23 mayo 2008

LOS FANTASMAS DE LA TERRETA

Realmente, ¿qué serían aquellas señoras llamadas "brujas"? ¿unas adictas a las setas e infusiones alucinógenas que se reunían para "flipar" igual que hoy los amigos de la marihuana? ¿Sería el herbero una antigua poción?

A lo largo de este mes hemos publicado una serie de curiosos relatos sobre hechos extraordinarios, que sucedieron en nuestra provincia, en distintos pueblos a lo largo de nuestra geografía, que pasaron a la cultura local, convirtiéndose en cuentos, leyendas o historias que contar en noches de campamento, tertulias de sobremesa o paseos por el monte, tanto en la montaña, en la costa como en las grandes ciudades:

- El Vicari del Cepet
- Un Aquelarre en la montaña alicantina
- Las faltas de Roseta

- El amante helado

- El estacazo del Tío Follajes

- El escopetazo de Frasquito
- Los cerdets de Relleu
- Un muerto que no lo estaba

- El gran robo de Benimasot

Se trata de relatos sobre fantasmas corpóreos, duendes y brujas, acaecidos en nuestra historia reciente (primer tercio del Siglo XX), y que normalmente, todos tienen una explicación realista, muchas veces vinculada a actividades que se deseaban mantener ocultas bien por pudor y vergüenza o bien por mantener en secreto algo que cambiaría la imagen de ciertas personas. Después, el boca a boca, el imaginario popular y el miedo a lo desconocido, hicieron que estas historias se tornaran en auténticas leyendas. Sin embargo, aunque sea difícil averiguar dónde está el límite entre la fantasía y lo real, todas estas historias fueron investigadas y recogidas por Francisco G. Seijo Alonso con estudio de campo, in situ, a veces tomadas de los propios protagonistas, y otras, de personas allegadas. Estos relatos, publicados a lo largo de 1986 en el Diario Información, bajo el título de una serie llamada "Cosas de Fantasmas, Duendes y Brujas", fueron acompañados por espléndidos dibujos ilustrativos del artista alicantino Remigio Soler.

Dibujo de Remigio Soler.

Hoy, quizá las leyendas no se fraguan del mismo modo, sino que surgen como leyendas urbanas vinculadas a objetos de nuestra cultura moderna. Quizá sean igual de válidas, pero aquellas historias de las noches oscuras de los pueblos, en los que todos se conocían y cualquier ruido en la noche era alarmante, tienen algo especial que nos atrae. Imaginarnos años atrás, donde la gran mayoría de la población era analfabeta y no tenía educación reglada, es trasladarnos a un mundo donde la cultura es oral, se propaga a través de las personas, por leyendas e historias con moraleja... un mundo en el que con el miedo se infundían valores morales para supuestamente "educar" en lo que se debía y no debía hacer, y en el que a lo desconocido no se le buscaba explicación científica, sino sobrenatural...


Y como amantes de nuestra tierra que somos, nos gusta recuperar conceptos relativos al tema que nos ocupa, hoy casi olvidados, como "bubotas", "muixerangas" y "carassetas", que eran plenamente conocidos en nuestro territorio cuando estas leyendas de fantasmas servían por ejemplo, para hacer que los niños se portaran bien y no salieran de casa de noche, para atemorizar al pueblo y poder realizar actividades "ilícitas" sin miradas delatoras, o para justificar hechos que a alguno le habrían traído serias consecuencias.

Encontrarse a alguien así en el pueblo, a medianoche, podría dar sustos a más de uno (entonces no había televisión, y no nos causaría risa, sino todo lo contrario...). Pero seguramente, se trataría de algún chico que habría ido a gozar con su amada, escondiéndose de miradas ajenas que le acusaran o le pidieran explicaciones, y ahuyentándolas aprovechándose de las leyendas populares.


