27 agosto 2012

DE LA MADONNA DELLO SCHIAVO A LA VIRGEN DEL ESCLAVO


Cuando un medio de comunicación comete errores en la información que publica, suele ser debido a que ésta no ha sido debidamente contrastada. Cuando ese mismo medio publica reiteradamente errores a la hora de informar determinada noticia, la causa puede no estar ya sólo en dicho medio, sino en la fuente que ha emitido la información, bien porque ésta no ha sido todo lo correcta que debiera, bien porque no ha salido al quite del primer error publicado para subsanarlo, o bien porque no ha sido lo suficientemente concisa, clara y completa como para que el medio haya interpretado la información correctamente.

Pero cuando son todos los medios de comunicación que emiten una noticia los que cometen los mismos errores, de forma reiterada o no, la causa está inequívocamente en las fuentes de dicha noticia. Y esto ocurrió el pasado año en la primera representación de La Virgen del Esclavo en Nueva Tabarca, lo que podría conllevar cierta disculpa por aquello de ser la primera vez, pero ha vuelto a ocurrir en esta segunda ocasión, que además tiene vocación de perpetuarse en el tiempo. Y cuando se trata de la historia, de nuestra historia, connotaciones religiosas o legendarias aparte, la información ha de ser fidedigna y rigurosa, y debería además ser contrastada por los propios medios, a quienes igualmente hay que culpar, aunque en menor medida que a los promotores de la citada representación.


Es innegable que iniciativas como La Virgen del Esclavo están muy bien para reforzar el atractivo cultural y turístico de Nueva Tabarca, pero es imperdonable que sea a costa de importar historias foráneas, queriendo justificarse en un pasado remotamente común, cuando la propia historia de la isla es tan rica en sucesos y matices que no necesita ser reforzada por invenciones ni adaptaciones de leyendas marianistas de otras tierras. Tampoco es de recibo que la Diputación Provincial respalde y colabore con el evento, y no sea capaz de controlar la información que la entidad organizadora transmite a los medios.

Dada la afortunadamente extensa cobertura que los medios han dado a esta noticia, es imperdonable que se permita que en la prensa aparezcan afirmaciones e informaciones como estas:

...ha destacado la importancia de este evento, que pone en valor la historia y las tradiciones de un enclave tan importante para la provincia de Alicante como Tabarca y ha señalado que se trata de un evento cultural y lúdico-religioso que recrea los orígenes de la isla. (Información, 21 de agosto de 2012)

Se trata de una escenificación teatral que explica los orígenes de la población insular alicantina y la liberación de los esclavos tabarquinos por la supuesta intervención milagrosa de la citada Virgen.
(EuropaPress, 21 de agosto)

...historia que tiene ya más de 200 años y narra la liberación de los habitantes de la isla del cautiverio.
(.../...) ...este proyecto será, sin duda, símbolo de tradición y cultura para todos. (Las Provincias, 22 de agosto)

...participa en la obra interpretando a una reina mora, que aparece rodeada de un séquito de esclavos.
(Información, 22 de agosto)

La actriz vuelve a meterse en la piel de una reina mora en representación teatral de La Virgen del Esclavo, que escenifica los orígenes históricos de los habitantes de la isla.
(Información, 26 de agosto)

La isla de Tabarca volvió ayer tres siglos atrás en el tiempo para recordar sus orígenes.
(.../...) La obra rememora la leyenda que supuso a los tabarquinos la liberación de la esclavitud en 1798 de Túnez. (La Verdad, 26 de agosto)


En medio de la Plaça Gran de la isla está el trono de la reina mora, allí Sara Montiel recibe las ofrendas de sus esclavos que le entregan plantas, tiran pétalos y abanican con grandes plumas de pavo real.
(El Mundo, 26 de agosto)


Pues bien, ni estos fueron los orígenes de la isla, ni tiene nada que ver la Virgen del Esclavo con Nueva Tabarca ni con la liberación de sus habitantes, ni hay constancia histórica alguna de la supuesta "Reina Mora" (por muy Sara Montiel que la encarne), ni la liberación de los esclavos que fueron destinados a nuestra isla aconteció en 1798, como se afirma en la prensa. Así pues, arrojemos algo de luz a este lío, e intentemos que el amor propio haga que no se repitan estas tergiversaciones históricas en adelante, ya que lo hecho estos dos años, hecho está, y no tiene vuelta de hoja, ya que es improbable que se corrijan errores garrafales como estos en fechas inmediatas al evento.

Para empezar, se puede decir que en el Mediterráneo existen cuatro islas Tabarca: la Tabarka o Tabarqa tunecina, origen de todas las demás, situada frente a la costa de la ciudad de este mismo nombre, hoy unida al litoral por un pequeño istmo artificial; la ciudad de Calasetta, situada en la isla de Sant'Antioco, al suroeste de Cerdeña y unida a ésta por un istmo y un puente construido por los cartagineses; la ciudad de Carloforte, frente por frente a esta última, en la igualmente sarda isla de San Pietro, y cuyo municipio la ocupa por completo; y Nueva Tabarca, nuestra Isla Plana alicantina situada frente al cabo de Santa Pola o de l’Aljub.

Tabarka (Túnez)

Tratando de resumir esta historia, se puede decir que comienza con los hermanos Barbarroja y sus lugartenientes, que llevaban a cabo innumerables ataques piratas principalmente en las costas italianas y españolas, donde causaban numerosos destrozos y se llevaban cautivos para después canjearlos mediante rescate. Barbarroja se autoproclama rey de Argel, en 1534 conquista Túnez, y desde Trípoli hasta Orán se le someten el resto de pueblos, convirtiéndose en un formidable enemigo para España y los países ribereños. Ante tamaña amenaza, en 1535 el Emperador Carlos V (Carlos I de España) ataca y conquista Túnez, reponiendo al anterior rey, y en 1541 intenta conquistar la plaza de Argel para neutralizar los ataques corsarios, pero esta vez no tiene éxito y debe retirarse.


Cercana a la frontera entre Argelia y Túnez, en territorio tunecino, se encuentra la población de Tabarka, frente a la que está situada la pequeña isla del mismo nombre. Por esta situación estratégica, Carlos V la elige para construir un presidio custodiado por una guarnición de soldados, y como en sus inmediaciones existían ricos bancos de coral, el Emperador decide arrendarla a la familia genovesa de los Lomellini, firmándose el contrato en abril de 1540 para poder pescar coral en la isla tunecina, y a cambio España construye un presidio para quinientos hombres, fortificado y artillado, en el que siempre debía ondear la bandera española, de forma que España mantuviera una pequeña avanzadilla en esta zona.

Carloforte y Calasetta (Cerdeña, Italia)

La pesca del coral convirtió a la isla en una comunidad tan próspera que en el siglo XVII el número de habitantes empezaba a superar los límites de acogida. En 1738 el rey piamontés Carlo Emmanuelle otorgó a los tabarkinos permiso para poblar la isla sarda de San Pietro, cuya capital, en agradecimiento al monarca, pasaría a denominarse Carloforte. Pero peor suerte corrieron los que se quedaron en Tabarka, pues en 1741 la isla fue asolada por corsarios tunecinos que raptaron a más de 800 tabarkinos para ser vendidos en Túnez. Tras doce años de negociaciones y el pago de numerosos rescates, muchos de ellos recuperaron su libertad para iniciar una nueva vida en Calasetta, frente a Carloforte donde ya prosperaban sus hermanos.

Islas de San Pietro (izquierda) y Sant'Antioco (derecha), suroeste de Cerdeña, Italia

Nueva Tabarca (Alicante, España)

Pero no todos los esclavos tabarkinos tuvieron la misma fortuna y tuvieron que esperar a 1768, momento en que se da la coincidencia en el tiempo de dos acontecimientos dispares que marcaron la historia de la alicantina Nueva Tabarca y de sus habitantes: por una parte, el mencionado cautiverio de los tabarkinos en las cárceles de Túnez y Argel tras la toma de la Tabarka tunecina; y por otra, la necesidad del rey Carlos III de poblar la Isla Plana para evitar que fuera base de operaciones de los piratas berberiscos que asolaban la costa levantina, para lo que encargaría al Conde de Aranda la fortificación de la misma, pero sin éxito a la hora de conseguir que residiera alguien en la isla de forma permanente.


