¿Verdad que muchas veces llamamos a los lugares por el nombre que tenían antes, independientemente de cómo se llamen ahora?
¿Y no es cierto que también usamos nombres distintos a los oficiales, pero que son comúnmente aceptados por todos?
¿Y no es cierto que también usamos nombres distintos a los oficiales, pero que son comúnmente aceptados por todos?
La composición de este artículo surge tras escuchar a una chica diciéndole a su madre por teléfono: "Mamá, estoy en Galerías". El Corte Inglés de Soto es un paradigma de las primeras preguntas, porque aunque algunos se esfuerzan en llamarlo así (Corte Inglés) y ya lo han incluido dentro de su abanico léxico de nuevas denominaciones, mucha gente todavía lo conoce por el nombre primigenio, el nombre del anterior comercio que existía entre Maissonave y Soto: Galerías Preciados. De esta manera, somos muchos los que, al igual que la muchacha que vi y escuché hablar por el móvil, decimos: "Nos vemos en Galerías".
Hay una gran cantidad de nombres de lugares que han ido cambiando en la ciudad y que coexisten con muchas palabras que tenemos en la memoria y que nos resistimos a cambiar. Veamos ejemplos de ambos casos, como una pequeña muestra de lo que ocurre.
- Barrio Mil Viviendas. Desde los años 90 una parte se denomina Virgen del Carmen y otra "Cuatrocientas Viviendas", pero ya pueden cambiarle el nombre o disgregarse en varias zonas, que "Las Milvi" conservan la antigua nomenclatura.
- El Monte Tossal. Un grave error recurrente. Como vimos en el artículo del Castillo de San Fernando, el monte Tossal se traduciría como el monte Monte, y deberíamos decir "el Tossal". Sin embargo, y a pesar de ello,¡incluso el parque temático se llamaba "Parque Monte Tossal"!.
(¡No os mentíamos!)
- Estación de Murcia. Lo hemos difundido desde aquí y en barriodebenalua.es. Incluso en la misma estación hay un cartel -lo que queda de él- que pone bien claro "Estación de Benalúa".
(Uno de los vestigios del nombre "Estación de Benalúa")
- CHF (Colegio de Huérfanos Ferroviarios. Este es el nombre subsiste a pesar de que se han establecido varios centros en el mismo edificio, el Conservatorio Superior de Música "Óscar Esplá", y el IES 8 de Marzo.
- Avenida de la Estación. Todavía hay quien la llama General Mola, nombre que caló bastante en la población. Los más mayores se resisten a llamarla por su actual nombre, sobre todo para hablar de edificios que estuvieron en esa avenida, como "Los Maristas de General Mola", por ejemplo.
- El Hipódromo. Una muestra de supervivencia del término en recuerdo de lo que había antes, nombnrado por jóvenes y no tan jovenes, porque lo más extraño sería ver hoy por hoy algún caballo por allí, ¿verdad?.
- Serra Grossa/ San Julián / La Cantera. ¡Casi intercambiables! Y nosotros nos preguntamos: ¿Y la otra montaña, Santa Ana? ¿No tiene nada que decir al respecto?
- Serra Grossa/ San Julián / La Cantera. ¡Casi intercambiables! Y nosotros nos preguntamos: ¿Y la otra montaña, Santa Ana? ¿No tiene nada que decir al respecto?
MONUMENTOS DE LA CIUDAD DE ALICANTE
- Monumento a la libertad de expresión. Popularmente conocido como "Los Cañones de Navarone". Muy poca gente lo llama por su nombre oficial o le ha puesto otro nombre oficioso, distinto al verdadero nombre de esta escultura de Anzo que tuvo una primera y polémica ubicación en la Avenida de la Estación.
(Monumento a la libertad de expresión.)
-Torso de Agamenón II. La inventiva alicantina llega a cotas difíciles de superar. No es extraño escuchar la nomenclatura satírica-burlesca "Torso de Alperi" para referirse a esta obra de Carlos García Muela. ¡Torso de Alperi! 😜
(Torso de Agamenón. Carlos García Muela.)
- Barco cruzando el arco-iris. Este monumento de Ismael Ferrer da nombre a la rotonda conocida como "Rotonda del Barco". Hasta ahí, bien, si no fuera porque ¡ya hay otras rotondas de la ciudad a las que llamamos así!.
(Monumento de Ismael Ferrer. Un barco cruzando el arco-iris.)
No obstante, hay casos en los que no ocurre lo mismo, desde el 1 de junio de 1994 ya nadie dice Simago (¿o tal vez sí?), y eso sí que era un nombre de los de toda la vida. Dicen los lingüistas que las palabras son como las cucarachas, nacen, viven, y mueren. Pero algunas, desde luego, son eternas.