Aprovechando el estamento social de las distintas comarcas, hubo una época, llamémosla de esplendor, en el primer tercio de nuestro siglo, en lo que a fantasmas, duendes y brujas se refiere, basado en diversas coyunturas, muchas veces adoptando los primeros tales formas, con determinada urdimbre, para llevar a término sus fines.

El fantasma, en la lengua nativa toma las denominaciones de bubota, la por, follet, muixeranga, óbila e incluso carasseta. No obstane, se conoce mayormente por el apelativo de bubota, adoptando por corrupción, deformación o modismo local, las variantes de buberota, mumerotes, mumaranta, etc... Aunque por lo regular, muchas veces no se matiza convenientemente, fundiendo o invirtiendo los términos del espécimen, mezclando lo real con lo ficticio, dando así base de sustentación a un popurrí de creencias y supersticiones.

Reuniones misteriosas en los bosques, rituales en los solsticios... las herencias de las culturas paganas perduraron durante siglos. Incluso algunas, fueron incorporadas a rituales actuales por la religión cristiana y las celebraciones populares.

En Relleu hallamos una especie de cerdet o duende que brota en la noche montándose a la grupa de las caballerías, asustando al viandante. Están asimismo, las óbilas -lechuzas- que se acomodan y crían en la torre del campanario de Sella; els gambosins en Torremanzanas, apareciendo en las noches de viento, aterrorizando a las gentes; els bous, de Aigües, que con sus afiladas cornamentas, atracaba en la negrura, erizando los pelos al más templado; las bruixes de Planes, trasladándose en la noche volando sobre tinajas, por encima de los barrancos, reuniéndose en la Almazara del Duc; los duendes de Almudaina, fastidiando al pueblo con sus trastadas...
Encontrar en plena oscuridad una cara como esta, hacía a la población huir empavorecida.

Y es que imaginaban que se trataba de un ser como éste...

De todas formas, en Alicante el fantasma corpóreo ha sido siempre el que más hechos ha promovido. La tramoya para organizar una buena fantasmada, se formaba con dos palos puestos en cruz, logrando así una especie de parot o estai, lugar en donde los carpinteros colgaban los candiles al menguar la luz solar. Era como una especie de cruz, de buenas proporciones, en la que, en su parte superior, se colocaba una calabaza a la que previamente se le habían practicado algunas aperturas, quedando traslúcida merced a un cirio que se colocaba en su interior. Este artilugio se cubría entonces con una sábana y con este espectro bien enarbolado en el tremolar nocturno, se atemorizaba al más bragado.
La aparición de estos fantasmas en la noche, puede atribuirse a diversas causas: relaciones extramatrimoniales, la gran mayoría de las veces; contrabando en la costa; hurto de frutos del campo, y bromas de mal gusto.

Aunque creíamos que era una importación americana de Halloween, las calabazas iluminadas ya formaban parte de nuestra tradición europea desde hace siglos...

En el primer caso, deberíamos tener en cuenta que la emigración hacia las ciudades del norte de África eran constantes. Esto, unido a que una buena parte de los hombres del litoral eran marinos, pasando largas temporadas por los mares del mundo, y que otros marchaban a la ribera valenciana, en la época de la recolección del arroz o a la Mancha y Castilla en la siega, los pueblos quedaban materialmente huérfanos de hombres.
Así pues, en estos ires y venires, un gran número de mujeres quedaban viudas en vida de sus cónyuges, de tal forma, que los venturosos galanes que quedaban en la contornada, hacían su agosto rindiendo pleitesía a las bellas.

De todas formas, había que guardar las apariencias, siendo menester valerse de estas artimañas, espantando así a los guardianes del virtuosismo, aún a sabiendas, por todos, que al aparecer en escena uno de estos esperpentos, lo más seguro era que por medio había un negocio de faldas. Cuando salía un fantasma, inequívocamente, en un noventa por ciento de los casos, había una componenda amorosa. Para aquellas viudas, alguien compuso un refrán, comparando a la mujer con la bota de vino: si se destapa sale a chorro.