Así, el 5 de abril de 1768 el rey Carlos III firmó una orden que se transmitió a las tres órdenes redentoras: Trinitarios Calzados, Trinitarios Descalzos y Mercedarios. Dicha orden mandaba concertar un canje de cautivos argelinos por los españoles que habían quedado en Argel, sirviendo como mediador el embajador marroquí en España, Hamet Elgazel. El Conde de Aranda recomendó a Carlos III que, para apoyar la redención, se procediese al envío de cuatro navíos de guerra que hiciesen de escolta y actuasen a su vez como medio de intimidación. El 7 de octubre zarparon las naves San Vicente, San Isidro, Santa Isabel y la fragata Santa Teresa, además de una tartana. A los cinco días de navegación se encontraban en la bahía de Argel. El 26 de octubre los padres redentores saltaron a tierra, y procedieron al canje de 26 capitanes o patronos de barco a cambio de los arraeces argelinos. El resto se continuó según una norma establecida de un argelino por cada dos españoles. En esta situación apareció un temporal que obligó a los barcos españoles a levar anclas y dejar la bahía de Argel. Mientras, los padres redentores permanecían en tierra, encabezados por Fray Alonso Cano, para rescatar, esta vez pagando fuertes sumas de dinero obedeciendo las órdenes secretas dadas por el gobierno de Carlos III, al resto de los cautivos que poblarían Nueva Tabarca. La escuadra española regresó a la bahía de Argel el 23 de febrero de 1769, llevándose a cabo los últimos canjes tres días después. A la mañana siguiente embarcaron finalmente para España.

A su llegada a Alicante el 7 de marzo, donde permacerían unos meses para reponerse del viaje y las penurias sufridas, y adaptarse, se hizo un recuento de los habitantes de Tabarka, la célebre Matrícula de los tabarkinos que fueron destinados a poblar la Isla Plana, a la que llegaron el día 8 de diciembre de 1769, que a partir de entonces recibiría el actual y correcto nombre de Nueva Tabarca. 

La Madonna dello Schiavo

Pero la epopeya tabarquina aún tenía que ver un último episodio. Conforme se recoge en la Biblioteca Virtual Mercedaria, la ciudad de Carloforte en San Pietro sería sorprendida por 500 piratas tunecinos en la madrugada del 3 de septiembre de 1798. Éstos, después de desembarcar en la isla y vencer a los pocos soldados de la guarnición, invadieron las calles de la ciudadela y las casas de los habitantes que aún dormían. Entre escenas de ferocidad, de dolor y de desesperación de la población, por dos días saquearon la isla de San Pietro entera. Muchos habitantes lograron huir de la captura, escondiéndose en los campos o hasta simulando estar muertos. Entonces 933 carlofortinos, alrededor de la mitad de los habitantes, de toda edad y sexo, especialmente mujeres y niños, fueron hechos prisioneros, amontonados como bestias en sus naves y enviados a Nabeul, en Túnez, donde llegaron después de dos días de navegación. Allí los hicieron desfilar delante de la población local y luego vendidos en subasta, como mercadería. Comenzó para ellos, el 10 de septiembre de 1798, una dolorosa odisea. La situación de estos desventurados conmovió a las autoridades civiles de Cerdeña y especialmente a los mercedarios, que tomaron la iniciativa para lograr su liberación.

La suma pedida por cada cautivo era considerada enorme y absolutamente superior a las posibilidades de los pocos carlofortinos que escaparon a la captura, y del mismo Estado Sardo-Piamontés, reducido a muy mala situación económica por las guerras napoleónicas. Reunir los recursos necesarios para rescatar a estos desventurados fue empresa difícil y prolongada. Muchos cristianos se movilizaron en Italia y también en buena parte del resto de Europa. En modo particular se distinguieron los mercedarios que recorrieron todos los pueblos de la isla para recoger los fondos para la redención, ayudados en ello por los llamados "síndicos", obreros o hermanos de la redención, nombrados en cada población por el superior de la viceprovincia mercedaria de Cerdeña.

Iglesia de la Madonna dello Schiavo, Carloforte, isla de San Pietro, Cerdeña, Italia

Mientras tanto, los años pasaban y algunos cautivos habían muerto, de modo que en 1803 estaban reducidos a 783. Hacia el año 1800 un cautivo, llamado Nicolás Moretto, que gozaba de cierta libertad concedida por su patrón, encontró abandonado en la orilla del mar parte del mascarón de un barco que representaba una imagen de La Inmaculada, que él recuperó y luego se transformó en el soporte de la fe y en refugio y esperanza de todos los que estaban prisioneros. Esta estatua fue llamada posteriormente Madonna dello Schiavo (Virgen del Esclavo) y aún hoy es venerada en la iglesia de Carloforte, donde se le situó en un principio dentro de un arco de madera, en la que fue grabada una inscripción en tabarquino que recoge una oración a la virgen pidiendo la liberación.

Esta liberación llegó por fin en junio de 1803. El 24 de dicho mes, todos los cautivos rescatados fueron acogidos en el santuario de Bonaria, en Cagliari, de donde se trasladaron a la catedral para dar gracias al Señor. Concluidas las necesarias diligencias de la cuarentena, hacia finales de julio, los carlofortinos liberados tornaron a su isla.

"La Virgen del Esclavo"

Es decir, y volviendo al tema que nos ocupa, que habían transcurrido 31 años desde la llegada de los tabarquinos a Nueva Tabarca hasta el hallazgo de la Virgen del Esclavo en tierras tunecinas por los carlofortinos esclavos. ¿Dónde están esos orígenes históricos, esa redención de los tabarquinos alicantinos, esa reina mora que recogen los medios escritos y relacionan con la Virgen del Esclavo? En la imaginación de sus promotores que, o no quisieron o no supieron transmitir lo que una comisión de los que decían ser descendientes de tabarquinos originales, que en su día fueron a Carloforte, oyeron y supuestamente investigaron hasta que alguien pensó que no estaría mal exportarla y adaptarla. Que está muy bien, no deja de ser cultura y orígenes comunes, pero lo que no está bien es tergiversar la realidad para hacerlos propios, cuando nuestra isla tiene historia y tradición más que suficientes como para no necesitar importaciones algunas, ni culturales, ni folklóricas, ni religiosas.

Y llegado a este punto, no sin cierta mezcla de leyenda en la que no voy a entrar para no complicar todavía más esta historia, "La Virgen del Esclavo" representada este año en nuestras tierras por segunda vez el 25 de agosto, se desarrolla en seis actos interpretados en diferentes espacios de la isla, recorriendo buena parte de la población. Los tabarquinos muestran a través de las distintas escenas los artes y oficios que se han llevado a cabo en la isla los últimos casi 250 años.

Fotografías cedidas por Silvia Larrosa Samblás

Comienza con la introducción de la obra por una narradora, donde explica cómo Niccola encuentra la talla de una virgen, a la que a posteriori bautizarán como Virgen del Esclavo, y que propició que aquellos pescadores de la diáspora de la Tabarka tunecina obtuvieran la liberación del yugo de los moros. Así, Niccola coge la talla de la virgen y para en una fuente para dar de beber a su asno. Allí hay congregado un grupo de moros que le increpan por ello, haciendo reivindicación de su superioridad ante el esclavo, y le exigen que les enseñe lo que tan celosamente guarda entre sus brazos. Cuando éste les muestra la talla de la virgen, todos caen al suelo deslumbrados, momento en que Niccola aprovecha para ir a decirle a su madre lo acontecido. El rumor del hallazgo de Niccola va extendiéndose como la pólvora, llegando al mercadillo que se celebra en la plaza, donde dos vecinas comentan lo que se va rumoreando (prácticamente es el único acto en toda la obra donde existe un diálogo). Mientras, Niccola acompañado por su madre y el asno van encaminándose hacia la puerta de la iglesia donde son recibidos por el cura, que califica aquello como un milagro. El colofón es al canto de un himno, creado para la ocasión, titulado Tabarca, Reina del Mar, que se puede escuchar pulsando en el enlace.

Fotografías cedidas por Silvia Larrosa Samblás

A todo esto, y con todos mis respetos para Sara Montiel, ésta es mera espectadora, que ni habla ni actúa en toda la representación. Claro, que su papel no tiene consistencia histórica. Está bien que se cuente con ella como reclamo turístico y se le invite a la representación, ya que suele pasar temporadas en Nueva Tabarca, pero hubiera sido más coherente situarla en primera fila del público, donde hubiera salido igualmente en las fotografías y crónicas periodísticas.

