28 diciembre 2011

LA CAJA DE AHORROS (CAM) DESAPARECE DEL CALLEJERO DE ALICANTE


INOCENTADA DEL AÑO 2011

Es un hecho consumado que la desaparición de la CAM está confirmada y sólo le queda materializarse. La especulación en el ladrillo y la compra de suelo, la mala gestión de sus responsables, la ineficaz supervisión de las administraciones y la falta de ética profesional de los directivos que se han ido con cantidades millonarias en los bolsillos ha acabado por ser insoportable.

Nuestra entidad bancaria con más historia, que nos ha acompañado durante tantísimos años, y cuya Obra Social tanto ha ayudado, desaparecerá del mapa sin dejar apenas rastro, absorbida por el Banco Sabadell, y sin tener la oportunidad de ser transformada en una entidad pública, ética, transparente y al servicio del ciudadano, algo que han tildado algunos expertos como "utopía perroflauta".

Con el tiempo, veremos cómo desaparecen sus rótulos, sucursales, aulas de cultura... sus insignias y logotipos en todo tipo de objetos acabarán siendo reliquias de coleccionista, y su huella habrá pasado al recuerdo.

Plano de situación

Pues bien, uno de esos primeros pasos ya se ha dado, y en los próximos días se procederá al cambio de rotulación de la Calle Caja de Ahorros situada en el tramo de Vía Parque de la Albufereta entre Miriam Blasco y la Avenida de Denia. La deshonra y vergüenza que ha supuesto conocer las cuentas de la CAM ha llevado a decidir cambiar su nombre por el de Avenida de Sabadell

Una placa con los días contados

Los responsables políticos municipales consultados alegan que además "supondrá a medio plazo una medida anticrisis, ya que es fundamental la confianza de la gente para que vuelvan a consumir, a meter el dinero en el banco y a gastar todo lo que puedan, y esto no puede promoverse teniendo una avenida tan importante recordando siempre a la Caja de Ahorros del Mediterráneo".

Los vecinos consultados se han mostrado estupefactos, entre ellos la hermana Juana María del CEU Jesús-María. La conocida religiosa lamentó la dificultad que tendrá ahora para explicar a los conductores dónde tienen que llevarla. "Va a ser un lío muy grande" explicó Juana María.

Según han informado fuentes del Banco Sabadell-Banco CAM, se está en negociaciones para que sea Pep Guardiola el que acuda a la inauguración de la nueva Avenida de Sabadell, cuyos carteles ya pueden verse en los mupis publicitarios de dicha vía urbana. La misma entidad ha confirmado que no se cambiará el nombre de la Av. Antonio Ramos Carratalá, pero sí que se estudia rotular las calles cercanas con el nombre de los 187 socios fundadores del Banco de Sabadell allá por 1881, algo que en Alicante tiene sus precedentes en Benalúa, donde sus calles llevan el nombre de los fundadores del barrio.


Mupi con el cartel de Pep Guardiola situado en la calle
Caja de Ahorros esquina con Antulio Sanjuan

La nefasta gestión de los últimos directivos de la CAM nos ha llevado a esto. Con la desaparición de la Calle de la Caja de Ahorros y su sustitución por Avenida Sabadell se da un nuevo paso, quizá el último, para borrar la historia de nuestra entidad de ahorro alicantina.

fuente: Banco Sabadell-CAM


ACTUALIZACIÓN. LA INOCENTADA QUE SE CONVIRTIÓ EN REALIDAD:

Por surrealista que parezca, esta inocentada se hizo realidad en 2016. Pinchad en los enlaces:

- Las calles Kiko Sánchez y Caja de Ahorros pasarán a ser Pedro Ferrándiz y Alejandra Quereda
- Malestar en Alicante Vivo por el cambio de nombre de la calle Caja de Ahorros




21 diciembre 2011

EL ORIGEN DEL BARRIO DE CAROLINAS (Y DE SU NOMBRE)

A finales del siglo XIX la ciudad de Alicante experimenta un importante desarrollo a diferentes niveles (sociedad, demografía, cultural…) en el que se ven involucrados los alrededor de 20.000 habitantes que hay en esta ciudad alrededor del año 1880. El siglo XIX había estaba cargado de adelantos que habían salpicado a nuestra ciudad y ésta, gracias al buen dominio de las élites intelectuales del momento, experimentaba su mejor momento en mucho tiempo y estaba experimentando y disfrutando un momento brillante que abarcaba a toda la provincia ya que se estaba realizando la carretera a Alcoy que uniría así, la ciudad con un gran foco industrial. Además el tren de Madrid ya llegaba a Alicante siendo alcalde de la ciudad José Gabriel Amérigo, se contaba con dos refinerías de petróleo, cuatro fábricas de harina, una fábrica de chocolate, se había inaugurado ya el alumbrado público, la calefacción por gas se hacía presente en nuestra ciudad, se inauguró también el primer asilo de ancianos, se cambia y reorganiza el parque de bomberos, etc. Todo esto va haciendo que la ciudad crezca demográficamente y se expanda, motivo que hará necesario el nacimiento de nuevos barrios en los que se irán edificando casas de nueva planta que le irán dando forma y vida a esas nuevas zonas habitadas.

Paralelamente al crecimiento de Alicante como ciudad se produce en Francia una invasión de filoxera que acabó con la gran mayoría de sus viñedos. Francia había atacado indiscriminadamente Alicante en 1691 con un bombardeo terrorífico que la dejó asolada quedando en pie únicamente trescientas casas de tres mil que tenía tras ocho días en los que lanzó la bárbara cifra de cuatro mil bombas. Ahora se veía obligada a recurrir a nuestras tierras para recuperarse de las pérdidas que la plaga de filoxera le había causado en su comercio de vino. Se firmó un tratado comercial entre España y Francia, que alcanzaría una duración de doce años y a lo largo de ese periodo de tiempo Alicante se convertía en el puerto principal de embarque para la exportación del producto de la vid a Francia. Nuestra ciudad, debido a este suceso, en el año 1880 inicia el enorme despegue promovido por el vino que ya hemos visto en el párrafo anterior. Los ciudadanos alicantinos se volcaron con la producción de este caldo pero cada vez la demanda aumentaba y llegó al punto de ser mayor que lo que Alicante podía ofrecer. Por lo tanto, se dio una masiva llegada de empresarios y trabajadores franceses a los que se sumaron agricultores de alrededores de nuestra provincia (sobre todo de la zona de Castilla-La Mancha) que se afincarán en nuestra ciudad alcanzando en un solo año un aumento del 25% de la población pasando a tener en estos momentos 35.000 habitantes.

Pero la pequeña ciudad de Alicante no era suficiente para dar alojamiento a toda esta nueva muchedumbre. Por lo tanto toda está nueva gente se fue asentando en nuevas casas que se iban construyendo alrededor de la histórica ciudad que había derribado sus muros debido al incremento demográfico. Una de las zonas del suelo alicantino en las que se comienzan a formar una ligera aglomeración de casas es la zona norte del extramuros del Castillo de Santa Bárbara, en la zona que hoy conocemos como el barrio de Las Carolinas. Esta barriada aparece como tal en el año 1886 y en ella se encontraba una calle central que servía de eje. Era la calle Sol, primera vía de este barrio, y estaba constituida por una serie de pequeñas casas bajas de una sola planta y con el típico tejado a dos aguas y un pequeño patio en la parte posterior. Esta calle tenía su entrada en la calle Garbinet y su salida por la parte superior, en dirección hacia Villafranqueza (por lo que hoy está la Vía parque).



Poco a poco se fueron creando más casas del mismo estilo y, al ser contemplada esa zona desde la parte de la ciudad que antes era amurallada, recordaban a la gente a un archipiélago de islas que estaba en boca de la gente en esos momentos.

Alemania y España se las veían en un conflicto por las Islas Carolinas en el pacífico, un conflicto que el Papa León XIII finiquitó a favor de España. Duraría pocos años este archipiélago en manos españolas porque en 1898 España vendió las Islas a Alemania.

Vista cenital del barrio en 1945.

Los diarios se hacían eco de estos acontecimientos en el otro lado del mundo y tuvo mucha repercusión en la sociedad que por todos los cafés comentaban y opinaban sobre lo ocurrido en estas islas. Los periódicos mostraron incluso alguna foto en la que se veía los islotes desperdigados por el mar, alejados de tierra firme. Todo el mundo conocía la forma de estas islas y al echar la vista hacia la zona norte de Alicante había algo que les recordaba a esas islas. Eran las casas que iban surgiendo en un nuevo barrio, poblado por los agricultores y trabajadores que ya hemos visto antes que llegaron a trabajar la vid a nuestras tierras. El crecimiento se producía de forma anárquica debido a la improvisación y la rapidez por construir. La gente comenzó a comparar esas casas con las islas del archipiélago de las Carolinas en el océano Pacífico y poco a poco, de la comparación se pasó al hecho y todo el mundo llamaba de forma popular Las Carolinas a esas casitas que iban siendo cada vez más numerosas. La zona se llenó y se fue creando una vida social dentro de este barrio que ya había adoptado ese nombre de Las Carolinas que hoy con orgullo para su gente sigue siendo su nombre.

VICENTE GARCÍA BLAY


18 diciembre 2011

EL FUGAZ CANTÓN ALICANTINO (PARTE 2)



La insurrección de Cartagena.