También se empleaba el ardid en los impedimentos amorosos, con frecuencia entre dos rivales que pretendían a la misma muchacha, o bien por los padres, al considerar inoportuno el pretendiente de su hija, motivos familiares, etc...

También, los que apetecían bienes ajenos, se vestían de fantasmas, desvalijando la hacienda del vecino, robando melonares, frutos, etc... Cuando en la noche se vislumbraba una luz en movimiento, sin o se trataba de amoríos, al día siguiente la cosecha había desaparecido de los bancales o de la cambra.

Por otra parte, las bromas entre amigos o rivales eran muy frecuentes. La más generalizada, consistía en hacer beber a la víctima más de lo normal. Entonces, al estar un poco cargado, le decían que no tenía agallas para arrimar las posaderas a la puerta del cementerio, a la vez que decía "calces negres, calces blanques". Aquél, picado en su amor propio, enfilaba hacia el camposanto, mientras los bromistas se cubrían con la fatídica sábana, dándole un susto mayúsculo, haciéndole huir muerto de miedo hacia la taberna, perdiendo la apuesta.

Otros, empleaban incluso ataúdes. Uno de estos casos, ocurrió en las cercanías de Alicante, cuando al volver un mozo de visitar a la novia, en pleno campo, halló un ataúd con un muerto en su interior, siendo tal el susto que casi le cuesta la vida. Uno diferente, es el del huertano de Rojales, verídico: de tan roñoso que era, se compró en vida el ataúd para así poder discutir su precio, dando un susto de muerte a su mujer, al hallarlo tumbado dentro, envuelto en un sudario, llevando la situación a las últimas consecuencias.

¿Serían las hadas de los bosques mariposas de las que alguien quedó prendado?

¿Y los elfos, gnomos y ogros... serían personas deformes que habrían tenido que huir a los bosques y montañas para llevar vida de ermitaños y huir de la gente que los acusara de estar endemoniados o de ser monstruos?

De todas formas, se daban las excepciones y en alguna ocasión la buberota quedó malparada a manos de alguien que usó de sus mismos métodos, disparándole una perdigonada en la cabeza. Para contrarrestar esta ofensiva, que acabaría con la farsa, hubo un tiempo en que se puso de moda el fantasma de pega, o incluso artilugios que se alzaban a voluntad desde la rama de un árbol -especie de marioneta- dando más de un susto a los brabucones que osaron enfrentarse al fantasma, al comprobar cómo el estatermo, tras caer -intencionadamente- a tierra, volvía a levantarse amenazadoramente.

Diremos, para finalizar, que si bien era conocido entre la población la existencia de estas tretas y artimañas para "fabricar" fantasmas con fines diversos, el miedo a encontrarse con una silueta blanca en la calle o en la casa, era evidente, pues si no, no servirían de nada a quienes los empleaban. Y esto era así, porque a pesar de que haya muchas situaciones destapadas, hay otras leyendas e historias de miedo que nunca se pudieron explicar, vinculadas a los difuntos, a los otrora profundos y desconocidos bosques y montañas, a los antiguos castillos y fortalezas... y éstas fueron las que realmente hicieron creer a la gente la existencia de fantasmas, duendes y brujas en nuestra tierra, y precisamente, por no poderse explicar, se atribuían a fuerzas paranormales, extracorpóreas y sobrenaturales.

Pero al fin y al cabo, como suelo decirle a mis amigos cuando nos metemos por algún bosque o casa abandonada, debemos tener a veces más miedo de los vivos que de los muertos. No suele haber sitios más tranquilos y seguros que los cementerios, y es más probable que si te encuentras a alguien andando a solas por el bosque, se asuste de tí tanto como tú de él.

Escena de Sleepy Hollow. Entre las ramas y recovecos de las cortezas de algunos árboles centenarios, alguien predispuesto por las leyendas y sugestionado podría tener tendencia a ver cosas "extrañas", y por ejemplo, encontrar caras y creer que sus ramas eran brazos.

 
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