A modo de apéndice añadiré que algo positivo se ha obtenido de todo esto, ya que además de las notables campañas de prensa, independientemente de la veracidad o no de sus contenidos, los tabarquinos llevaron a cabo una empresa digna de admiración. Y es que dado el estado de la iglesia de San Pedro y San Pablo y sus alrededores, que al agotarse los caudales públicos destinados a su restauración habían quedado en total abandono, se pusieron manos a la obra y llevaron a cabo una más que encomiable labor de desescombro, limpieza y adecentamiento, logrando que en la iglesia, lugar donde finaliza la representación, se pudiera celebrar la Santa Misa después de años sin uso. Bien por ellos.

Fotografías cedidas por Silvia Larrosa Samblás

(Artículo publicado en el blog "La Foguera de Tabarca")

23 agosto 2012

UNA FOTO INÉDITA DE ALICANTE AMURALLADO


De nuevo traemos a Alicante Vivo una foto del Alicante amurallado. Esta en concreto la ha dado a conocer Juan Luis Cano Baeza a través de nuestro Facebook

Se trata de una foto estereoscópica (en este caso la mitad) realizada en 1863 por el fotógrafo francés Ernest Lamy. La fotografía pertenece a la colección de Carlos Sánchez y se encuentra expuesta en la exposición itinerante de la Fundación Mapfre "Una imagen de España. Fotógrafos esteroscopistas franceses (1856-1867)" que va recorriendo distintos puntos del país.

                La misma vista de la foto anterior tomada a principios del siglo XX. Ed. Thomas.

La información que aporta esta escena es de un grandísimo valor, pues muestra partes de la ciudad al norte de la muralla (por donde actualmente transcurre aproximadamente la avenida Alfonso el Sabio) que hasta ahora sólo conocíamos por grabados o planos.

 Una foto del mismo lugar a día de hoy. Foto de Panoramio

En la foto, tomada paroximadamente desde el polvorín de la Ereta, vemos en primer plano lo que parece ser la calle Mutxamel (Calle de los Navíos a la Sierra), llamándonos poderosamente la atención la arquitectura de las viviendas del casco antiguo, tan diferente a la actual. Las fachadas se encuentran encaladas y no presentan cubiertas de teja, sino que todas están rematadas por terrados, algunos de ellos accesibles, respondiendo al tipo de arquitectura humilde heredada del Alicante medieval, que no es casualidad que se parezca mucho a arquitecturas moriscas del Magreb.
Como dato curioso, podemos apreciar que la evacuación de las aguas de dichos terrados no se hace por canaletas, sino por chorradores. Se observa además la total ausencia de macetas y geranios (algo muy "típico" desde la transformación del barrio por parte de su alcalde a finales de 1950), aunque sí que nos puede recordar a la actualidad la presencia de ropa tendida secándose al sol y las persianas exteriores alicantinas pasando por encima de la barandilla de los balcones.

El acceso a la ermita de la Santa Cruz se realiza a través de una apertura de la muralla, la cual pasa por delante de la misma bajando hacia el Portón y la Puerta de Alcoy o de la Reina.

En la parte izquierda de la foto vemos el motivo por el cual hemos publicado esta foto en el blog. Se aprecia claramente y en perfecto estado, la muralla que se levantaba entre la avenida de Alfonso el Sabio y la calle del Diluvio (hoy Médico Pascual Pérez). En la parte interna de la misma se aprecian terrenos baldíos puesto que las edificaciones aún no habían llegado hasta la muralla. Apreciamos además una esquina del Teatro Principal. Al fondo se aprecia el Torreón de San Cayetano situado en la Muntanyeta, el último en ser derribado, ya en los años 40 del siglo XX.

Es espectacular poder ver la potencia y la escala de la construcción defensiva de la muralla, su perimetral y su talud en comparación con las construcciones más próximas. Un pequeño lienzo de muralla del arranque de este tramo se puede apreciar en la actualidad en las obras que están urbanizando el inicio de la Avenida Jaime II frente al cuartel de bomberos de San Antón.
Del mismo modo, se aprecia cómo arrancaban las faldas del Tossal a extramuros, con terrenos escalonados con bancales para el cultivo que abastecía a la ciudad.


 Foto de detalle del Torreón de San Cayetano y foto general. Del libro 
"Alicante en blanco y negro". Editadas digitalmente por Alicante Vivo


Derribo del Torreón de San Cayetano en 1947

Si dirigimos nuestra mirada al horizonte, justo encima del torreón, distinguimos el semicírculo del rosetón de la estación de MZA, constituyendo así este documento una prueba esclarecedora de que la actual estación de Alicante es la misma que la que se construyó entonces (sólo que revestida de granito y sin las columnas de la fachada), y la más antigua conservada en España.

La estación se construyó en las afueras de la ciudad sobre un llano junto al barranco de San Blas, anticipando el futuro crecimiento del Ensanche y haciendo patente la obsolescencia de las estructuras defensivas que encintaban a la ciudad e impedían su desarrollo. Lo que no consiguieron cañones y bombas, lo consiguió el avance y el progreso que trajo el ferrocarril: derribar los muros de la ciudad antigua y dar la bienvenida a la modernidad.

Agradecemos a nuestro amigo y lector Juan Luis Cano Baeza habernos aportado tan importante documento, y animamos a nuestros lectores a que sigan escribiéndonos y enviándonos fotografías antiguas que puedan ayudar a seguir aportando luz para escribir las páginas olvidadas de nuestra historia.

Más enlaces sobre las murallas:

- Nueva imagen de Alicante amurallado
- Alicante amurallado en 1858
- Alicante amurallado II
- Las murallas de Alicante I
- Las murallas de Alicante II
- La Muntanyeta. Así era y así se desmontó
- La Ereta: un parque y sus murallas
- El hallazgo de restos de muralla obliga a parar parte de las obras del colector (Información) 

18 agosto 2012

LA ASOCIACIÓN WAGNERIANA DE ALICANTE: UNA HISTORIA DE IDEALES

La Asociación Wagneriana de Alicante nació el 22 de mayo del año 1993, de la mano de tres estudiantes alicantinos: Artur Balder, David Noratón y el que firma este artículo, José Miguel Ferrer Puche, que entusiasmados con la obra del gran compositor y creador musical, decidieron fundar en Alicante una fraternidad que congregara los ideales teóricos y musicales de Richard Wagner, y que promoviese el estudio y desarrollo del concepto de la obra de “arte total”. Parte de la inspiración nos vino dada por la lectura de las biografías de autores ingleses como Conan Doyle o Tolkien, donde se apreciaba la profunda importancia de los clubes privados en los que se compartían lo que Goethe llamaría acertadamente “afinidades electivas”. Clubes como los Inklings o Coalbitters, lectores de los Eddas islandeses, nos animaron a crear nuestra propia Asociación, palabra más adecuada en la lengua española para definir lo que en esencia también era uno de aquellos clubes ingleses o fraternidades de estudiantes alemanes. Con ello en mente, y tomando como referencia la obra y figura de Wagner, gravitamos en torno al área de estudio y ocio que nos atraía: el concepto de obra de arte total y sus ideales en una sociedad carente de ideales, donde la misma cultura se resumía a extraer dinero de las arcas públicas para poner en marcha cualquier clase de iniciativa. 

Richard Wagner


Éramos tres entusiastas de la tierra alicantina, que veíamos en el nacionalismo romántico practicado por Wagner una vinculación artística y vital con nuestro entorno, que en aquélla época, cuando aun la calle Maisonnave ostentaba frondosos árboles, nos reuníamos por diversión en el piso que pronto se convirtió en sede de nuestra Asociación, en la calle Castellar, con el fin de llevar a cabo nuestros “botellones sabáticos” en torno a la obra del maestro, con la pequeña diferencia en cuanto a las épocas modernas, de que nuestro sustrato, en lugar de las bebidas alcohólicas, era la música, la poesía, la prosa y la teoría de la obra de arte total, todo ello sin embargo no menos embriagador en manos de adolescentes. 