El empeño de las Cortes Constituyentes republicanas naufragó en el mes de julio. El día 1 la minoría republicana intransigente se retiró de ellas, y el 8 la huelga general se transformó en revolución social en Alcoy. En Madrid los intransigentes comandados por Roque Barcia formaron un Comité de Salud Pública que llamó a la revuelta regional y a la formación de cantones. El 12 se proclamó en Cartagena el cantón, el 19 en Torrevieja, Almansa, Sevilla y Cádiz, el 20 en Castellón y Granada, el 21 en Málaga, y el 22 en Alicante, Valencia, Bailén, Andújar, Tarifa, Algeciras y Salamanca. El gobierno presidido por Pi y Margall cayó el 18 desbordado por tal estallido.

Proclamación del cantón de Cartagena

De todas estas insurrecciones la más persistente y vigorosa fue la de Cartagena, base naval de primerísima importancia de la armada española. Manuel Cárceles encabezó la sublevación en la noche del 11 al 12. Por la mañana, siguiendo consignas del Comité de Salud Pública, la guardia del Castillo de Galeras no se dejó relevar y enarboló la bandera republicana roja. Las autoridades municipales dimitieron y se formó un Comité revolucionario. Desde Madrid se unieron al movimiento revolucionario el inquieto diputado por Murcia Antonio Gálvez, natural de Torreagüera, y el general Contreras. Gran parte de la marinería simpatizó con la causa, y fracasó por completo el intento de disuadirlos del ministro de marina Anrich, que consiguió alcanzar Alicante el 14 por la tarde antes de dirigirse a Madrid con rapidez. El 27 se formó en Cartagena el Gobierno provisional de la Federación Española presidido por Roque Barcia, que aguantaría hasta la entrada en la plaza de las fuerzas del general López Domínguez el 12 de enero de 1874.

La Cartagena cantonalista no surgió por azar, como muy bien ha explicado Juan Bautista Vilar. Hacia 1870 los escoriales y carbonatos más superficiales de su serranía se habían agotado, y su explotación requería mayores inversiones para excavar las oportunas galerías. Miles de mineros de La Unión en paro exigieron del Comité un jornal de supervivencia. El impulso dado a la armada española desde 1859 no compensó el declive de la construcción y reparación de buques en el Arsenal en relación a sus días de esplendor del siglo XVIII: la fragata blindada Numancia se construyó en astilleros franceses en 1863, la Victoria en británicos en 1865, y El Ferrol se alzó con la de la Tetuán. Las condiciones de los marineros, reclutados mayoritariamente a través del sistema de la matrícula del mar, tampoco resultaron favorables en los tiempos de la Guerra del Pacífico y Méndez Núñez. La propaganda liberal politizó las ideas de no pocos de ellos al filo de la Gloriosa Revolución del 68.

Con la confianza que le otorgaban sus potentes defensas y la disposición de una parte muy selecta de las unidades navales españolas (como la Numancia, la Victoria, la Méndez Núñez, la Tetuán, la Almansa y el Fernando el Católico) y el grueso de los batallones de Iberia y de Mendigorría, los cantonalistas de Cartagena se aprestaron a expandir territorialmente su causa tanto por razones ideológicos como de necesidad económica. La ciudad de Alicante era uno de sus objetivos.

Estado del republicanismo alicantino.

El ideario demócrata conquistó la voluntad de muchos alicantinos a finales del reinado de Isabel II. De 1864 data la organización del Círculo de Artesanos. La Junta Revolucionaria alicantina, de predominio demócrata, remarcó el 30 de septiembre de 1868 el deber de los ciudadanos de hacerse dignos de la libertad para ganarse el respeto de los pueblos libres, palabras que no cayeron al vacío en nuestra extrovertida ciudad durante las temibles jornadas de 1873.

Gran parte de los demócratas se inclinaron por el republicanismo, como ya hemos dicho, y entre 1868 y 1869 hicieron gala de su fuerza asociativa, publicitaria y electoral. En las elecciones municipales de diciembre de 1868 obtuvieron 2.179 votos frente a 2.136 de los monárquicos. Se formó un ayuntamiento de mayoría republicana encabezado por Maisonnave. Los honrados vecinos de Alicante podían cooperar con las nuevas autoridades ingresando en el batallón de los Voluntarios de la Libertad, a lo que animaba el periódico de Maisonnave El Correo de España. Este batallón era una milicia ciudadana formada por ocho compañías de cada distrito urbano, a las que se agregaron una 9ª. y una 10ª. de veteranos republicanos de tiempos del Bienio Progresista (1854-56). El alcalde, según el decreto orgánico del 17 de noviembre de 1868, tenía la potestad de convocar su alistamiento ante el peligro de alzamiento armado, como el representado por las partidas carlistas. Los propios voluntarios escogían a los capitanes, al comandante y a sus dos ayudantes.

La solidez de este baluarte demócrata fue mermada por las divisiones entre los republicanos moderados y radicales, pues el populismo republicano abrazó desde influyentes comerciantes, molestos con la marcha general de España y más inclinados hacia el moderantismo, a menestrales y jornaleros, ya vinculados algunos al naciente obrerismo y al cooperativismo. La actitud a seguir ante la instauración de un nuevo régimen monárquico, que no parecía escuchar las reivindicaciones populares, aumentó sus diferencias. En mayo de 1869 los radicales alicantinos firmaron el Pacto de Tortosa como aval para una España federal, y en octubre de 1869 se sumaron a una fracasada insurrección, que tuvo como consecuencia la disolución del consistorio republicano y la imposición de otro monárquico. Aunque la represión no consiguió acallar las voces más exaltadas en Alicante, la fuerza de los moderados les impidió conquistar el poder local por sí mismos como en la Cartagena del 73.

Eleuterio Maisonnave y Cutayar

En estas lides la figura de Eleuterio Maisonnave y Cutayar resultó clave. Miembro de una acaudalada familia de comerciantes de origen francés, en su juventud abogó por el librecambismo y el reformismo social. Secretario de la Junta Revolucionaria y del Gobierno Civil en 1868, se alzó con la alcaldía de Alicante. Su dedicación a la redención de nuestros quintos y a la lucha contra la epidemia de fiebre amarilla del verano de 1870 le granjearon muchos aprecios populares. En calidad de diputado defendió en el Congreso los intereses alicantinos. Promotor de medios de comunicación y animador de una tupida red de amistades y alianzas sociales (no ajena a su adscripción a la masonería a partir de 1876), supo forjarse una sólida posición local apta para catapultarse al primer plano de la política española del tumultuoso 1873. Cauteloso partidario del mantenimiento del orden social, se movió con astucia en la vida pública. Pese a suscribir el Pacto de Tortosa, al final de 1869 se conformó con una simple descentralización municipal y provincial. Fue un comandante de los Voluntarios de la Libertad que no llamó a la insurrección, y un alcalde que hizo de la necesidad virtud cuando dimitió tras el fusilamiento del radical Froilán Carvajal. De su templado proceder informó favorablemente el gobernador civil al ministro de la gobernación. Ministro de Estado bajo Pi y Margall, ocupó la cartera de gobernación con Salmerón y Castelar, sobresaliendo por su contundencia contra carlistas y cantonalistas. La Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores lo denunció en noviembre de 1873 como un perseguidor cruel y arbitrario gustoso de las detenciones arbitrarias, verdadero consorte del dictador Castelar. Su enérgica personalidad representó el giro conservador de una burguesía partidaria de los derechos individuales temerosa del desbordamiento popular. Su empeño en convertir Alicante en el valladar contra el cantonalismo fue coronado por el éxito.

La retirada de las autoridades gubernamentales.

Antonio Gálvez, como general del Cantón de Murcia, intimó el 18 de julio a las autoridades de Alicante a dejar salir hacia Cartagena el vapor remolcador anclado en nuestro puerto. El 19 se supo por correspondencia tomada a los radicales que los cantonalistas aprestaban una fragata. El domingo 20 a las siete de la mañana la fragata Victoria pasó a la vista de Torrevieja, a las tres de la tarde se le avistó a la entrada de la rada alicantina, y a las cuatro y media fondeó en nuestro puerto.

Su amenaza no podía de ningún modo tomarse a la ligera. Comandada en aquella ocasión por el marino torrevejense José Solano Huertas y tripulada por unos quinientos hombres, la Victoria era una de las naves más rápidas de nuestra marina de guerra, junto a la Numancia y la Tetuán, pero no de las de mayor dotación artillera, honor que correspondía a las más lentas fragatas de hélice Villa de Madrid, Almansa y Navas de Tolosa. Provista de dos chimeneas, esta fragata acorazada con costados y reductos de 14 centímetros era una de las unidades más poderosas y modernas de la armada española. Tenía de eslora 90´17 metros, de manga 17´34 y de calado 8´60. Con la fuerza de mil caballos desplazaba 7.250 toneladas a una velocidad de 12 nudos. De su sala de máquinas se encargó el británico Samuel Ligthon, empleado en la base y maestranza naval de Cartagena que se sumó a la revolución cantonalista, de la que posteriormente huiría desilusionado a Orán, peripecia vital digna de la novela de 1936 de Ramón J. Sender Mr. Witt en el Cantón. El mantenimiento mensual de la nave en situación armada ascendía a unas 25.800 pesetas de la época, lo que sin duda pesó en las exigencias de dinero de los cantonalistas, y estaba artillada con treinta cañones de 20 centímetros capaces de sembrar la destrucción en los más de 3.900 edificios del caserío de una ciudad que sobrepasaba los 21.000 habitantes, ya desencorsetada de gran parte de su recinto amurallado. La zona militar o estratégica de la plaza ya se reducía al Castillo de Santa Bárbara, con un parque de artillería de un mínimo de seis piezas, y de su fortaleza avanzada del Castillo de San Fernando, apoyada en el mar en la cortina de San Francisco con los torreones de San Nicolás y San Cayetano.

