsabores
ambos oponen las flores,
que Dios sembró en su camino.

Y aquí cerrando una herida,
enjugando allá unos ojos,
dando su paz y su vida,
en su ardiente fe se olvida
de que él también pisa abrojos

Y a través de ellos marchando,
nuevo calvario subiendo,
su gloria va cimentando,
atrás lo mortal dejando,
y a eterna vida ascendiendo.

En ella la gratitud
le eleva templos y altares,
y en premio de su virtud,
hoy al pie del su ataúd,
se entonan dulces cantares,

y crecen hermosas flores,
que el aura viene a besar,
y trinan los ruiseñores,
uniendo su voz de amores 
a los murmullos del mar.

Que él del límite cercano
de esta vida transitoria
pudo pasar soberano,
lanzándose sobrehumano
en la sena de la gloria,

y al verla, y al arrojarse
heroico del bien en pos, 
del mundo logró alejarse,
y supo altivo elevarse,
hasta la altura de Dios.

RAFAEL CAMPOS Y VASSALLO
15 Setiembre 1874











(1) Variante de "¡que son «¡ay!» ante la muerte"

Fuentes:

CAMPOS VASALLO, Rafael, Ante la tumba de Quijano, Alicante, Imp. de la Viuda de Juan J. Carratalá, 1874. (Biblioteca Digital Gabriel Miró — Colección: BGM — Signatura: 225-1252-25 — Nº de registro: 3454)

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