La Asociación, cuya labor privada y lúdica, ha seguido activa a lo largo del tiempo en Alicante a pesar de la ausencia de algunos miembros, celebrará el próximo año 2013 sus veinte años de existencia y el bicentenario del nacimiento de Wagner, pues fue fundada el mismo día del nacimiento del compositor alemán. A lo largo de este tiempo, han sido muchos los trabajos, estudios y experiencias privadas acometidas y compartidas con muchos amigos de otras las provincias. En una ciudad en la que la cultura, durante los últimos veinte años, en general ha ido unida al gasto del dinero público para poner en marcha unas u otras actividades a veces de dudoso interés salvo para los políticos de turno, nuestro reto se ha visto recompensado por el éxito de algunos de los miembros de esta Asociación, como ha sido el caso del socio fundador Artur Balder, quien ha demostrado que solo exhaustiva la formación en las diversas disciplinas del arte -conocidas son sus incursiones en la pintura, la literatura o el ensayo- podían dar lugar a una nueva revalidación del concepto de obra de arte total en su afirmación cinematográfica de los últimos años. 

Además de apoyar y contribuir a la divulgación no solo de la obra wagneriana, sino también de la de otros compositores y autores alicantinos, que tan poco apoyo institucional y de todo tipo -además de desprecio en ocasiones producto de incomprensibles envidias- reciben hoy en día en una sociedad culturalmente condenada al desamparo, en la que los mejores monumentos de nuestra historia son demolidos uno tras otro por absoluta ignorancia y desprecio al pasado, en lugar de su restauración y recuerdo. En este sentido, no puedo evitar rememorar una de las obras cumbre de Wagner, Siegfried, tercera de las cuatro óperas que componen la universal saga de El Anillo del Nibelungo. Su personaje principal es Sigfrido, un héroe cuya valentía y ausencia de miedo unidas a la forja de la legendaria espada Nothung con sus propias manos, le llevarán a derrotar al dragón Fafner según las predicciones hechas por el misterioso Viandante. Me pregunto, si quizás para ser escuchado y apoyado en tu propia ciudad natal, debes ser un héroe, no conocer el miedo, fundir metales de origen divino y fraguar con ellos un arma legendaria con la que arrebatar tesoros y derechos robados, o abatir alguna bestia infame como las que habitan en las cavernas de los pensamientos más recónditos plasmados por Wagner en algunas de sus óperas. Muy posiblemente, hagan falta todas ellas, porque si de algo adolece la actual cultura alicantina es de desprecio a su pasado, ignorancia de su presente y ese ubicuo amiguismo y compadreo con los políticos de la cultura que siempre van, como los políticos de las obras públicas, al beneficio de su propio bolsillo. Del mismo modo, la renovación es necesaria en la mayor parte de los puntos cardinales de la escasa cultura alicantina, si es necesario, como postuló Wagner valientemente, mediante la revolución social. 

Estamos más concienciados que nunca de que la obra de Wagner no solo nos permite disfrutar de un aspecto eterno en el carácter de la creación, sino que fomenta inquietudes e ideales en una época en la que estamos sumidos en una escasez casi total de ellos. El Anillo de Wagner, es una crítica en esencia sobre la sociedad industrial y sus abusos, que perfectamente podría extrapolarse a los abusos de la sociedad actual que especula con el progreso a costa del medio humano, abusos a los que tan acostumbrados estamos hoy en día, ya sea por la burbuja inmobiliaria o por la corrupción política e institucional. Proyectos muy alejados y de nulo valor, sobre todo cultural, comparados con la idea del arte total wagneriano. Recordemos que Wagner construyó su propio teatro en Bayreuth para poder llevar a cabo sus ideales al máximo nivel, tanto visual como auditivamente. La energía, densidad y vigor de sus obras, unidas a la majestuosidad de sus composiciones, nos hace comprender la vida. 

Es por todo ello que trabajamos con el propósito de emprender diversidad de acciones encaminadas a profundizar en la difusión de la obra wagneriana. Y en este sentido, queremos editar dos revistas con contenidos diferentes, una en castellano y la otra en catalán. Además de esto, tenemos la esperanza de lograr pronto reunir lo que llamaremos la nueva “Orquesta Wagneriana Revolucionaria”, para dar a conocer a nuestros compositores, tal y como ya se hizo en el pasado con la Orquesta Sinfónica "La Wagneriana". 

La Wagneriana

La mayoría de asociaciones, como es nuestro caso, se reúnen en torno a “Richard Wagner Verband International” con sede en Bayreuth, que organiza un congreso anual en varias ciudades, si bien nuestra vinculación con la obra de Wagner siempre ha pretendido ir más allá de la mera audición de la música, atendiendo a la importancia de su obra teórica y estética. 

Esperamos mantener vivo el espíritu de esta Asociación de deleite y de pensamiento, que ha de mantenerse viva en nombre de Wagner pero también en nombre de la comprensión que Alicante y algunos de sus ciudadanos han tenido sobre el arte universal del que posiblemente sea el artista más grande de todos los tiempos.

JOSÉ MIGUEL FERRER PUCHE
www.asociacionwagneriana.com


16 agosto 2012

ALICANTE SE APRESTA PARA LA GUERRA (1691-1705). PARTE y2



El baluarte de San Carlos. 

Dentro de las obras de acondicionamiento militar, la edificación del punto clave del baluarte de San Carlos impuso en particular al sufrido vecindario severos sacrificios laborales y económicos (casi la tercera parte del acrecido presupuesto de 1688). Se impuso una composición o exención pagada por el trabajo vecinal de dos reales diarios, el 13% del valor de una libra, por el jornal de villa. El primero de abril de 1692 el virrey se vanaglorió de la participación eclesiástica en las tareas. Juan Bautista Maltés y Lorenzo López expresaron que: 

Este baluarte se empezó a construir este mismo año (el de 1691) enfrente de donde ancoró el enemigo los pontones para desalojarle si otra vez volvía. Plantose de suerte que sirviera para la nueva circunvalación de muros.

Al baluarte se le reservaron funciones medulares de defensa. Protegería la zona de poniente del comercial arrabal de San Francisco (donde se ubicaba la iglesia y el convento franciscanos), enfrentaría un desembarco enemigo en la playa del Bavel, y detendría la progresión de las tropas desembarcadas hacia el molino de la Muntanyeta y el cercano Tossal (en el que se emplazaría un fuertecillo, antecedente del futuro castillo de San Fernando), evitando el cerco de la plaza por tierra.

El Baluarte de San Carlos reconstruido por Pedro Mas
en su blog Alicante 1850

El 11 de julio de 1694 la ciudad destinó 500 libras de las sisas de la carne, pagadas por los consumidores, a tal fin. Para variar, las arcas de los fondos de propios y arbitrios sufrieron enormemente por ello, a la espera de un expediente o remedio administrativo que lo paliara. En 1702 sin contabilizar el trabajo no remunerado de los gremios y de los moradores (vecinos y aldeanos), se cuantificó el coste inicial de la obra en más de 23.000 libras. De su magnitud nos da idea que el donativo con el que Alicante alcanzó en 1687 el título de Señoría de Justicia fue de 20.000 libras, y que en 1688 los ingresos de propios y arbitrios sólo alcanzaran las 10.938. Tras los agotadores combates de la Guerra de Sucesión, el coste final de la obra en 1709 alcanzó las 37.187 libras, con un sobreprecio del 61% presupuestado.

Las contadas piezas de artillería. 

A lo largo del siglo XVII se intentó mejorar la dotación artillera, el acondicionamiento de los cañones y la capacitación de los artilleros de nuestra plaza, con resultados desiguales. En 1669 se estableció que los jurados visitaran dos veces al año las casas de las armas y municiones para disponer de 200 quintales de pólvora, 70 de plomo y 50 de cuerda, y 4.000 balas de artillería.

En 1656 Alicante sólo disponía de cuarenta cañones en sus baluartes y murallas y dos piezas de artillería de campaña. Tras el bombardeo de 1691 la dotación artillera se hizo dramática. De la destrucción sólo se preservaron cuatro cañones, un sacre, tres moyanas, tres culebrinas y ocho medias culebrinas. Nuestra plaza se encontraba gravemente desprotegida. En la relación virreinal del 28 de septiembre de 1693 se apuntó incluso la ausencia de un almacén de pólvora. 