Con independencia de su potencia militar efectiva, la fragata Victoria puso en manos de los cantonalistas una baza de disuasión notable en la guerra psicológica de nervios que iba a librarse. El alcalde Manuel Santandreu, seguidor de Maisonnave, sondeó los días 18 y 19 la disposición de los Voluntarios de la Libertad a resistir la embestida cantonalista. Las simpatías de algunos por la causa radical no obstaculizaron que mayoritariamente se expresaran a favor de acatar la autoridad del gobierno de Madrid y de sumarse a la revolución sólo si su triunfo se generalizaba.
Sin embargo, el veinte por la mañana las cosas ya se juzgaron de diferente forma. Ciertos grupos de Voluntarios se mostraron disconformes de entablar combate con otros republicanos en caso de desembarco, un parecer contrario al de los liberales conservadores acaudillados por Federico Bas, diputado por el distrito de Elche y director de El Constitucional. El apoyo de las fuerzas vivas alicantinas temerosas de la revolución no disuadió al gobernador civil José María Morlius de abandonar la ciudad hacia Novelda aduciendo órdenes del gobierno de Pi y Margall. En tales circunstancias los gobernadores de Valencia y Castellón también se retiraron a Alcira y Nules respectivamente. Se dijo querer evitar una hecatombre estéril de Alicante y una capitulación humillante para el honor de la autoridad republicana, pero sobre los conciliadores cayó el descrédito y las acusaciones de connivencia y cobardía. Al presidente de la Diputación, el republicano Juan Mas, se le confió la autoridad civil en aquellas tristes circunstancias. Se revivió el triste espectáculo del abandono por gran parte de sus autoridades del estío de la fiebre amarilla de 1870.

Al menos el gobernador militar, el brigadier Juan Ruiz Piñeiro, pensó por un instante en encastillarse con toda la guarnición en Santa Bárbara para salvar el honor y proteger a la población civil, idea que no fue secundada por sus jefes subordinados, partidarios de marchar con el grueso de sus tropas en columna a un punto más seguro. La agitación radical ante el gobierno civil los alarmó sobremanera. Así pues, el animoso brigadier se retiró a su domicilio particular y traspasó el mando al coronel Pascual Sanjuan. Sólo unos cuantos soldados y una dividida milicia cívica quizá plantaran cara a los atacantes. No pocos civiles huyeron de la capital asustados. Alicante parecía a punto de rendirse ante los cantonalistas llegados en la Victoria.

La negociación armada y la proclamación del Cantón alicantino.

Con sus seguidores en la calle y la fragata en el puerto los cantonalistas tuvieron todas las de ganar durante aquella tarde estival del 20 de julio. Comandados por el mismo Antonio Gálvez, optaron por sumar a su causa a los republicanos más remisos a través del diálogo, respaldados con suficiencia por su fuerza coactiva. Los seguidores del gobierno de Madrid dispusieron unidades de Voluntarios en las Casas Consistoriales, telégrafos y la sucursal del Banco de España. Las piezas estaban ya ubicadas sobre el tablero antes de comenzar las negociaciones en el gobierno civil.

Allí el desembarcado Gálvez indicó que su llegada respondía al deseo de alentar el movimiento revolucionario, ayudando a sus seguidores alicantinos, y a la necesidad de allegar para la causa recursos, correspondiendo a Alicante la entrega de quince a veinte mil duros. De Juan Mas obtuvo circunstancialmente una respuesta benevolente, pero no de Sanjuan ni del alcalde Santandreu. Según Nicasio Camilo Jover, Gálvez tampoco cosechó una recepción más cálida en su alocución a las masas ciudadanas. En todo momento el jefe cantonalista quiso comunicar telegráficamente a Madrid la incorporación de Alicante a la revolución que modelaría la República española de abajo a arriba, tratando de impedirlo los moderados alicantinos. Sin embargo, la retirada definitiva del brigadier Ruiz Piñeiro los dejó en una posición todavía más débil. Una compañía de Voluntarios relevó a las tres del batallón de Soria que guarnecían el Castillo de Santa Bárbara. Aun así se rogó al coronel Sanjuan que no entregara a los cantonalistas las dependencias militares, los presos y sus causas al menos hasta el día siguiente. En aquel verano el hastío hacia las quintas, la indisciplina y las deserciones minaron a las fuerzas armadas, reducidas a las tropas más veteranas y a unidades de la Guardia Civil.

Con las últimas luces del día veinte se formó en la Diputación una Junta Revolucionaria, embrionaria del futuro Cantón alicantino. Con acritud Gálvez presionó al Ayuntamiento a cederle todo el poder, lo que se logró tras duras disputas verbales entre los Voluntarios. En las Casas Consistoriales, finalmente, se alumbró en la noche del 20 al 21 una nueva Junta Revolucionaria de Salud Pública. Aquella España republicana sumó momentaneamente un nuevo cantón federal.
Su alcance social y territorial.

El Cantón de Alicante fue flor de un día, el 21 de julio del 73. Tras su derrota, Nicasio Camilo Jover lo conceptuó con desdén de poder imaginario elegido a sí mismo. La composición de la Junta Revolucionaria abrazó a ocho representantes municipales de Alicante (Manuel Sáez, Faustino Uriarte, Rafael Jordá, Juan Such, José Charques, José Marcili, Eduardo Oarrichena y Eduardo Carratalá), dos de Elche (Juan Ruiz y Francisco Baeza), y uno respectivamente de Villena (José Martínez), Aspe (Antonio Botella), Monóvar (Jaime Villate), Novelda (Francisco Rico), Orihuela (Fausto Ginestar), Callosa d´En Sarrià (Manuel Navarro), Torrevieja (Pedro Vallejo), Villajoyosa (José Nogueroles) Benidorm (Vicente Zaragoza), Denia (Marcelino Codinas), y Alcoy (José Puig). Se pretendió integrar en la Junta a los republicanos federales de todas las tendencias, sin llegarse a dictar medidas de claro radicalismo social por temor a estallidos como el obrero de Alcoy entre el 8 y el 13 de julio.

El municipio, y no el partido judicial o el distrito, encarnaba directamente la soberanía popular, y todo Cantón se forjaría a través de la federación de municipios afines. De todas las localidades alicantinas fue la de Torrevieja la que mantuvo una actitud más desenvuelta y autónoma, autoproclamándose Cantón el 19 de julio. Relléu invocó su protección, y a la caída del Cantón de Alicante algunos de los republicanos torrevejenses se decantaron por ingresar en el de Murcia

El Cantón alicantino no pretendió alterar el territorio provincial forjado en 1836 ni participar en la resurrección del reino de Valencia, en línea con ciertas ideas del foralismo más progresista. El episodio cantonalista nos permite revisar el estado de la cuestión provincial alicantina pasado el ecuador del siglo XIX.

De nuestra provincia se tuvo una idea generalmente positiva, y no se consideró ningún fracaso humano o administrativo. Pese a la división del antiguo reino, no se negó la valencianía de la mayoría de los alicantinos. En 1868 Vicente Boix, prohombre de la Renaixença, consideró Alicante una provincia hermana, al igual que la de Castellón, que formó parte importante del reino valenciano. Todavía no había sonado la hora de señalar el carácter artificial de una provincia que enlazaba elementos históricos de las Coronas de Castilla y Aragón, como haría Rafael Altamira en 1905, y Eleuterio Llofriu celebró en 1872 la variedad paisajística que imprimía donaire y gracia a los diferentes tipos de la mujer alicantina, de notable abnegación, laboriosidad, belleza y religiosidad, y constantemente preocupada por sus hijos. El orgullo de la Millor Terreta del Món cobijó a toda la provincia en el sentir de Llofriu, y ciertos autores españoles singularizaron a los alicantinos como grupo diferenciado. En 1844/45 Pascual Madoz no apreció entre ellos las distinciones temperamentales que se daban entre los serios castellonenses del interior y los más risueños del litoral, y destacó su constancia y amor al trabajo fundamentado en el conocimiento, capaz de doblegar a las fuerzas de la naturaleza, y la inesperada violencia ante el contrario de personas de conducta generalmente civilizada. En 1869 Roque Barcia los distinguió de los valencianos, grandes defensores de la igualdad, y resaltó su laborioso temperamento, similar al de los murcianos. Ya en 1887 el singular federalista Valentí Almirall especificó entre los pueblos catalanes de la Península a los alicantinos junto a los valencianos, sin hacer mención de los castellonenses. En estas valoraciones ya asoma la observación del carácter complejo y fronterizo de las tierras alicantinas, que tanto daría que hablar en la segunda mitad del siglo XX.

Sobre esta base los liberales del Sexenio procuraron reforzar la actividad y la autonomía provinciales entre 1868 y 1870, enmendando los abusos centralizadores de los moderados de tiempos de Isabel II. Los cantonalistas desearon llevar estos principios a sus últimas consecuencias. El derrocamiento del centralismo por el federalismo, en opinión de Roque Barcia, transformaría a las enfrentadas localidades feudales de España en municipios democráticos que conformarían realmente una gran familia nacional. El naufragio del cantonalismo alicantino no cabe atribuirse, en suma, a la carencia de patriotismo local o de pretensiones de regenerar la vida municipal, sino a que sus vientos soplaron en Alicante a favor de las velas del republicanismo más conservador.

El forcejeo político.

En una jornada marcada por un intenso estado de agitación en toda la ciudad, especialmente visible en la Plaza del Mar y en la Calle Mayor, y por la apresurada marcha de muchos vecinos, la presidencia de la Junta recayó en Antonio Botella, cuyas disposiciones encontraron la enconada resistencia de muchos funcionarios municipales en general y en particular del comandante de marina accidental Emilio Pascual del Pobil, de antiguo linaje aristocrático.


La decisión de entregar a las partidas de Payá y Bertomeu las armas guardadas en las Casas Consistoriales fue contestada con energía por los capitanes de los Voluntarios Sáez y Nogueras. La petición de Gálvez del pago de 10.000 duros colmó el vaso, y la milicia alicantina se constituyó en Junta de Gobierno Provisional opuesta a la Junta Revolucionaria. El frágil Cantón se hacía trizas.

Ante el giro de los acontecimientos, Gálvez y sus subordinados embarcaron en la Victoria. Un negro rumor de bombardeo se extendió por toda la ciudad. Quizá los cantonalistas de Cartagena finalmente depositarían en el fiel de la balanza la potencia de su artillería con fatales consecuencias.

El fracaso cantonalista y sus razones.

La Junta de Gobierno Provisional comisionó al comandante Beltrán para negociar con Gálvez. Se desmintieron los extremos de bombardeo, y a las cuatro de la madrugada del martes 22 salieron de nuestro puerto un vapor remolcador y dos escampavías, y a las cinco la Victoria con el vapor Vigilante en pago a la causa.

Gálvez creyó contraproducente para sus fines propagandísticos abrir fuego, y se conformó ocasionalmente con dejar un espectral Cantón alicantino a su marcha. Gran parte de los republicanos alicantinos hicieron protestas de haber reconocido la autoridad del gobierno de Madrid en todo momento. Algunos de los más comprometidos abandonaron la ciudad con la Victoria y las otras naves. En un más tranquilo día 23 los gobernadores civil y militar volvieron a ejercer su potestad procedentes de Villena. Se restableció nuestro ayuntamiento y la alcaldía se confió a Anacleto Rodríguez. Los Voluntarios de la Libertad recibieron todos los agradecimientos, el brigadier Ruiz Piñeiro retornó con las tropas entre el alborozo de muchos, y se cesó al “intrépido” Morlius. Lorenzo Abizanda, de la plena confianza de Maisonnave, se encargó del gobierno civil, depurando la milicia de individuos sospechosos. La represión de los republicanos conservadores emprendió su camino.

Los expedicionarios de Gálvez habían sometido a la cantonal Torrevieja a extorsión el 22 de julio al retornar a su base de Cartagena. El 30 del mismo mes atacarían con éxito Orihuela. El 27 de septiembre sí abrirían fuego desde sus naves contra Alicante, donde el ministro Maisonnave les opuso resistencia al frente de fuerzas regladas y milicianas. Las seis horas de bombardeo no consiguieron vivificar su mortecina causa.

Sin el peso del republicanismo más autoritario el grueso de los Voluntarios de la Libertad no hubiera sido capaz de imponerse a los cantonalistas. Las redes interclasistas tendidas alrededor de los seguidores de Maisonnave acreditaron su eficacia, recibiendo la ayuda interesada de los grupos más conservadores. El cantonalismo ni supo ni pudo utilizar en su provecho el patriotismo local de la Terreta, tan exaltado por Maisonnave. Se conceptuó la irrupción en Alicante de cantonalistas del resto de la provincia de intromisión ajena en los asuntos particulares de la ciudad. La coacción de la Victoria agravó el sentimiento de humillación forastera, animando a la resistencia. El Cantón no se imponía a fuerza de expediciones militares.

Alicante, punta de lanza de la reacción republicana.

El fracaso cantonalista ante Alicante descubrió los puntos débiles de aquella revolución federalista. Maisonnave tuvo la inteligencia de presentarla como el modelo de la sensatez republicana en España ante el aventurerismo de los piratas de Cartagena. Todo ello reportó beneficios políticos y económicos muy pasajeros. Los ingresos de la renta de aduanas en la provincia de Alicante así lo acreditan:

Ejercicio presupuestario//Rdto. en ptas//Índice

1870-71//2.133.496//100
1871-72//2.509.312//117
1872-73//3.025.653//142
1873-74//5.354.243//251
1874-75//3.926.056//184

Cartagena dispuso de una fábrica de desplatación y de notables reservas de metal para acuñar moneda y comprar en la Argelia francesa. Dada su inferioridad, las naves obedientes a Madrid no bloquearon con eficacia sus comunicaciones, y patronos y contrabandistas de varias nacionalidades hicieron negocio en el Cantón. Sin embargo, su aislamiento terminal, los problemas de la Valencia cantonalista y la incidencia del carlismo en los puertos del Norte terminó por repercutir favorablemente en el comercio provincial alicantino en 1873-74, dentro de un ambiente de recuperación económica progresiva. Del Cantón de Alicante quedó el sobresaltado recuerdo de su fugacidad en la España de la Restauración.


VÍCTOR MANUEL GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo


Fuentes y bibliografía.

ALBA, Juan, La Cruz Roja en Alicante, Madrid, 1873.
ALMIRALL, Valentí, España tal como es. Edición de Antoni Jutglar, Barcelona, 1983.
ALTAMIRA, Rafael, Derecho consuetudinario y economía popular de la provincia de Alicante. Introducción de Antonio Gil Olcina, Alicante, 1985.
ANÓNIMO, Episodios internacionales y cantonales en 1873 por un testigo ocular, Alicante, 1878
ARTOLA, Miguel, Partidos y programas políticos, 1808-1936, 2 vols., Madrid, 1991.
BARCIA, Roque, El Catón político, Madrid, 1856.
-, La República Federal, Madrid, 1869.
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16 diciembre 2011

EL FUGAZ CANTÓN ALICANTINO (PARTE 1)

La accidentada llegada de la República

En 1868 una variopinta coalición de fuerzas liberales destronó a Isabel II. Cada una a su manera pretendió reformar la viciada vida política nacional y remontar la delicada crisis económica que laceraba España. Sin embargo, los buenos propósitos naufragaron y los enfrentamientos civiles desgarraron el país. El 10 de febrero de 1873 un asqueado Amadeo I abdicó del trono español en su nombre y en el de sus descendientes, y al día siguiente el Congreso y el Senado reunidos en Asamblea Nacional proclamaron la República por 258 votos favorables contra 32 contrarios. A las 17:50 horas del miércoles 12 se recibió en Alicante el telegrama que lo notificaba. Desgraciadamente el nuevo régimen no trajo tampoco la anhelada estabilidad. Los propios republicanos se combatieron entre sí con dureza. Mientras tanto proseguía la agotadora insurrección en Cuba contra la autoridad española, con la complacencia de los Estados Unidos surgidos de la Guerra de Secesión, y en Cataluña, Navarra y el País Vasco el dominio territorial de los carlistas ganaba en extensión. En estas circunstancias no pocos apostaron por un retorno de la dinastía borbónica reformada de sus defectos más clamorosos.


El Paseo de los Mártires en la
segunda mitad del siglo XIX


En el mes de julio del atribulado 1873 Alicante ya disfrutaba del paseo de la Explanada, del templete del Casino (lugar de reunión de los jóvenes enamoradizos), de los cafés concurridos y de los placeres de los baños estivales en los balnearios del Postiguet. Sus fondas y casas de huéspedes ya alojaban muchos forasteros en la ya denominada “temporada veraniega”. Este lisonjero panorama fue turbado entre los días 20 y 22 de aquel mes por la aparición de la fragata Victoria, en manos de los republicanos cantonalistas de Cartagena. Con la colaboración de algunos de sus seguidores alicantinos proclamaron un fugaz Cantón que no duró más allá de la presencia de la Victoria en nuestras aguas. Pese a que el pulso normal del verano pudo recuperarse, los cantonales retornaron finalizada la estación, y el 27 de septiembre bombardearon Alicante durante seis intensas horas sin conseguir sus propósitos. Tales acontecimientos quedaron grabados en la memoria de los alicantinos de la época. Abordamos en este artículo la primera parte de este episodio histórico, la del Cantón de Alicante.

El cantonalismo.

Este movimiento político de resultados bien sonoros en la Historia de España ha sido enjuiciado con dura severidad. Emilio Castelar abrió el fuego dialéctico el 30 de julio de 1873 en las Cortes Constituyentes. El cantonalismo socavó desde dentro la I República en el momento más inoportuno, destruyendo toda posibilidad real de acceso a la democracia. Tambaleó la unidad nacional con la animación de los peores instintos separatistas de diversas localidades de la Piel de Toro. Ocasionó un desorden intenso, a veces identificado con la anarquía, aunque los internacionalistas coetáneos no siempre le dieran su apoyo. Claro que tampoco el cantonalismo pretendió disolver la integridad nacional. Si queremos entenderlo lo mejor es estudiar sus aseveraciones y acciones, prescindiendo en la medida de lo posible de las descalificaciones más interesadas.