El 8 de mayo de 1692 se envió al Real de Valencia el metal de artillería inútil, pagando los transportes. Los trabajos de reparación y los envíos puntuales incrementaron el parque a comienzos de 1694. Se pasó de diecinueve piezas a treinta y cuatro, veintitrés de bronce y once de hierro, generalmente de pequeño calibre, alojándose a lo sumo dos o tres en cada uno de los antiguos baluartes redondos de la época de Carlos V. Antes del estallido de la Guerra de Sucesión se intentó incrementar el número de cañones y su disposición en las fortificaciones ciudadanas, con resultados discretos. Desde 1700 se reclamaron a la monarquía doce cañones de hierro de alcance de la dotación de armamento de Cádiz (gran plaza de armas atlántica), seis de bronce, dos morteros y la provisión pertinente de cuerdas, balas y pólvora, sin olvidarse de pedir mil mosquetes, mil arcabuces y trescientas picas para la guarnición municipal, todavía con resabios del sistema de combate de los Tercios. 

Pese a todas las insuficiencias, Alicante era una plaza artillera de importancia en la Monarquía hispánica de comienzos del XVIII, algo muy elocuente sobre sus graves deficiencias militares. El 28 de marzo de 1703 el virrey de Valencia, el marqués de Villagarcía, expresó al Consejo de Aragón la imposibilidad de enviar cien artilleros a la defensa de Cádiz, en plena Guerra de Sucesión. El gobernador de Alicante le expuso que los más habilidosos especialistas de la plaza no tenían genio para dejar sus casas por estar casados y vivir de otros oficios, mostrando a las claras el alcance de la defensa vecinal. 

La provisión de pólvora. 

Tampoco las autoridades reales no vacilaron en reclamar a Alicante cantidades de pólvora, pese a las urgencias defensivas locales. La angustiada España de Carlos II sufrió los fuertes embates de la Francia de Luis XIV con graves dificultades. En 1696 el virrey de Valencia ordenó al baile alicantino y a los diputados de la Generalitat que facilitaran al conde de Elda la extracción de pólvora desde nuestra plaza con destino al ejército de Cataluña. 

Estos requerimientos alentaron los negocios de confección de pólvora. En 1637 se intentó establecer una fábrica de pólvora en Alicante y en Orihuela, tierras de maestros salitreros y polvoristas. El proyecto no cuajó y se recurrió a otras vías. En febrero de 1697 se elaboraron 1.500 quintales de pólvora para las tropas en Cataluña y 1.000 para las de Ceuta. Su asiento o contrato fue supervisado por la Junta Patrimonial de la Bailía, representada por su receptor en Alicante don Eusebio Salafranca y Mingot. En esta operación Nicolás Viudes y a su esposa Lorenza Fernández consiguieron en préstamo 699 libras de Diego Lapuente, ofreciéndole los fondos de fabricación oportunos al contratado polvorista Francisco Gilabert. Nicolás Viudes y su esposa depositaron en San Nicolás 482 libras en garantía de cumplimiento del asiento bajo la vigilancia del receptor Salafranca.

Alicante no siempre consiguió pólvora a través de una combinación afortunada de inversionistas y artesanos, y acostumbró a contratar con fabricantes especialistas de nuestras tierras. El polvorista Luis Juan de Elda se ganó el aprecio de nuestro municipio en varios lances. Desde 1668 dispuso en la entonces castellana villa de Sax de tres molinos de pólvora, dos propios y uno de un pariente. En el socorro alicantino de Orán de 1685 ofreció con rapidez 100 quintales, en 1690 proporcionó más de 300 quintales a la armada real, y acudió durante el bombardeo préstamente con 200, vitales para resistir a las fuerzas que procuraron desembarcar. Además mantenía un almacén de pólvora en previsión de alguna urgencia. 

Por desgracia tal estado de cosas se torció en 1693, cuando Sax le instó a derribar sus molinos aduciendo que detraía indebidamente agua de la acequia de la villa. Desde 1680 Sax y Elda pleitearon por el agua de la Fuente del Chopo sita en Villena. Alicante salió en su defensa. Escribió al corregidor de Villena sin obtener respuesta, y al Consejo de Aragón, recibiendo una dilatoria que recomendaba investigar con certeza los motivos de Sax. Estos inconvenientes determinaron a los alicantinos a recurrir con mayor insistencia al género de asientos antes comentado, haciendo una vez más de la necesidad virtud. 

El acíbar de los alojamientos y de los aprovisionamientos. 

El alcalde de Zalamea distó mucho de ser una creación “ex nihilo” de Calderón de la Barca. Los alojamientos y aprovisionamientos de tropas, que desataron la tormenta catalana de 1640, laceraron a muchas ciudades y villas de las Españas, sin exceptuar a Alicante. Las relaciones con las autoridades reales se tensaron en estas circunstancias. 

El 6 de mayo de 1688 se negó la entrada, pese a lo dispuesto por el fuero, de los ministros, presos y soldados procedentes de Elche. Sin embargo, los mayores roces se produjeron con motivo del aprovisionamiento de las fuerzas aliadas de España. 

Hasta la firma de la Paz de Ryswick (10 de octubre de 1697), la defensa de nuestro litoral estuvo a cargo de las armadas de Inglaterra y los Países Bajos, que posteriormente nos amenazarían tras los cambios de alianzas de la Guerra de Sucesión. El 15 de mayo de 1695 el enviado inglés se quejaría amargamente de la rigurosa exigencia a la Royal Navy en Alicante de los derechos de presa y sobre las quinientas pipas de vino que transportaba para su abastecimiento, cuando las Instrucciones sobre el comportamiento para la seguridad de España e Italia de 1694 establecían que las pipas se consideraran de la propia Inglaterra. Los holandeses, cuyo estatúder Guillermo de Orange se había convertido en rey de Inglaterra en 1689, hicieron reclamaciones similares. Ya hemos visto la necesidad que tenían los alicantinos de fondos, y las exenciones sobre las ventas de vino perjudicaron una valiosa partida económica. 

Los ofrecimientos de compañías de soldados. 

Con tal escasez de medios admira que nuestros antepasados conservaran los ánimos y arrestos para protegerse con la mayor dignidad, sin dejar de ofrecer su auxilio en los frentes de guerra más expuestos. 

La Monarquía apremió por doquier con sus urgentes necesidades de tropas. El 23 de marzo de 1691, meses antes del ataque francés, el alferez don Francisco Martín de Valenzuela mostró la patente del virrey de Sicilia para alzar una fuerza de cien infantes en Alicante, Orihuela y el Reino de Murcia. En consecuencia despachó varios reclutadores al Sur del Reino de Valencia, pero su virrey objetó que ello amenazaba la ayuda a la angustiada Cataluña. Desde las altas instancias de la Corte de Madrid se pensó que tanto Castilla como las Andalucías se encontraban demasiado exhaustas, exigiendo mayores contribuciones a otros territorios. La realidad era que el agotador esfuerzo de todos los Estados de la Monarquía hispánica no vigorizó debidamente la defensa contra la Francia de Luis XIV, que también ya daba síntomas de cansancio, por culpa de las graves deficiencias en el mando, la conducción de medios y la recaudación de tributos. 

El 8 de julio de 1697 se rindió Barcelona a las tropas de Luis XIV. La conmoción fue enorme, y hasta el doliente Carlos II pensó en abandonar Madrid para dirigirse a Zaragoza, emulando a su padre Felipe IV, a ponerse al frente de sus ejércitos. El Tercio Provincial Valenciano, con agudos problemas de deserción, se disolvió tras la toma de la Ciudad Condal, y varias partidas de sus soldados escaparon a tierras del Reino en los meses siguientes. En tan trágicas circunstancias los ofrecimientos de fidelidad espontánea eran altamente valorados y podían conseguir suculentas mercedes.

Luis XIV
El 30 de julio el virrey de Valencia se congratuló de las ayudas ofrecidas por Alicante. Se prestó a montar cañones, pese a las carencias ya comentadas, y a mandar al frente catalán una compañía de infantería pagada de 150 hombres, aportación notable si tenemos en cuenta sus angustias materiales y la cortedad de su vecindario estricto, sin contar las de otras localidades del término general, de menos de 1.500 familias. La proporción de costear cada 10 familias un soldado era muy gravosa, ya que en las Cortes del Reino de Aragón de 1645-46 se estipuló que fueran 35 y 30 en las de Castilla de 1648. 