Sus orígenes se encuentran entre los demócratas españoles de la animada década de 1850, plena de cambios económicos y sociales de gran trascendencia. Entre ellos se produjo una intensa desilusión por la ruta por la que moderados y progresistas condujeron al liberalismo, en exceso complaciente a su criterio con las supervivencias del Antiguo Régimen. Figuras como Roque Barcia se confesaron admiradores del impulso popular atribuido a las Juntas locales del siglo XIX, contrario a todo autoritarismo centralista, y creyeron que una verdadera revolución instauraría la verdadera democracia política, religiosa, civil, judicial y administrativa, que se concretaría respectivamente en el cese de toda forma de absolutismo, en la completa anulación de todos los privilegios de la Iglesia Católica, en la aniquilación de cualquier vínculo nobiliario, en el establecimiento del jurado y en la abolición de las contribuciones discriminatorias lesivas para las clases populares. Este radicalismo liberal, en un sentido muy alejado del que se le daría hoy en día, se ligó a la verdad religiosa del Evangelio de la Libertad, que contempló a Jesucristo como uno de los primeros demócratas. A estas influencias de corte protestante, tamizadas por los católicos liberales y los utopistas de la Francia de la II República, se sumaron las de los primeros socialistas, especialmente de aquellos que como Proudhon defendían el principio de la libre asociación por el que un individuo autorrealizado a través del trabajo formativo compartía libremente su vida con los demás en comunidad. Enemigos de toda desigualdad, no resulta extraño que pronto se declararan mayoritariamente republicanos.

Más que postular una sociedad de masas en la que tuviera la hegemonía la propiedad colectiva o la estatal, defendieron una de pequeños y medianos agricultores, artesanos y comerciantes, vecinos de pequeñas y medianas poblaciones, encarnación viva del activo pueblo español que fue capaz de realizar la Reconquista y de expulsar a las tropas de Napoleón sin implorar la ayuda de la aristocracia. Profundamente imbuidos de las grandezas de la Historia de España según la sensibilidad decimonónica, plena de mitos de amplias resonancias políticas, concibieron la Patria como el país de leyes benéficas para sus naturales al estilo de los enciclopedistas ilustrados. No en vano algunos de ellos sostuvieron que los españoles carecían de verdadera Patria, caso de Santiago Ezquerra en 1869.

La mejor forma de convertir España en Patria de los españoles pasaba por una revolución, alejado del mero motín, que trajera el progreso. Distanciaría España de toda sombra de despotismo oriental degradador de la condición humana, y la acercaría a la vida pública de las ciudades libres del antiguo Imperio alemán y de los cantones suizos, semillero de gentes industriosas y afables. Las primeras servirían de modelo y espejo ideal a las urbes andaluzas, tan ricas en recursos de todo tipo como degradadas por culpa de su ordenación social. Estos demócratas dieron por buenos y asimilaron los mitos históricos de los liberales germánicos, que reivindicaron Suiza como la cuna entre montañas de la libertad europea, personificada en la figura de Guillermo Tell. En consonancia asimismo con la asociación del federalismo con el liberalismo en los Estados Unidos, el modelo confederal suizo aplicado a España favorecería su conversión en un régimen avanzado, donde las localidades y las regiones gestionarían con limpia honradez sus asuntos particulares sin la intromisión corruptora de los agentes del centralismo. Esta confederación española, a la que sería invitada Portugal, reviviría las glorias de nuestros Estados medievales (como la prestigiada Corona de Aragón) y sería ejemplar para el resto de Europa, capaz de unificarse a medida que la democracia progresara entre sus naciones.

En noviembre de 1872 el Consejo Provisional de la Federación Española expresó que se conservaría la división territorial provincial mientras se formaran los cantones federales sobre la base de los antiguos reinos hispánicos, evitando peligrosas disputas en tiempos revolucionarios (al menos por el momento). En el seno del republicanismo ya se había consumado la división entre republicanos centralistas y federalistas, divididos a su vez entre un sector más gradualista y otro más radical, el de los cantonalistas que exigieron su derecho a la utopía.



En suma, los cantonalistas eran los federalistas radicales que en julio de 1873 se lanzaron a la insurrección en varios puntos de la geografía española en la línea de las Juntas que se remontaban a la Guerra de la Independencia, sin dejarse arrebatar el triunfo político por alguna triquiñuela parlamentaria o extraparlamentaria habitual en la historia política del XIX español, aunque con ello comprometieran la viabilidad del proyecto republicano. Sus aspiraciones de reforma social distaron de las posteriores del socialismo revolucionario, y se mantuvieron dentro del marco demoliberal pese a ciertas posturas anarquizantes en algunos puntos. Quisieron rehacer España desde su base local y social de manera voluntariosa, pero su resultado práctico trajo una situación caótica, lo que los descreditó a ojos de muchos de sus coetáneos y de generaciones venideras. El cantonalismo se convirtió en sinónimo de destrucción de la unidad española y de separatismo localista, aunque no pretendiera realmente ni lo uno ni lo otro.

Sus contrarios.

El cantonalismo fue descalificado desde las diferentes posiciones del abanico político. Era el inevitable resultado de los desmanes del liberalismo demócrata, encarnación de la anti-España, según los conservadores. Friedrich Engels lo despachó como la precipitada e irreflexiva insurrección de los burgueses republicanos ansiosos de repartirse cargos y honores locales, a la que prestaron su insensata cooperación los bakuninistas, blanco de su crítica, incapaces de llevar a buen puerto la revolución proletaria.

Incluso dentro del propio republicanismo se le impugnó de distintas maneras. Pi y Margall, gran intelectual, no discrepó de ellos en cuanto a los principios de reforma social asociados a la federación, consignados en la proyectada Constitución de 1873 (fruto de una laboriosa velada de Emilio Castelar), sino en la forma de aplicarlos. En calidad de ministro de la gobernación se opuso en febrero del 73 a la suplantación de los ayuntamientos por juntas revolucionarias y a las ocupaciones de campos en Andalucía, Extremadura y Castilla. Tuvieron una corta vida las juntas de Sax, Muchamiel, El Pinoso y Orihuela. Sólo en las Cortes residía la capacidad de legislar. Tras imponerse sus seguidores en las elecciones a las Constituyentes de fines de mayo, presidió el gobierno de la República, que se proclamó federal sin ambages el 7 de junio. Ante el estallido cantonalista optó por el diálogo y el intento de conciliación, retirando las autoridades civiles y militares de las poblaciones que se decantaron por el cantonalismo con la intención de evitar derramamientos de sangre entre correligionarios.

Estos buenos propósitos no lograron encauzar por una senda más constructiva la insurrección cantonal, y los más conservadores seguidores de Salmerón y Castelar se decidieron por una alternativa más enérgica. La declaración de los buques cantonalistas como piratas por el poder de Madrid el 20 de julio de 1873 consagró definitivamente la división entre las dos repúblicas españolas. Mientras la cantonalista fue víctima de su propio confederalismo y de las derivas localistas (amenazando Cartagena enarbolar la bandera estadounidense el 16 de diciembre de 1873 ante el bombardeo enemigo), la del gobierno de Madrid cada vez se volvió más centralizadora y autoritaria, no vacilando en emplear a fondo los recursos del Estado de excepción.

El 28 de octubre del 73 manifestó el Partido republicano-democrático, valedor de la República más autoritaria, su más absoluta repulsa por el cantonalismo que degradaba España a la condición del Norte de África de los corsarios berberiscos. Defensores de los derechos civiles y políticos conquistados en la Constitución de 1869, se presentaron como los mejores garantes del progreso nacional contra esta sangrante “africanización”. Fueron partidarios de la descentralización municipal y provincial, pero no de la confederación de Estados, pues implicaba la desigualdad foral auspiciada por los carlistas y la arbitrariedad de un pacto que podía ser quebrantado a voluntad por las diferentes partes. No se amilanaron en el uso de la fuerza militar y recibieron la ayuda puntual de las fuerzas más conservadoras, prefigurando algunos elementos del Partido Liberal de la Restauración.

La visión de los hechos.

El tratamiento del cantonalismo ha ido evolucionando desde el relato censurador al estudio más comprensivo con las circunstancias, en muchas ocasiones sin pretensiones exculpatorias. Alicante ofrece un acabado ejemplo de todo ello.




En 1873, ya pasada la amenaza cantonalista, se publicó en nuestra ciudad 'Las fragatas insurrectas y el bombardeo de Alicante. Reseña de los sucesos ocurridos en esta ciudad desde el 20 de julio hasta el 31 de octubre del mismo año'. Era una obra de combate político, al igual que la de Constantí Llombart sobre el Cantón de Valencia. Gossart y Seya la imprimió, y su autor fue un redactor de El Constitucional, individuo correspondiente de la Academia de la Historia, que no era otro que nuestro conocido cronista y político progresista Nicasio Camilo Jover, nombrado secretario interino de la diputación provincial el 21 de octubre de 1870. Prefirió ocultar su identidad para reforzar su pretensión de ofrecer un relato objetivo de lo sucedido, consignando los documentos oportunos y absteniéndose de todo comentario por extenso. Su tono ya avanza el triunfo del positivismo en España. Sin embargo, sus intenciones distaban de ser neutras. La gravedad de los acontecimientos que relata con soltura le permiten resaltar su negatividad con expresiones como “Escusamos comentarios acerca de ese documento, en que con tanto cinismo se hacen las más falsas afirmaciones”. Por debajo de su contenida narración late su deseo de ensalzar a Alicante como la plaza fuerte de la sensatez política de España, haciéndose benemérita a toda la nación en una gesta digna de la de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia. Asoma el veterano historiador romántico de la Terreta de 1863 y el político que prestó su colaboración al ministro de la gobernación bajo Salmerón y Castelar, Eleuterio Maisonnave, que en su alocución del 21 de julio de 1873 en las Cortes ya estableciera la interpretación canónica de los hechos, la de la unanimidad alicantina en contra de los invasores cantonalistas (aunque Jover no dejara de reflejar las discordias entre los respublicanos alicantinos). El diario de don Nicasio Camilo, el progresista El Constitucional, apoyó a los republicanos más conservadores en la defensa del orden público y de la propiedad ante la agitación de las masas indoctas conculcadoras de la ilustración, la civilización y el progreso, a su entender. Entre los puntos fuertes de la versión de Maisonnave publicitada por Jover encontramos la hábil ligazón con el patriotismo local de Alicante, su épica narración y su aparición madrugadora en el 1873. La representación ese mismo año en Madrid de La Cruz Roja en Alicante, de Juan Alba, formó parte de una bien orquestada campaña propagandística. La anónima relación Episodios internacionales y cantonales en 1873 por un testigo ocular, publicado en el Alicante restauracionista de 1878, no le enmendaría la plana.

Su influjo todavía se dejó sentir a la altura de 1983, cuando el periodista del diario Información Fernando Gil Sánchez dedicó al episodio cantonalista dos de los veinticinco capítulos de su entrañable coleccionable Alicante de la A a la Z, todo un epistolario de cartas de amor a nuestra ciudad, que hoy en día aún leemos con gusto. Entre el final del franquismo y el inicio de la transición a la democracia creció el interés por el estudio del cantonalismo, tratado con mesura por el hispanista Hennessy. Tanto Vicente Martínez Morellá como Vicente Ramos aportaron nuevos documentos y recomendaron el estudio sereno de los archivos locales y nacionales. Corresponde a la profesora de la Universidad de Alicante Rosa Ana Gutiérrez Lloret el mérito de haber renovado desde 1985 el canon de Maisonnave-Jover, analizando con metodología moderna el republicanismo alicantino en sus facetas sociales y organizativas, y profundizando en el estudio de sus divisiones internas. Hoy en día ya no contemplamos los sucesos de 1873 bajo una luz maniquea, ya que los ricos y chillones matices de aquel año invitan a los historiadores a una observación más atenta.


Continuará


VÍCTOR MANUEL GALÁN TENDERO Fotos: Alicante Vivo

12 diciembre 2011

PRESENTACIÓ A ALACANT DEL LLIBRE 'LES DANSES DEL REI MORO D'AGOST'

Portada del llibre del nostre company
Pau Vicedo Mollà i Ana Melis


Les Danses del Rei Moro d'Agost. Cultura popular des de l'antropologia i la història

Aquest llibre ha estat escrit per Pau Vicedo Mollà i Ana Melis, del Departament d'Humanitats Contemporànies de la Universitat d'Alacant. Com el seu nom indica versa sobre "Les danses del rei moro d’Agost" una festa popular té lloc del 26 de desembre a l’1 de gener en aquesta localitat valenciana. El treball desgrana la festa per dotar-la de significat i contextualitzar-la en el folklore popular valencià.

La publicació es divideix en cinc apartats: un inicial de contextualització històrica i geogràfica del municipi d'Agost, una descripció de la festa basada en l'observació directa de la mateixa i amb testimonis dels propis participants, el tercer apartat, "Cercant els orígens" se centra en l'estudi de la festa des del seu inici i contextualitzant-lo tant amb la pròpia història local com amb la trajectòria festera d'altres municipis, "Les danses i els seus elements en la memòria col.lectiva", posa de relleu els diferents elements simbòlics de la festa , analitzant el seu significat i rituals, finalment, l'últim apartat fa una síntesi de l'estudi, clarificant. La publicació es complementa amb abundant material fotogràfic i d'un DVD que plasma totes les etapes de la festa en ordre cronològic.

LLOC: Casal Popular Tio Cuc. C/ Sant Leandre 6, Alacant
DIA: Dijous 15 de desembre de 2011 a les 7 de la vesprada



Pau Vicedo durant la presentació del
seu llibre a Agost (Foto: Alicante Vivo)



Informació treta del blog del Casal Popular Tio Cuc


07 diciembre 2011

LOS ORÍGENES ALICANTINOS DE LA CAM: LA CAJA ESPECIAL DE AHORROS DE ALICANTE

"En concepto nuestro, lo que conviene en Alicante es fundar por el momento una Institución que acumule el ahorro y lo haga productivo, prestando sobre alhajas y sobre el crédito de los mismos imponentes; que no sea refractaria a cuantas modificaciones aconseje la experiencia"

Eleuterio Maisonnave y Cutayar, 1877
Fundador de la Caja Especial de Ahorros de Alicante


Hoy nos levantamos con la triste noticia de la adjudicación de la Caja del Mediterráneo al Banco de Sabadell por un mísero euro. La Caja que tanto, y entre tantos, costó levantar para que sirviera de estímulo al ahorro del trabajador alicantino, la de todos nosotros, tengamos o no nuestros ahorros en ella, acabó siendo prostituida (nunca mejor dicho) al ladrillo. La Caja de Eleuterio Maisonnave, de Antonio Ramos Carratalá y por desgracia, la de todos aquellos que antepusieron su lucro personal sin límite al verdadero fin de nuestra Caja: el beneficio del ahorrador alicantino. Entre todos la mataron y ella sola se murió.

Con este modesto artículo queremos desde Alicante Vivo homenajear a nuestra lobotomizada Caja y contar cómo fueron aquellos esperanzadores comienzos alicantinos de la que luego se convertiría en la Caja (de Ahorros del) Mediterráneo.

Como cuenta Vicente Ramos en su magnífica obra "La Caja de Ahorros del Sureste de España", la creación de una Institución de Ahorro en nuestra ciudad se debió a la personalidad creadora y humana de Eleuterio Maisonnave y Cutayar, uno de los alicantinos más ilustres del siglo XIX. Abogado, Masón, Republicano y Revolucionario pero también Alcalde Constitucional de Alicante, Gobernador Civil de nuestra provincia y Ministro de Estado y Gobernación durante la I República.


Eleuterio Maisonnave y Cutayar (1840-1890)
Fundador de la Caja Especial de Ahorros

En la segunda mitad del siglo XIX el trabajador alicantino no disponía de una entidad que velara dignamente (recalco lo de dignamente) por sus ahorros. Los socorridos dobles fondos de cajones, colchones, cajitas debajo de la cama estaban a la orden del día en una ciudad de 32.000 habitantes. Gran parte del asalariado alicantino vivía prácticamente al día, imposibilitado de hacer frente a imprevistos económicos. Si se deseaba pedir un préstamo había que recurrir a los odiados Prestamistas, que con intereses de hasta el 100% de lo prestado hacían de la usura y de la opresión del más necesitado su forma de vida.

"Por esto deseamos que se establezca con buena suerte en Alicante la Caja de Ahorros, institución redentora de los débiles, para que, en las crisis por que atravesamos, en los momentos en que falta el trabajo, encuentren los menesterosos un recurso más, su ahorro, que les salve de pasar algunos días de mortal angustia, mortificados cruelmente por el hambre"

'Memoria y Estatutos para la creación de una Caja Especial
de Ahorros en Alicante'. 5 de marzo de 1877


El 13 de marzo de 1877, en el edificio de la Casa Consulado de la Plaza del Mar (hoy del Ayuntamiento) bajo la presidencia de Anselmo Bergez, nombrado democráticamente por aclamación, se leyeron los Estatutos, se cubrieron las cien acciones por valor de cien pesetas cada una y se formó la Comisión Nominadora. La Junta Fundacional se celebró el 16 de marzo de 1877 en la mencionada Casa Consulado presidida por el Presidente Interino y contando con la presencia del Notario Nereo Albert.

Los quince miembros del primer Consejo de Administración fueron: José Forner Pascual del Pobil y Estellés, Eleuterio Maisonnave y Cutayar (Presidente), Adolfo Faez y Eizaguirre, José Bueno y Rodríguez (Vicepresidente), Manuel Ausó y Monzó, Vicente Guillén y Fernández, Alejandro Augusto García y Pujol, Tomás Tato y Juliá, Marcelo Losada y Serrano, Leopoldo Laussat y Christiarnin, Juan Leach y Giró (Secretario), Rigoberto Ferrer y Tró (Vicesecretario), Enrique Cutayar y González, José Gabriel Amérigo y Morales, y Gregorio Carratalá Cernuda.

El 1 de julio de 1877 abría sus puertas la Caja Especial de Ahorros y Monte de Piedad de Alicante en la mencionada Casa Consulado, trasladándose en 1880 a la Calle Liorna (hoy López Torregrosa). Los primeros alicantinos que abrieron un cuenta fueron José E. Pérez Santos, José Álvarez de Coiñas, Manuel Ausó y Arenas y Francisco Carratalá Cernuda.