El 10 de septiembre ya había sido designado por capitán de la compañía el caballero de la Orden de San Juan don Vicente Pasqual de Riquelme (de encumbrado linaje local), por alférez Severino Ximénez, y por sargento José Oliver. El 16 de septiembre se pidieron las patentes al Consejo de Guerra. 

Por fortuna para los alicantinos la Francia de Luis XIV se avino a firmar la Paz de Ryswick el 10 de octubre, abandonando Barcelona y otras conquistas con la vista puesta en la herencia de la Monarquía española. Mientras tanto la demostración de celo de Alicante no había caído en saco roto. El 20 de agosto el virrey se mostró dispuesto a asistir y ayudar en la defensa de nuestro castillo. Las guerras reales alimentaron la turbamulta de favores y contrafavores de la cultura aristocrática del Barroco.

Las dificultades defensivas de una plaza de mar.

Alicante no fue la única ciudad marítima que se enfrentó contra la amenaza de una armada poderosa, en un tiempo en que los buques de guerra acrecentaron su potencial pirobalístico. La también mercantil Málaga padeció la misma desdicha a manos de los franceses. El 20 de julio de 1693 el feroz Tourville exigió la entrega de las naves inglesas y holandesas acogidas a su puerto bajo amenaza de bombardeo. La movilización de las milicias locales no impidió que su concejo accediera al día siguiente a doblegarse ante él, proveyéndole de 150 vacas o bueyes y de 600 carneros. Desde la Corte se tachó de cobarde a Málaga, defendida por su obispo (entonces presidente del Consejo de Hacienda). La verdadera responsabilidad de todo ello estribó en el estado ruinoso de sus murallas (incapaces de proteger una ciudad acrecida con un nuevo ensanche), en las insuficiencias de una dotación de 18 cañones (de los que sólo siete tenían el calibre de alcance oportuno), en la falta de armamento de sus milicias rurales y en la incuria de sus aristocráticos capitanes. 

En este ambiente se difundió el sinsabor del pesimismo, más tarde aprovechado por la propaganda borbónica. En 1682 el embajador veneciano Cornaro sostuvo que las costas españolas estaban indefensas, el interior desguarnecido, las fortalezas desmanteladas y sin munición, y los caminos desprotegidos. El virrey de Aragón se dolió en 1693 de la mísera situación de las guarniciones de su territorio. 

Bien podemos decir que nuestros antepasados obraron con desprendimiento en condiciones tan deplorables, y su bravura ante las tropas combinadas austracistas de mar y tierra en agosto-septiembre de 1706 aquilata el valor de sus sacrificios desde 1691. El primero de agosto de 1706 Alicante yacía aislada. Los partidarios de Carlos de Habsburgo dominaban el corredor del Vinalopó, Orihuela y Cartagena. Una armada inglesa de 109 dotaciones (más del doble que la francesa de 1691) acordonó nuestro puerto. Se atacó la plaza desde distintos ángulos, arrojándose durante ocho jornadas completas 4.000 bombas de todo género, casi las mismas que en el 91. Alicante soportó nuevamente otro infierno. Sus defensores procuraron reparar las brechas del Muro del Mar en el transcurso de los ataques. Al final los austracistas entraron por una de las brechas a las ocho de la mañana del 8 de agosto, según Maltés y López, pero sus últimos defensores todavía aguantaron con varias incidencias en el castillo hasta el mes de septiembre. Los alicantinos bien pudieron valorar su servicio a la Corona tal como lo hiciera la ciudad de Valencia ante Carlos II el 14 de agosto de 1691, “encara que no tenen forces i fan més de lo que poden".


VÍCTOR MANUEL GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo

Fuentes. 

ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN. Consejo Supremo de Aragón, Leg. 0556 (nº. 012), Leg. 0557 (nº. 010 y 036), Leg. 0558 (nº. 012), Leg. 0559 (nº. 041, 046, 050 y 051), Leg. 0560 (nº. 020, 023, 030 y 031), Leg. 0561 (nº. 045 y 051) y Leg. 0573 (nº. 036).

ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA. Libro de la Bailía de Orihuela (1684-97), nº. 1335.

ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE. Cartas recibidas 1665-1704 (Arm. 11, Libro 11) y Privilegios Reales de Felipe IV (Arm. 1, Libro 20).

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10 agosto 2012

ALICANTE SE APRESTA PARA LA GUERRA (1691-1705) PARTE 1

La guerra y el orden de la vida hacia 1700.

 Durante las fiestas del Centenario de la Colegial de 1700, los alicantinos escenificaron con gracia algo que conocían desde el siglo XIII, un desembarco moro. Era su forma de exorcizar los malos tiempos, tan condicionados por la guerra en el Mediterráneo. En sus aguas los combates entre las escuadras cristianas y musulmanas fueron cediendo intensidad a los librados entre las naves de las grandes potencias europeas a lo largo del siglo XVII, una centuria de guerras mundiales por la primacía de la Cristiandad y por la hegemonía del comercio, en cuyo mapa Alicante avanzó posiciones.

La sociedad alicantina como es de sobre conocido se encontró sometida a los riesgos de la guerra. Recordando su servicio en tierras valencianas, el 25 de enero de 1634 el marqués de los Vélez, entonces virrey de Aragón, manifestó al rey las insuficiencias del castillo de Alicante ante un ataque de la armada holandesa, reclamando mayores fondos de unas tesorerías fragmentadas y empobrecidas. Esta clase de retos estuvieron muy presentes en el curso de las mayores guerras de la Era de Luis XIV, la de la Liga de Augsburgo y la de Sucesión a la Corona de España. Veamos cómo nuestros antepasados se prepararon para proteger la ciudad entre 1691 y 1705, el precario período de inactividad bélica (más que de paz) que medió entre el bombardeo francés de julio de 1691 y la conquista austracista de agosto-septiembre de 1706.

La posición de Alicante en los dominios españoles tras el bombardeo de 1691.

Tal bombardeo, ya tratado por nosotros en otra ocasión (VER AQUÍ), fue la terrible concreción de un peligro largamente temido y anunciado. En virulencia superó con mucho a la agresión napoleónica de 1812 y al bombardeo cantonalista de 1873. La ciudad quedó en un estado material francamente penoso. Se estimó que de unos 2.000 hogares sólo quedaron intactos 200 y 300 habitables. Las Casas Consistoriales fueron arrasadas y sus archivos se perdieron en gran medida, desapareciendo el registro de tantos detalles de nuestro ayer. La destrucción de las cárceles aledañas ocasionó severos quebraderos de cabeza. El 10 de octubre de 1694 los mercaderes se quejaron de los encarcelamientos en el castillo y en otras prisiones de circunstancias ordenados por la Real Audiencia.

 Tríptico de Gastón Castelló en el que vemos, en su parte central, 
la construcción del nuevo Ayuntamiento

La destrucción de la estratégica Alicante amenazó la seguridad del Mediterráneo hispánico. La costa de los Reinos de Valencia y Murcia corrió serio peligro. Se reorganizó ante el temor a desembarcos la Milicia Efectiva del Reino de Valencia, con ocho tercios de 6.000 soldados y cuatro “trossos” de caballería de 1.300 jinetes. Se acrecieron los riesgos de las posiciones de Ibiza y Orán, tan dependientes de los auxilios alicantinos. Las comunicaciones entre Castilla y las Italias podían ser interferidas por los franceses desde Tolón y Marsella. Se enturbió la fluidez de la ayuda militar a los frentes del Milanesado y de Cataluña. El 20 de julio de 1693 Málaga fue igualmente atacada, y el 2 de agosto se temió un golpe naval contra Tarragona y Barcelona. La armada española carecía de la fuerza de otras décadas (alineando en el Mediterráneo unas 28 galeras), y la francesa fue tratada con “blandura” por algunas atemorizadas autoridades de las localidades del litoral. Ya el 4 de agosto de 1692 la escuadra del mariscal de Tourville, que atacaría al año siguiente Málaga, fue acogida en nuestra costa. En 1693-94 las naves inglesas y holandesas, nuestras aliadas de circunstancias, se encargaron de evitar a su manera los aguijonazos franceses a cambio de valiosas contraprestaciones. Sólo nos salvó de lo peor la derrota francesa de La Hogue en mayo de 1692, “la memorable batalla naval entre las armadas de Yngalaterra y Francia, quedando la Francia derrotada del todo”, según el dietarista valenciano Ignacio Benavent.