Dos instantáneas de la primera sede de la
Caja de Ahorros en la Calle Velarde

En 1883 a petición del abogado José Guardiola Picó, la Caja compra a Leandro Bas un solar en la Calle de Velarde donde se instalaría definitivamente la entidad. Con el paso de los años y con sucesivas ampliaciones, ese pequeño edificio que costó 38.496,62 pesetas daría lugar al hermoso inmueble que ocupa hoy Caja Mediterraneo en la manzana de las calles San Fernando, Velarde, Rafael Terol y Santiago.


Histórica sede de la Calle de San Fernando.
(Del libro "La Caja de Ahorros del Sureste de España)

La Caja Especial de Ahorros ya establecida en su nueva sede, acordaba en 1885 colocar un gran cuadro de su fundador Eleuterio Maisonnave en la Sala de Sesiones de la entidad, lo cual tendría lugar al año siguiente. Tres años antes había sido nombrado Presidente Honorario de la Caja.

El 5 de mayo de 1890 fallecía en Madrid Eleuterio Maisonnave. El Consejo de la Caja reunido en sesión extraordinaria el mismo día de su muerte acordaba recibir los restos del ilustre alicantino, colocar una placa conmemorativa en el Salón de Sesiones y devolver los 631 lotes de ropa de valor de una peseta en adelante a los más necesitados.

"El señor Maisonnave, con amor paternal hacia los desvalidos y congojados por las estrecheces de la vida, con un sentido práctico admirable, e impulsado por la inagotable ternura que sentía en su alma por todas las empresas humanitarias y grandes, concibió y llevó a la realidad, con el desinteresado concurso de los que atrajo a su lado para tan noble empresa, la fundación de la Caja de Ahorros, cuya honrosa gestión nos está confiada; Establecimiento que ha venido prestando hasta aquí valiosísimos servicios a los necesitados, salvándoles de la despiadada y cruel usura; Establecimiento que de hoy más seguirá prestándolos, doblemente santificado por la sublime sombra de su fundador, que aparecerá eternamente ante los ojos de todos los alicantinos agradecidos, y la cual protegerá este sagrado albergue, refugio del infortunio y amparo de la miseria, tabla de salvación, arrojada por el señor Maisonnave en el piélago de la vida alicantina para que a ella pudieran asirse los náufragos de la fortuna de alzan las manos al cielo en demanda de amparo y salvación en sus estrecheces"

Extracto de la alocución necrológica de Gregorio Carratalá Cernuda,
Segundo Presidente de la Caja, ante la muerte de su Fundador.
Día 5 de mayo de 1890

La Caja Especial de Ahorros quedaba huérfana. Su padre adoptivo y principal valedor durante décadas, Antonio Ramos Carratalá, tardaría unos años en llegar y en juntar a la gran familia, pero eso ya es otra historia...

...con el inesperado final que todos conocemos.


Gana la banca.



Fuente: "La Caja de Ahorros del Sureste de España (Vida y obra de Antonio Ramos Carratalá)". Vicente Ramos Pérez. Alicante 1965. Edita: CASE

ALFREDO CAMPELLO


05 diciembre 2011

DR. ÁNGEL PASCUAL DEVESA, HIJO PREDILECTO DE LA CIUDAD DE ALICANTE


El día 28 de noviembre de 2011, el Ayuntamiento de Alicante concedía el título de hijo predilecto de la ciudad a título póstumo a los médicos Ángel Pascual Devesa, Rafael Gandulla Coderch y Pascual Pérez Martínez por la labor sanitaria y humanitaria que desarrollaron durante el siglo pasado.

Dr. Ángel Pascual Devesa

El hecho de destacar al Dr. Ángel Pascual en este artículo obedece a una triple motivación personal. Por una parte a motivos profesionales que luego expondré, por otra a que su vida estuviera íntimamente ligada a Les Fogueres de Sant Joan, y su ejercicio profesional a Nueva Tabarca.

El reconocido periodista y escritor Francisco Aldeguer Jover define como foguerer de los de primera hora la figura de Ángel Pascual Devesa al hacer mención al mismo por vez primera en su conocido libro Las Hogueras de Alicante 1928-1994, pero la imagen que pretendo traer a la memoria en estas líneas merece una definición más completa y necesariamente amplia: médico, foguerer, poeta, republicano y humanista, pues tales fueron los inseparables aspectos que conformaron el todo de este ilustre y polifacético alicantino.

Como adelantaba, mi motivación para traer a colación a este injustamente poco conocido personaje alicantino ya he adelantado que es triple. En primer lugar por relación profesional, pues además de serlo él, D. Ángel fue padre y abuelo de grandes médicos alicantinos, y uno de sus hijos, el tristemente desaparecido digestólogo Dr. Ángel Pascual Megías, tuve el honor y el placer de que fuera mi profesor de Patología Médica I en 4º de Medicina, en el entonces Centro de Estudios Universitarios (CEU) de Alicante, de quien guardo un gratísimo recuerdo. En segundo lugar por la coyuntura festera, pues uno de sus escritos, muy poco difundidos, en el que este foguerer enamorado de la noche de la cremà pinta con sus palabras el colofón de nuestra Fiesta, me conmovió profundamente, por lo que se me antoja casi una obligación compartirlo con todo aquel que guste de leer estas líneas, y es por ello que lo guardo como colofón de las mismas. Y por último, porque en su ejercicio profesional entraba en su cupo asistencial Nueva Tabarca, donde tengo mis raíces ya que mi abuelo paterno fue nacido allí, descendiente directo de los cautivos genoveses rescatados por Carlos III de las cárceles de Túnez y Argel.

Edificio hoy derruido donde vivieron tres generaciones de la familia Pascual

Nacido en la población alicantina de Finestrat el 12 de febrero de 1890, llega de muy pequeño a Alicante donde su padre, Salvador Pascual Cabot, natural de La Nucía, abriría una farmacia en la Plaza de San Francisco, más tarde Plaza o Paseo de la Reina Victoria, Plaza del 14 de Abril durante la II República, y hoy Plaza de Calvo Sotelo. En el edificio anexo a la botica tendría su domicilio y posteriormente su consulta el Dr. Ángel Pascual, y más tarde sus hijos médicos. El edificio, un solar desde hace años donde todavía se aprecian sillares de piedra de la antigua casa, estaba situado frente al monumento dedicado a Eleuterio Maisonnave, que posteriormente se ubicaría en su emplazamiento original en el Paseo de Gadea, frente a la avenida que lleva su nombre, donde permanece en la actualidad.

Humanista precoz de inspirada literatura, aún adolescente (1906) escribía líneas como éstas, en las que ya quedaba patente su profundo alicantinismo:

Empezamos desnudos de esplendores,
sin recursos, sin guía,
luchando sin temor día tras día
con la fe de alcanzar días mejores
de venturas, de gloria, de alegría.

Y esas dichas llegaron;
los días que aspirábamos vinieron;
un puñado de jóvenes lucharon
un puñado de jóvenes vencieron.

Nuestro esfuerzo llevemos adelante
en esta hermosa y artística campaña,
y haremos de la tierra de Alicante,
que el mar tranquilo con sus ondas baña,
el vergel más florido de Levante,
el más bello rincón de nuestra España.

Antiguo edificio de la Facultad de Medicina de Valencia,
hoy desaparecido, en calle Guillén de Castro

Tras terminar sus estudios primarios y de bachillerato, se licenció en 1911 en la Facultad de Medicina de Valencia, licenciatura que le llevaría con el paso de los años, tras trabajar como interno en varias clínicas valencianas y ya de regreso en Alicante, a convertirse en un médico de prestigio, especializándose en pediatría, una especialidad que curiosamente no seguiría ninguno de sus descendientes médicos, viajando con frecuencia a Francia a congresos de la misma. Fue nombrado académico de la Real Academia de Medicina de Zaragoza en 1927 por los méritos contraídos en el ejercicio de su profesión.

Casa de Socorro de Alicante, en la Avenida de Zorrilla,
actual Avenida de la Constitución (AMA)

En nuestra ciudad ingresa por oposición en el Cuerpo de Beneficencia Municipal, trabajando en la Casa de Socorro, primero en los bajos del Ayuntamiento y más tarde en el actual edificio en la Avenida de la Constitución (entonces Avenida de Zorrilla), teniendo a su cargo los cupos del barrio de Santa Cruz y la isla de Nueva Tabarca, a la que viajaba todas las semanas. Era además médico del Reformatorio de Adultos, de la Renfe y de la Fábrica del Gas, situada ésta en las inmediaciones de lo que hoy es la calle Orense, junto a la Plaza de Galicia. Fue Inspector Municipal de Sanidad, y durante un tiempo también atendió en las instalaciones de la sección del Instituto Municipal de Puericultura conocida como La Gota de Leche, ubicadas en el Paseíto de Ramiro y destinadas a facilitar dicho alimento a niños sin recursos económicos. Fue el primer pediatra en ejercer en esta obra benéfica.

Edificio de La Gota de Leche, Instituto Municipal de Puericultura,
hoy desaparecido, sito en el Paseíto de Ramiro (AMA)

Humanista de fácil discurso, pronunciaba con frecuencia charlas y conferencias, especialmente en el campo de la pediatría y la puericultura, llegando en 1932 a la presidencia del Colegio Oficial de Médicos de Alicante, cargo que ostentaría hasta 1935, interviniendo asiduamente en las sesiones de la Sociedad Médico-Quirúrgica. Y esa actividad social y profesional, casi omnipresente en la ciudad, fue la que le llevó a frecuentar la tertulia que en el Hotel Samper, ubicado en la Explanada, reunía a la flor y nata de la sociedad alicantina. Así, el Dr. Ángel Pascual se codeó con personalidades como Emilio Varela, José Estruch, José Ferrándiz Torremocha o Eduardo Irles, íntimamente ligados tanto a Les Fogueres como a la masonería alicantina, fundamentalmente a la Logia Constante Alona, a la que perteneció D. Ángel con el nombre simbólico de Asclepíades, y de este modo llegó a la Fiesta. Cabe puntualizar, en este sentido, que la festividad por excelencia de los masones es el solsticio de verano, lo que explica el abundante número de personalidades ligadas a la Fiesta que eran miembros de esta institución de carácter iniciático, filantrópico y filosófico, que se funda en el sentimiento de fraternidad.

Salón de té del Hotel Samper, hoy desaparecido, ubicado en la Explanada de España,
donde se reunía la flor y nata de la sociedad alicantina (AMA)

Presto a colaborar con distintas comisiones y en variados actos, fue muy probablemente su discurso de exaltación alicantinista y foguerera, como mantenedor en el Festival de Elección de la Bellea del Foc de 1935, el que le llevó a ser designado al año siguiente Presidente de la Comisión Gestora, a la que no sólo estaba vinculado desde su creación en 1930 por José María Py, sino que ya participaría activamente en la fundación de la Fiesta dos años antes. Sucedió de este modo a José Roméu Zarandieta en el cargo, siendo el segundo médico en ostentar el mismo (el primero fue su amigo José Estruch Ripoll, médico odontólogo). Al año siguiente simultaneó este cargo con el de también presidente de la Foguera Plaza del 14 de Abril, hoy Calvo Sotelo. El Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Alicante, Lorenzo Carbonell Santacruz, le nombraría además Presidente de la Junta de Festejos de Alicante, y fue, por último, designado directivo del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Alicante.

Ateneo de Alicante. De izquierda a derecha: Ángel Pascual Devesa, Eliseo Gómez Serrano,
Carlos Carbonell, Hernández Catá, Rodríguez Albert, Felix Lorenzo y Pepe Juan (AMA)

En el área de la política, fue presidente local del partido Izquierda Republicana y Socialista, al que pertenecían personalidades de renombre como Germán Bernácer, Francisco Figueras Pacheco, Carlos Esplá, Rafael Altamira, Azorín, Rodolfo Llopis, José Guardiola Ortiz, José Pérez García-Furió y Oscar Esplá, muchos de ellos miembros a su vez de la plataforma cultural paralela al discurso político del citado partido, que se articulaba entonces en toda España y se denominaría Agrupación al Servicio de la República.

Bajo su mandato en la Comisión Gestora sería designada Bellea del Foc, en el Monumental-Salón Moderno, Carmela Ramos Ramos, de la Foguera Barrio de Benalúa, por un jurado en el que figuraban entre otros su esposa, Vicenta Megías Medina, y los pintores Emilio Varela y Gastón Castelló, leyendo durante el acto el popular locutor Pepe Moreno un escrito del propio D. Ángel.

Vapor Sidi-Bel-Abbès, Société Générale de Transports Maritimes à Vapeur, Marsella

Ese ejercicio, el Dr. Pascual Devesa formó parte de la embajada festera que se trasladaría a Orán el día 4 de junio a bordo del Sidi-Bel-Abbès, que organizó él mismo, acompañando a la Bellea del Foc y a sus Damas de Honor, junto a autoridades y representantes de la sociedad y el comercio alicantino, así como la famosa Banda de Música Los Claveles con el Maestro Flores al frente de la misma. En Orán tuvieron lugar varias fiestas en el Petit Vichy, el Casino, el Teatro Municipal, el Consulado de España y el Centro Español, y se le concedió la medalla de la ciudad al Alcalde de Alicante. Regresarían el día 10 a bordo del Tirman. Y por su parte la expedición de Orán devolvería la visita el 19 de junio, con su Bellea al frente, la señorita Ivonne Blaím, permaneciendo en nuestra ciudad hasta la cremà de su foguera, que plantaba en la hoy Plaza de la Puerta del Mar (entonces denominada Plaza de Joaquín Dicenta), en el punto donde actualmente lo hace la Foguera Explanada-Puerto-Postiguet, al pie de la Casa Carbonell.

Boceto y Foguera Orán 1936 (AMA)

Se plantarían ese año 31 monumentos foguerers, además de varios infantiles, y se prodigaban las barracas. D. Ángel, en este caso como Presidente de la Foguera Plaza 14 de Abril, conseguiría el Primer Premio de Primera Categoría con el famoso monumento de Gastón Castelló titulado Dichas y desdichas campesinas. Ese ejercicio sería indultado el ninot Gran jefe indio, de Ángel Berenguer, perteneciente a la Foguera Carolinas Bajas.

Tarjeta publicitaria con el boceto de la Foguera Plaza 14 de Abril 1936
(Archivo Armando Parodi)
Foguera Plaza 14 de Abril 1936 (AMA)

D. Ángel Pascual fue además el creador del hoy denominado Boletín Fogueres en 1935, saliendo a la venta el primer número como Órgano Oficial de las Hogueras de San Juan el día 7 de septiembre. Su título original era Fogueres de Alicante y el precio de suscripción mensual 50 céntimos.

Fue padre de seis hijos, tres de ellos médicos como él, que se especializarían en urología, aparato digestivo y otorrinolaringología. En la zona de la actual Bola de Oro tenía un chalet, Villa Vicenta, donde pasaba en familia las temporadas veraniegas, y dada su cercanía al campo del Alicante C.F., en numerosas ocasiones los jugadores del equipo se cambiaban de indumentaria en él.

Chalet Villa Vicenta, en el barrio de Carolinas, propiedad de la familia Pascual (AMA)

Aunque hasta su fallecimiento el 20 de junio de 1950 seguiría relacionado con la Fiesta con sus aportaciones económicas y literarias, siendo Foguerer de Honor en distintas comisiones festeras, sería la política la que truncaría su intensa unión con Les Fogueres, ya que a consecuencia de la Guerra Civil tuvo que pasar por el Reformatorio de Alicante, paradójicamente el mismo en el que ejerciera como médico, y los penales de Ocaña y Chinchilla hasta 1949, por auxiliar a la rebelión después de proteger a infinidad de curas, monjas, falangistas y otras personas que, de no haber sido por él, hubiesen acabado en el paredón o en la cárcel. Jamás dejó de frecuentar, aun enfermo, las sesiones de la Sociedad Médico-Quirúrgica.

Ángel Pascual Devesa. Retrato al carbón anónimo
realizado durante su estancia en el Penal de Ocaña

El Excmo. Ayuntamiento de Alicante puso su nombre a una calle en la Partida de Vistahermosa, concretamente a espaldas de la Clínica Vistahermosa, entre ésta y la carretera que va a Juan XXIII: calle Médico Ángel Pascual Devesa. Hoy además, como hemos visto, es hijo predilecto de la ciudad.

http://carrersdalacant.blogspot.com

La combinación médico/foguerer hizo del Dr. Pascual Devesa un polifacético humanista que, además de aficionado a la pintura, era un apreciable escritor de poesía en valenciano y en castellano, de una rica prosa, sencilla y sensible, de profundas raíces alicantinistas y foguereras. Prueba de ello es este justo colofón al que me refería al inicio de estas líneas y que deseo compartir con todo aquel que se asome a ellas, cerrando de este modo estas breves notas biográficas.

Las sombras se han espesado y en ellas laten con expectación los instantes del silencio que atisba, que espera.

La gente se estrecha inmovilizada con emoción de ofertorio.

Va a bajar una estrella y dejará una chispa entre los pliegues del vestido de Comunión que esta noche nupcial de San Juan le ha puesto a la "foguera".

Es el rito.

Hay unos parpadeos de desperezo en el resplandor breve que comienza al pie.

Se aviva; tiene sístoles y expansiones como un corazón.

Las siluetas y las llamas danzan encadenadas dentro de la "foguera" que parece un fanal...

El fuego se extiende, crece, sube, crepita, se peina en las aristas, acaricia y ciñe superficies, rostros, facciones; barrena en espiral las foscuras; trepa por las trombas de humo, recto, recto, arriba, cada vez más alto, más rápido, más intrépido.

La noche se ha abierto de par en par y huyen por sus puertas y se van las llamas viajeras; son las brujas de esta noche; se habían escondido allí, en el regazo que el arte les había ofrecido; y a la luz del incendio han descubierto el camino de la luna y escapan y vuelven a los horizontes sin fin, a las penumbras sin término... son nuestras quimeras; luz, pensamiento y exaltación.

¡Noche infinita de San Juan!

Voces de fuego, de esperanza, de sortilegio.

Es la vida; toda la vida, radiante y eterna en un consumirse, inacabable, de perpetua renovación.

¡Es la "cremá"...!

(Artículo compartido del blog "La Foguera de Tabarca")

 
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