No en vano el virrey de Valencia, el marqués de Castel Rodrigo, exclamó el primero de abril de 1692 que el mayor negocio del rey desde la Conquista era fortificar sin regatear medios el puerto y la bahía mayor de Alicante, llave regnícola y antemural de Castilla.

La asistencia militar de otros municipios.

El ataque contra Alicante indignó a las gentes del Reino y a la de no pocos municipios castellanos vecinos. Estaban obligados a enviarnos socorros armados de sus milicias en caso de alerta las valencianas Orihuela, Elche, Elda, Jijona, Castalla y Biar y las castellanas Yecla y Villena.

 Grabado de Villena en el siglo XVIII

La agresión contra Alicante y la amenaza sobre Cartagena promovieron una intensa movilización militar en el Reino de Murcia, digna de los tiempos de la Guerra de las Alpujarras. El corregidor villenense notificó lo acontecido en Alicante al de Chinchilla, que organizó el auxilio de las milicias de las poblaciones de su corregimiento (Albacete, Hellín, Tobarra, La Gineta y la propia Chinchilla). Esta fuerza partió el 25 de julio, y alcanzó nuestra plaza el 29, recibiendo el agradecimiento de su gobernador. Ante los rumores de retorno de las velas francesas, el 3 de octubre del 91 se requirió la presencia de sus fuerzas de caballería. R. Cózar y J. D. Muñoz han hablado del sistema de reciprocidades defensivas entre las oligarquías urbanas que se declaraban fieles servidoras del rey.

Desgraciadamente esta cooperación era muy circunstancial y a veces atenta a consideraciones no defensivas. Así, los concejos de Almansa y Yecla exigieron rebajas tributarias a las autoridades reales por sus atenciones.

El valor de las ayudas y de los requerimientos reales. El 8 de abril de 1692 el rey se dignó a conceder quinientos de una ayuda de costa de mil doblones o de unas 6.000 libras valencianas, muy insuficientes como comprobaremos más adelante. La angustiada Monarquía no estaba para grandes dispendios, por urgentes que resultaran.

Las cálidas palabras del virrey Castel Rodrigo, antes citadas, se redujeron a retórica y a exigir de la hacienda municipal alicantina grandes sacrificios, desestimando sus reclamaciones. En su opinión, la ciudad disponía tras el bombardeo de un sobrante de 7.300 libras y al año podía aportar de dos a tres mil deducidos sus gastos.

En nuestra localidad se cobraban una pléyade de impuestos municipales (fundamentalmente la sisa mayor o de la mercaduría, la de la pesca, la de la carne, la del pan amasado, sobre el aceite, los pesos, el “tall” del atún y los derechos nuevos sobre el esparto, la barrilla, el jabón, las sedas y los paños) y reales, como las aduanas, la quema y el vedado, parte del “ancoratge”, los derechos de la Generalitat, de las salinas y de la administración. Hacia 1640 los estrictamente municipales rindieron un máximo de 24.585 libras y los reales de 42.150. De lo recaudado en Alicante, por ende, nuestro municipio sólo dispuso de un 36´8 %, muy comprometido en gastos de todo género y en atender el pago de los intereses de la deuda. Los aumentos de la aduana y de los derechos nuevos quedaron fuera de su estricto alcance.

 La destrucción exigió mayores dispendios. Según el proyecto del ingeniero militar virreinal Castellón y del condestable de artillería de la plaza Valero de 1688, se presupuestó el montante de las obras de fortificación necesarias entre 80 y 90.000 ducados (de 58.666 a 66.000 libras valencianas), la suma completa sin gastos de los impuestos municipales y reales en un buen año de recaudación. Añádase que la reconstrucción de las Casas Consistoriales y las cárceles aledañas se estimó en otras 80.000 libras, y que el coste anual de la guarnición era de 1.100 libras. La oposición del Consejo de Guerra de Alicante a este proyecto emanó de esa realidad económica, máxime cuando las actividades bélicas dificultaron nuestro comercio. Las relaciones entre las autoridades reales y las municipales.

Bajo la autoridad del Consejo de Aragón, que trató en nombre del monarca los asuntos de los Reinos de esta Corona desde Fernando el Católico, el virrey de Valencia actuó en calidad de capitán general. Las Ordenanzas municipales de 1669 le concedieron el nombramiento del capitán y condestable de la artillería y de los artilleros y del tenedor de municiones, oficios de creación municipal. Abordó muchas y variadas cuestiones relacionadas con la defensa de la vital Alicante, polemizando con otras autoridades al estilo del Antiguo Régimen.

El 12 de noviembre de 1691 defendió con vehemencia ante el Consejo de Aragón, que no sintonizó con su ímpetu, al gobernador de Alicante ante las críticas de ciertos aristócratas locales por su actuación durante el bombardeo. También intercedió por el conde de Elda (alcaide del castillo) el 16 de diciembre del mismo año, al ser acusado de exponer al deterioro las valiosas armas de la fortaleza a fin de ejercitar a los soldados del Tercio de su sobrino don Francisco Coloma destinado a Milán.

La administradora de los subsidios otorgados por los tres brazos o estamentos del Reino, la Generalitat, tampoco se mostró muy indulgente con Alicante. El 15 de enero pidió que se le exonerara de su contribución de 664 libras al Tercio del Reino (compuesto por mercenarios castellanos y aragoneses mayoritariamente), pero el 6 de noviembre no obtuvo una respuesta favorable dado el estado del frente de guerra catalán.

Sobre el muncipio recayeron una gran cantidad de cargas militares, organizándose sus instituciones y sus vecinos para la defensa. Los inclusos o insaculados en las candidaturas de los oficios locales tuvieron que mantener caballo, siguiendo un uso de origen medieval, pasando el alarde anual en tres muestras ante el gobernador y el baile. Su principal autoridad, el justicia, supervisó la vigilancia de la ciudad y nombró los guardas de los baluartes y los sobreguardas de toda la población. Los jurados supervisaron los gastos militares. Bajo su dirección los vecinos se encuadraron entre nueve y diez compañías encargadas de defender un sector ciudadano. Sin su cooperación toda tentativa de defensa se encontraba condenada al fracaso, pues la plaza requirió desde mediados del siglo XVII de una fuerza de 4.500 hombres.

 La mal pagada guarnición del castillo

Nuestra emblemática fortaleza no se libró de las miserias del tiempo. Su alcaide tuvo una tarea difícil ante sí. En 1666 don Juan Andrés Coloma, conde de Elda, tomó posesión de su alcaidía. Tal dignidad militar, sometida a los usos de la Tenencia a Costumbre de España, se asoció al linaje de los condes de Elda en los siglos XVI y XVII, los combativos y celosos Coloma. En 1674 el conde se opuso con vigor a que se libraran sus llaves al cabo enviado por Jijona, y entre 1692 y 1693 porfió por favorecer a su favorito en la terna de candidatos para teniente de gobernador del castillo.

Los problemas de dotación económica le angustiaron, ya que según la Costumbre de España administraba la asignación procedente de las rentas reales del lugar, exigiéndole las pertinentes responsabilidades. En 1676 pidió que se pagara a sus soldados igual que a los ministros. Sin embargo, la pobreza de los que guardaron el castillo fue un problema que se enquistó dramáticamente. En septiembre de 1692 el artillero mayor Antonio Mira arrastraba cuatro años de impagos salariales (unas 200 libras), que no se satisfacían con el reconocimiento oficial del quinto grado de paga administrativa.

Grabado del Alicante del siglo XVII

Más vidriosa resultó la situación de los soldados rasos. En diciembre de 1692 el alcaide expuso su miseria ante el Consejo de Aragón, obligándoles sus deberes familiares a no atender debidamente los militares. Los cuatro soldados percibían anualmente en conjunto 144 libras, y don Juan Andrés solicitó que la bailía se hiciera cargo de la suma, además de un caballerato para pagar su ministerio o dedicación.

 La respuesta que recibió podría figurar en una antología del despropósito administrativo de las Españas. Aunque el 28 de agosto el receptor de la bailía se comprometió a socorrer con un subsidio de un real de plata a los afectados, sólo consiguieron que se les reconociera un salario de quinto grado cuando el montante de los atrasos alcanzaba el de tercer. Esta discordancia de grado impedía que el receptor pagara los atrasos al carecer de arbitrio o autorización suficiente.

Atrasos, demoras e impagos no impidieron los recortes salariales, que no son una plaga circunscrita a nuestros días. El 9 de diciembre de 1694 el virrey de Valencia se dignó a comunicar que la rebaja de un tercio salarial no se aplicara a la guarnición del presidio de Peñíscola y, por ende, a la de Alicante.

El esfuerzo fiscal de la nueva circunvalación defensiva.

Ideado y proyectado en Valencia para Alicante, según Maltés y López, el nuevo cinturón defensivo contorsionó el delicado presupuesto del municipio. El dispendioso proyecto de 1688, que contemplaba el futuro baluarte de San Carlos, no fue finalmente aceptado por las autoridades de Alicante. Se acometieron en consecuencia obras de alcance más modesto en el muelle y en el arrabal de San Francisco.

En 1702, tras muchas controversias, su “consell general” descartó asignar al efecto 2.000 libras de la clavería por la bajada de las rentas, y alguna cuantía del nuevo impuesto sobre cada libra de carne dada la carestía. El estanco del esparto, perjudicial para los pobres del término, no aportaba gran cosa. Las obras de las iglesias y del nuevo hospital devoraron importantes fondos. Del abasto del tocino y del cabrito sólo se pudieron arrancar 300 libras.

Estas carencias obligaron a exprimir aún más el patrimonio municipal, el de los propios y arbitrios, y se postuló reintegrar a su hacienda la tarifa de la nieve y de los naipes, gravar el tránsito de los carros del muelle al casco urbano, y dedicar 4.450 libras trienales de los fondos de la reedificación de la Casa Consistorial y de las cárceles. La propuesta de convertir la residencia en Alicante del duque de Arcos, señor de Elche, en prisión municipal no prosperó, pese a las dificultades económicas de su vínculo o patrimonio familiar inalienable. 

Como tampoco tales provisiones resultaron suficientes, se suplicaron diferentes medios o tributos a la Real Hacienda, parca en concesiones. Se pidió la merced de 2.000 modines de sal de La Mata y de 3.000 extraídas por Alicante en Calzadas de Asueldo, Roquetas y La Loma. Las tres gracias de la Cruzada, al estilo de la Ciudad de Mallorca, se solicitaron. Se supuso que se conseguirían 2.000 libras, tras renunciar la ciudad a todo pleito, del derecho de la quema, que gravaba el paso de los géneros atlánticos por los mares de la Corona de Castilla. Del barcaje del tiraje de Levante se obtendrían otras 300. Se ideó dedicar la cuarta parte de la recaudación del mollaje tradicionalmente consagrada al mantenimiento del castillo, no tan necesitado (¡). Los tercios y emolumentos del almotacén podrían ser cedidos. La abultada lista de peticiones se completó con la reclamación de los restantes 500 doblones (unas 3.000 libras) debidos de la ayuda de los 1.000 prometida tras el luctuoso bombardeo francés.

En estas circunstancias Alicante no dejó de reclamar el 23 de agosto de 1704 la exención del pago de coronación o “coronatge”, concedido por Martín el Humano el 19 de febrero de 1410 para mantenimiento del castillo. Al final sólo se erigió la circunvalación de “tàpies terraplens y fosos” del arrabal de San Francisco en aquel mismo año, en vísperas de las grandes batallas de la Guerra de Sucesión. Este género de fortificación temporal se había aplicado con éxito en Mortara bajo el gobierno del duque de Osuna en el Milanesado, alzándose unas tapias con tupidas cubiertas vegetales. Sin embargo, no se consiguió el mismo resultado en Alicante. Calificado por los técnicos de salinar estéril sin una brizna de hierba, sus defensores se tuvieron que conformar con tapias de pisón facilmente derribables. 

Continuará


VÍCTOR MANUEL 
GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo

02 agosto 2012

PROPUESTA DE PROTECCIÓN DE LAS NAVES DE SANEAMIENTO DEL PUERTO

 
Casa de Máquinas a principios del siglo XX (foto Revista LQNT 2)

En el día de ayer, desde la Asociación Cultural Alicante Vivo mandamos una petición por Registro al Ayuntamiento solicitando la protección y catalogación de las naves de Saneamiento del Puerto de la Plaza de Séneca (Calles de Italia, Portugal y Arzobispo Loaces). Al carecer de protección alguna, este conjunto con más de 100 años de vida podría verse afectado por la construcción de un aparcamiento en altura anunciado en prensa recientemente.

Casa de Máquinas en la actualidad

Se trata de un conjunto formado por dos naves simétricas realizadas en mampostería y ladrillo cuyo recinto se encuentra rodeado de un muro perimetral realizado en sillería rematada por recias verjas metálicas que, al igual que las naves, todavía conservan los impactos de metralla de las bombas de la Guerra Civil. Dicho conjunto se encuentra en buen estado tanto estructural como estético manteniéndose casi intácto exteriormente desde su construcción, por lo que la inversión económica para su rehabilitación no sería muy elevada.

 El proyecto del Saneamiento del Puerto, redactado por los Ingenieros José Nicolás  y Ramón Montagut, fue aprobado por Real Orden del 1º de enero de 1906 por un importe de más de 600.000 pesetas. Ante la falta de liquidez, la Junta de Obras del Puerto pidió ayuda al político José Canalejas, el cual realizó las gestiones pertinentes en Madrid para conseguir la subvención de las obras corriendo el Estado con el pago de las mismas.

Impactos de metralla de la Guerra Civil en la verja de la Calle de Portugal

  Vista del cerramiento perimetral en la calle del Arzobispo Loaces

 
Acceso por la Calle de Portugal

Una vez obtenido el dinero, se procedió a subastar las obras, adjudicándose éstas por Real Orden del 4 de enero de 1908 a Martín Garteiz Goxenscoa por casi medio millón de pesetas.

Los trabajos comenzaron el 30 de marzo de 1908, siendo colocada oficialmente la primera piedra de la Casa de Máquinas el 30 de abril del mismo año, asistiendo a dicho acto el benefactor de nuestra ciudad José Canalejas al que tanto debe esta ciudad y especialmente su puerto.

Es por todo esto por lo que Alicante, honrada por los gestos de Canalejas, acordó levantar un monumento en honor al insigne político de cuyo asesinato se cumplirán 100 años en 2012. En uno de los relieves de su monumento podemos ver la referencia a las obras del puerto de Alicante, cuyo máximo exponente de su Saneamiento son en la actualidad las naves de la plaza de Séneca.

Relieve del monumento a Canalejas relativo a la ayuda prestada por el político
al progreso del Puerto de la ciudad de Alicante y su comercio (foto Panoramio)

Con la protección y catalogación de dichas naves y su futura conversión en instalaciones culturales estaríamos creando un eje cultural en el Ensanche de Alicante, una zona que en la actualidad no pasa por su mejor monento comercialmente hablando.

Dicho eje daría comienzo en los Jardines de Alicantinos Ilustres del Palacio de la Diputación, continuaría por la antigua Estación de Autobuses que también podría albergar instalaciones culturales conjuntas con la Casa de Máquinas y terminaría en la Lonja del Puerto y Parque de Canalejas. Instalaciones culturales públicas a las que habría que añadir las privadas del Ámbito Cultural del Corte Inglés del Edificio Galerías, la FNAC o la Sala de Exposiciones de la Biblioteca Gabriel Miró y su Aula de Cultura.

Un Eje Cultural de primer orden que desde esta Asociación proponemos para dinamizar el Ensanche y poner en valor nuestro escaso Patrimonio Arquitectónico.



ACTUALIZACIÓN:

A continuación añadimos las noticias publicadas en prensa relativas a la restauración de las naves de Saneamiento del Puerto:

- Un almacén para los recuerdos de la ciudad
- El PSOE pide dotar a Séneca de un foco de desarrollo
- El Ayuntamiento rehabilitará la antigua "Casa de Máquinas"
- Vestigios del primer sistema de saneamiento cuya primera piedra colocó José Canalejas
- El Consistorio rehabilitará las naves históricas de Séneca que barajó convertir en un párking
- Las naves de Séneca serán un museo sobre la Guerra Civil para visitar junto al refugio

 
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